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Ser empresario, un valor esencial

Ningún ciudadano debe sufrir la ignominia de ser aplastado en sus principios y derechos fundamentales. Y justo, la base de impedirlo es respetándole la libre expresión y desplazamiento, el ejercicio político, el derecho a educación y vivienda, el cuido medioambiental… y muy en esencial, el respeto a su creatividad en autonomía.

No es difícil pensarlo, pero no es fácil la autodeterminación aún en democracia, casi una utopía, pues el ser humano no parece ser ese ente social capaz de entender y entregarse en armonía sin egoísmos ni envidias; es nuestra realidad.

Así como constante en nuestra evolución, siempre hemos acordado fundamentos y conductas para asentar derechos que impidan la disgregación por conquistas sociales. Han nacido pueblos, sociedades y civilizaciones antiguas, medievales y modernas con salteadas revoluciones por legados orales y manuscritos hasta alcanzar las cartas magnas de nuestra Edad Contemporánea.

Esta capacidad de evolucionar está intrínsecamente vinculada al emprendimiento personal, un valor y derecho esencial, como la consecuente capacidad empresarial. Cuento aparte, el valor que cada sociedad quiera darle desde muy artesanal a muy compleja estatal-privada, con autonomía y regulación.

La empresa privada no trata de si un gobierno permite o no el enriquecimiento de algunos en detrimento de otros, o del beneficio deprimido de muchos por chorreo económico; ni debe ser el monstruo que nace de la nada, o de contubernios. No son fuerzas oscuras blandiendo arteras espadas. La empresa privada es, naturalmente, un ente productivo de nuestra sociedad.

Al empresario se le brinda un lugar y una oportunidad; no es un espacio que compre por su dinámica de comercio y/o producción. No es cooperativismo y antepondrá los principios esenciales de hombres y mujeres en una dinámica económica, ni estatizada ni centralizada a-priori, por una convivencia social. Regulada y en respeto a la Constitución, no hay nada mejor por derecho y eficacia que una iniciativa privada para producir, como también, el mejor regente en un gobierno elegido.

El Estado procurará por sana economía incentivos y organización pública tal de potenciar el emprendimiento; al final del día, cosechar las utilidades por recaudación de impuestos pertinentes; primero promoción, luego las reglas de los tributos. Un Estado impediría el anquilosamiento económico por abolengos y herencias.

El empresariado tiene un peso político de importancia; deben evolucionar y participar por moral y civismo y contrarrestar a críticos que, por ego y mercadeo de imagen, fomentan antagonismos que hacen pasar como solución, gobiernos de reivindicación que habrían de eliminarlos o cohibirlos.

Que participen como privados en los servicios tradicionalmente públicos es posible, lo que no debe suceder es privar de tales servicios ni mancillar a nadie por mayores costos; el gobierno entonces subvencionará o creará entes públicos, aunque estimo que la mejor gestión estatal pasa por la autonomía institucional con gestión privada por administración de recursos estatales.

El autor es ingeniero civil.

Opinión democracia Empresa privada empresario archivo
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