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Navidad miedosa

Navidad miedosa, un contrasentido pero una realidad para nuestra Nicaragua 2020.

Lo contrario al miedo es la valentía, el arrojo. Valentía, es decir, cualidad de valiente, que significa un individuo esforzado, animoso, capaz de enfrentar dificultades, inclusive con riesgos.

El miedo es una emoción potencialmente paralizante, perturbadora, desagradable y digo potencialmente porque desde el punto de vista positivo, también puede llegar a condicionar en la persona un estado tal de estrés, que estimula las glándulas suprarrenales con liberación a discreción, de hormonas que inducen a una reacción de defensa o contraofensiva, es decir el miedo, puede inclusive impulsar acciones heroicas de respuesta, en aras de la preservación de su integridad y su vida.

Diciembre, mes especial de fin de año, con la particularidad de que se trata de un final que siempre entraña el principio de algo nuevo, un nuevo calendario que desde la menor perspectiva por lo menos alimenta una expectativa.

La historia no se puede construir sin la participación del ser humano como protagonista de la misma y casualmente me ha llamado la atención el papel de protagonista de la joven estudiante Nazareth Valladares Argüello, graduada con la distinción de mejor bachiller de Somoto-Nicaragua; hija de la doctora Danelia Argüello, abogada defensora de los Derechos Humanos, defensora de los presos políticos por convicción.

Nazareth al mostrar la Bandera Nacional en su acto de promoción, de la forma que lo hizo, es un gesto libertario de arrojo, pero es significativa la declaración también valiente que hace de su miedo personal, que embarga a la sociedad y más aún manifestada en pleno contexto de la Navidad. La jovencita y brillante estudiante lo explica con la naturalidad de la verdad cuando dice: “¿Quién no va a tener miedo en este país porque te reprimen por sacar tu bandera? La primera parte que hay que entender es enfrentar sus miedos no solo por una actividad de protesta de sacar la bandera, sino que hay muchas acciones más que pueden realizar para enfrentarse y decir yo ‘quiero ver a mi país diferente y si aman y quieren de corazón este país, sé que podemos lograrlo todos juntos’”. Está diciendo, en mi promoción de bachiller me atrevo con valentía a expresar lo que pienso y quiero para Nicaragua, pero a la vez confieso que tengo miedo, que comprendo el miedo en que vivimos, incluso el de mi directora, que no se atrevió a imponerme la medalla de excelencia académica.

Siempre he creído que el ser consecuente con lo que pensás y creés, es cimiento sólido para la vida personal, de sociedad y de nación, lo contrario te hace falsificar a vos mismo tu existencia. No podés adherirte a la conducta de los demás simplemente por conveniencia ni presiones, aunque estas últimas por repetidas y crónicas se transformen en una auténtica represión. Es lógico que producto de esta realidad angustiante surja el miedo.

El diciembre nicaragüense ha sido siempre un tiempo alegre que empieza con los novenarios a la Virgen, seguida de la fiesta de la Gritería el día 7, cuando todos los “pinoleros” demostramos nuestra veneración sin precedentes a la Inmaculada Concepción.

La Navidad religiosa y popular seduce el corazón de nuestros niños particularmente, con las misas matinales y novenarios al Niño Dios y la preparación de originales nacimientos, el Niño Jesús en el pesebre con las imágenes clásicas que lo acompañan, además con las que la imaginación popular decora su entorno. Recuerdo de niño contemplando en un nacimiento en Managua, toda una novena de beisbol uniformada, tendida en el terreno rodeando e integrada al nacimiento. ¡Oh, asombro mágico y embeleso de esas Navidades, vividas sin miedo!

Todo lo anterior ha caracterizado la Navidad nicaragüense, el común denominador ha sido la alegría genuina que solo es posible si se vive sin miedo.

Reflexión. Una persona, comunidad, o nación no puede hacer su futuro en el miedo, ese mismo miedo en circunstancias que nadie puede predecir o anticipar pueden impulsarla a acciones que la liberen de ese componente de paralización inicial y natural que da el miedo. La historia la hacen los protagonistas, no los espectadores.

Nazareth Valladares Argüello, lo mismo que la señora directora, ya tienen su lugar, en ella.

Una Navidad miedosa es síntoma alarmante de una Nicaragua infeliz.

¡No hay Navidad sin alegría de la buena!, de la que sale del corazón y se dona a otro corazón, esto solo es posible con libertad que comunica seguridad.

Nicaragua, gobernantes y gobernados debemos permitir que Jesús de Nazareth nazca en el corazón.

El autor es médico.

Opinión doctores Navidad valentía archivo
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