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Escaramuza WhatsApp

A como la información actualmente viaja en milisegundos, también los cambios o rectificaciones se producen asombrosamente rápido. Es la era digital, el poder o influencia de lo que podríamos llamar la “dactilolalia”, son los dedos hablando a través de los celulares y otros dispositivos y viajando a través de las redes sociales, internet.

Un ejemplo de esto ha sido la “reculada” de Whatsapp, en su escaramuza de aplicar medidas de dominación sobre el pensamiento y la privacidad de sus clientes o usuarios, so pretexto de brindar un servicio más ágil.

Muy hábilmente explican su desistir temporal: “Hubo mucha desinformación que provocó confusión y queremos ayudar a todos a entender nuestros principios. Ahora estamos posponiendo la fecha en la que se les pedirá a los usuarios que revisen y acepten los términos”; cuando en verdad lo decisivo ha sido la desinstalación de la aplicación, calculada en cuatro millones de clientes en tan solo una semana, a partir de su anuncio de profundizar su integración a Facebook, que implicaría las condiciones adicionales impuestas por esta plataforma, mediante las cuales se develan identidades, contactos, números de cuentas personales y otros datos que libremente desearíamos guardar.

Todo esto tiene un apelativo, Zuckerberg, personalidad y mentalidad facilitadora, financiera, ejecutiva y ejecutora de toda esta maquinaria… se trata no solo de monopolizar la demanda y oferta, eso pertenece al obsoleto siglo XX, ahora hay que capturar el pensamiento, posibilidades e intenciones de la gente, ya no es necesario recurrir a molestas indagaciones, pesquisas o interrogatorios; basta ampliar la base de datos, en evolución hacia el chip personal.

Es inobjetable el papel protagónico que están teniendo a partir de la aurora de este siglo XXI, todo este consorcio que hemos dado en denominar Big-Tech, integrado por las empresas de alta tecnología, cuyo grupo más conspicuo lo forman las catalogadas como “monstruos”: Google, Amazon, Facebook, Apple y que identificamos con el conjuntivo abreviativo GAFA. Al tener el interés común de redoblar utilidades y su capital “ad infinitum”, “parecen ser amigos”.

Y es que parafraseando el conocido refrán “el amor y el interés”… ¿tenemos serias dudas de la confianza que pueda haber entre ellos? ¿Y si a esto le agregamos las cuotas inmensas de poder que obviamente se generan en billonarios capitales?

Casi por gravedad surge la rivalidad.

El poder condiciona peligrosamente una actitud a incrementarlo y personalizarlo, que no admite planificación… el poder se tiene, se incrementa, lo contrario sería la desaparición del mismo. Por eso, “el poder debe ser reglamentado a priori, antes de otorgarlo”.

En la adquisición de Instagram y WhatsApp por parte de Zuckerberg, tras una aparente motivación financiera se esconde ese prurito incontrolable de poder (dinero-poder-más dinero-más poder).

El cierre de las cuentas de Trump, además de un abuso a la libre expresión, infligido al presidente de los Estados Unidos, manda un mensaje de prepotencia y dominación que debe alertar a los individuos y naciones del mundo libre.

Y para que sepan que hablo en serio y como corolario, Zuckerberg transgrede el compromiso adquirido con WhatsApp en 2014 de no violar sus condiciones para adquirir la aplicación, particularmente el respeto a la identidad y privacidad de sus usuarios.

¿Qué es esto, sino por lo menos autoritarismo, qué es sino una clara irrupción del espacio público que por sano juicio y dada la tecnología actual debe extenderse a las redes sociales y el mundo cibernético?

El espacio público conceptualizado por la teórica y filósofa política Hanna Arendt, como un “ser en común” donde los ciudadanos manifiestan su discurso y acciones y cuyo pilar fundamental para su construcción es la libertad, ha sido violentado, al estilo de mentalidades totalitarias.

Por otro lado la libertad de expresión consagrada como un derecho humano, en la Declaración de los Derechos del Hombre, ha sido violada al arrogarse el derecho de afectarla, censurando sin intervención de un fallo o sentencia judicial, error en que han incurrido diversas plataformas informáticas y cadenas de televisión.

Me parece apropiada la respuesta de los usuarios de WhatsApp, que ha obligado a los involucrados a echarse para atrás, transitoriamente. Volverán indudablemente a pesar del riesgo financiero que implica, pero es que persiguen un alucinógeno más grande: el poder con dominio sobre lo que pensás, decís y actuás.

La lucha por lo menos en la mitad de esta centuria, será entre déspotas y autócratas que quieren el dominio sobre nuestras mentes, y los que nos resistimos a ello.

La clave es “resistir”.

El desenlace será la demencia para los primeros, víctimas de la falta de control de su propia mente, y para los que no claudicamos, la satisfacción de vivir y ver crecer a nuestros hijos en libertad, en el seno de una Humanidad en la que la tecnología se hizo para honrar a Dios, principio y fin de todo y servir al hombre.

La escaramuza de WhatsApp, victoria parcial… ¡pero alentadora!

El autor es médico.

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