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Roy Richinal Williams, de 72 años, instaló un canal en el techo de su humilde vivienda para poder recoger agua. LA PRENSA/WILMER LÓPEZ

La sed de Wawa Bar se aplaca con agua de lluvia

A tres meses del paso de los huracanes Eta y Iota, la falta de agua potable y alimentos es la principal necesidad de los pobladores de esta comunidad

Son las 12 del mediodía en la comunidad Wawa Bar, al sur de Bilwi, en el Caribe Norte de Nicaragua. Después de estar iluminado por un ardiente sol toda la mañana, el cielo se oscurece y cae una fuerte lluvia. Tres meses atrás esto era mal augurio, eran los días en que el cielo se volvía una masa gris y no paraba de llover. Un hucarán tras otro. Lo que Eta no se llevó, lo arrasó Iota.

Pero ahora Roy Richinal Williams espera la lluvia para llenar su recipiente con agua. Desde que los huracanes azotaron este lugar hace tres meses, los habitantes sobreviven bebiendo agua de lluvia porque los pozos siguen sucios, contaminados. No hay otra fuente de agua, no hay ayuda “de afuera”. En Wawa todo sigue igual, como si ayer hubiera pasado el huracán.

El sufrimiento de los pobladores de esta comunidad devastada por los ciclones, no ha terminado. Empeora, dicen, porque tras ser noticia ya nadie se acuerda de ellos. En diciembre fue la última vez que los comunitarios recibieron ayuda.

Don Roy Richinal Williams, de 72 años, instaló un canal en el techo de su vivienda de tablones, «es para recoger el agua de lluvia», dice el anciano. Abajo, encima de una silla tiene un recipiente grande donde cae el agua de lluvia. «Gracias a Dios que está lloviendo», dice Williams en agradecimiento. “Gracias a Dios que está lloviendo”, coinciden los demás habitantes de la comunidad.

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«No hay nada, ¿de dónde vamos a sacar para comer o comprar agua?», se pregunta el ciudadano. «Antes de navidad sí nos estaban dando comida, pero ahora se paró (la ayuda) y no sabemos cuándo van a volver a dar. El agua también nos estuvieron regalando y ahora no, pero gracias a Dios que está lloviendo y nosotros agarramos de esa agua», relata Richinal mientras observa el líquido que recién rescató del techo de zinc de su casa.

Antes que Eta e Iota hicieran estragos en la comunidad de Wawa Bar, Roy Richinal dice que sobrevivía de la pesca. Tenía su propio acopio y hasta podía emplear trabajadores. Ellos salían a pescar y a la medianoche regresaban cargados de mariscos. Al día siguiente viajaba a Bilwi a entregar todo el producto. «Ahora… uuuhhhh ¡está durísimo!», cuenta el comunitario con su mirada perdida en el vacío del lugar.

Roy Richinal Williams recogiendo el agua después que pasó la lluvia. LA PRENSA/WILMER LÓPEZ

Agua roja y aceitosa 

Cándida Tebas, habitante de la comunidad, también instaló un canal en su casa para recoger el agua de lluvia para tomar. «No tenemos otra alternativa», dice la ciudadana.

«Intentamos hacer un pozo en el patio pero el agua salió roja, roja, con un olor extraño y encima tenía como aceite, entonces no se puede usar para beber ni para lavar ropa. No entendemos por qué sale así. Hicimos uno nuevo (un pozo) pero salió peor que el otro, entonces dependemos del agua de lluvia», declaró Tebas.

Sobre la alimentación también cuanta que la ayuda se ha paralizado, pero que de vez en cuando se aparece alguna organización independiente o miembros de iglesias a entregar comida. De parte del gobierno solo han recibido tanques de gas y «estufas», aclaró la comunitaria, pero ¿qué van a cocinar?

Araly Mc Donald tiene una familia conformada por cuatro personas, entre ellos tres hijos y su esposo. Ella lo perdió todo. Su semblante es de preocupación se repite en Wawa Bar: a todos les falta agua y comida. Ya son tres meses desde que pasaron los huracanes y no han podido conseguir agua suficiente que abastezca a su gente.

El agua y los alimentos son la principal necesidad de los pobladores de Wawa Bar. LA PRENSA/WILMER LÓPEZ

«Estamos de manos cruzada. No sabemos de dónde vamos a sacar agua limpia para beber y si no viene la lluvia no tenemos para beber porque la del pozo está bien dañada, está salada. Antes estaba buena, tomábamos del pozo para cocinar, pero ahora no. Estamos sufriendo», sostiene la ciudadana.

Se sienten rechazados

Gilbor Gamboa Alvarado, de 50 años, lleva toda su vida viviendo en la comunidad Wawa Bar, y refiere que nunca había vivido una crisis como la provocada por los dos ciclones. Aduce que si bien la ayuda se ha paralizado desde diciembre, el problema radica que cuando llegan a dejar víveres, las autoridades de gobierno priorizan solo a los que comparten su ideología.

«El gobierno ya está rechazando nuestras comunidades. Tenemos agua contaminada, estamos sin provisión, estamos abandonados y cuando logra venir ayuda no nos entregan a todos. Escuché que el gobierno dice que en Wawa ya todo está bien, que nos mandó comida ¡falso!», dice Gamboa.

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Durante la visita que hizo LA PRENSA en Wawa Bar, pudo constatar que una delegación del Ministerio de la Familia hizo presencia en el lugar con el objetivo de entregar ropa, un poco de comida y equipos de protección como mascarillas y alcohol. También llevaron juguetes y realizaron una actividad con los niños de la comunidad. Pero la ayuda no da para todos, no es lo requerido, no soluciona el problema de raíz. La sed, el hambre y el desempleo se apoderan del lugar.

Malaria… otro problema

Si bien la falta de agua y alimentos es la necesidad primordial en la comunidad Wawa Bar, a los pobladores también les preocupa la plaga de moscas y zancudos que se ha desatado. Según los comunitarios se han disparado los casos de malaria y pese a esta problemática sanitaria el gobierno no ha dispuesto de brigadas para atenderlos.

«La malaria está pegando duro. De día es un mosquero y de noche los zancudos que nos quieren comer vivos, nosotros lo que hacemos en las noches es hacer fogata, pero si no nos mata el zancudo nos va a matar el humo. Al principio (después que pasaron los huracanes) el Minsa mandó a fumigar pero a los dos días se alborotaron los zancudos», describe Tebas.

Don Roy Richinal Williams agrega que este incremento de enfermedades son producto del desorden que todavía persiste en el lugar, los charcos de agua podrida, maleza y árboles caídos. «Todo eso es ha provocado un zancudero terrible».

Las enfermedades se han disparado producto del charco de agua podrida que persiste en la comunidad. LA PRENSA/WILMER LÓPEZ

El principal ingreso de los pobladores de esta zona es la pesca, y según el relato de los entrevistados, poco a poco intentan levantarse. «Ya algunos pudieron recuperar sus lanchas», y aunque reconocen que les llevará tiempo resurgir, están seguros que las cosas van a mejorar; Wawa nunca se rinde.

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