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El Arte del Cine en LA PRENSA

Como lo demostré en mi investigación El Cine entre los nicas (Managua, JEA-Editor, julio, 2017, 341 p., il.) no era posible escribir una historia del cine en Nicaragua sin consultar LA PRENSA. En 1927 el diario ya disponía de un crítico cinematográfico: Mario León, acaso el primer nicaragüense en registrar las proyecciones de ese invento asombroso que era el cinema silente. En LA PRENSA del jueves 29 de septiembre del 27, por ejemplo, se registró la noticia de que el filme “Robin Houd”, con Douglas Fairbanks (1883-1939), había sido declarado la “mejor película” exhibida en México durante el año 1925. La página de cine a cargo de León era sabatina y en los anuncios de los teatros figuraban nombres y títulos de la agitada farándula del celuloide. Incluso en el salón de LA PRENSA, cuarto amplio con lujoso tapiz, se exhibían rollos de cine infantil con interesantes cintas que desarrollaban dramas, comedias y corridas de toros.

A inicios de 1941, en un número de LA PRENSA se informó sobre la posibilidad de presentar en el país la película El Gran Dictador, con actuación estelar de Charlie Chaplin (1889-1977); preguntado sobre el tema, el presidente Anastasio Somoza García (1896-1956) dijo que no se opondría. Por su parte, el doctor Pedro Joaquín Chamorro Zelaya (1891-1952), director del rotativo desde 1930, negaba la propaganda de películas donde aparecían mujeres semidesnudas. Diez años más tarde, Mario Cajina-Vega (1929-1995) vio una película en el Margot con su tío Manolo Cuadra (1907-1957), consistente en la parodia de un déspota latinoamericano. Al día siguiente, Manolo escribió una crónica en LA PRENSA donde solicitaba a Somoza García reclamar sus derechos de autor por el parecido. En represalia, Manolo fue expulsado en 24 horas a El Salvador.

A finales de 1957 Pablo Antonio Cuadra (1912-2002) decidió publicar una página de cine en el suplemento dominical que dirigía desde 1954. Horacio Peña estuvo a cargo de ella a lo largo de casi tres años. Anteriormente se publicaban esporádicas notas sobre filmes famosos, como la versión de la novela 1984 de George Orwell (1903-1950), escritos por PAC, el mismo Peña y Horacio Ruiz, autor de la crónica sobre La vuelta al mundo en 80 días, dirigida por Michael Anderson (1920-2018). Cuatro eran las columnas permanentes de la sección “El Cine en LA PRENSA: Cine nuevas, Crítica de estrenos, Presentando directores y Cine informativo.

A raíz de la fracasada rebelión de Abril del 54, autollamada “Operación 3S” —aludiendo al plan de eliminar a Somoza García y a sus dos hijos—, LA PRENSA fue sometida a censura implacable. Se quería a todo trance un diario flojo y vacío, y que se le achacara la culpa al mismo diario y no al gobierno censor. Pues bien, fue suprimida una fotografía del descarrilamiento del ferrocarril, noticia principal de la primera página; entonces Pablo Antonio decidió llenar el hueco con otra fotografía: la de Ava Gardner (1922-1990), sin explicación alguna. Cada vez que salía esta famosa actriz LA PRENSA aumentaba su venta; era el buque insignia de una lucha por la libertad de expresión.

A Horacio Peña lo sustituyó en 1960 Rolando Steiner (1936-1987), quien tuvo bajo su responsabilidad la “Página de Cine y Teatro” en el suplemento cultural de LA PRENSA casi hasta el terremoto del 72, excepto cuando vivió en España, becado, en 1963. Además de Steiner, aportaron brillantes e instructivas críticas Mario Cajina-Vega (El Barón de la Pantalla), Franklin Caldera (El gran cinéfilo), a lo largo de varias décadas; Sergio Ramírez, Carlos Mohs y algunos otros. Posteriormente, impuso su estilo —definido por la influencia bien asimilada del cubano Guillermo Cabrera Infante (1929-2005)— Ramiro Argüello Hurtado (1943-2017), otro grande de nuestra crítica cinematográfica. La cultura de Ramiro era universal y la expresaba en prosa maestra. “Parecía saberlo todo, haberlo leído todo”, escribió Franklin sobre él.

Otros muchos ejemplos podría añadir acerca del rol que ejerció LA PRENSA entre sus miles de lectores difundiendo lo mejor del arte cinematográfico, el más popular y multifacético del siglo XX. Este aporte se inscribía en otro mayor: el del suplemento cultural (bautizado La Prensa Literaria desde 1964) que tenía el mismo formato del periódico, esto es, ocho columnas, y no tabloide, como se convirtió a partir del 14 de mayo de 1972. Sin La Prensa Literaria, la creatividad y la promoción de la cultura se hubieran estancado en el país. Y todos los artistas plásticos, poetas y escritores de Nicaragua colaboramos en ella (incluyendo a Tomás Borge en los años 50, a Leonel Rugama en los 60 y a Rosario Murillo en los 70). No por accidente aspiraba a ser, y lo fue en varios sentidos, “una universidad de bolsillo”.

El autor es miembro (secretario) de la Academia Nicaragüense de Historia y Geografía.

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