14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
pandemia

LA PRENSA/ILUSTRACIÓN/LUIS GONZÁLEZ

Un año de pandemia Covid-19 en Nicaragua: luto, desinformación y supervivencia

A 366 días de que se estableciera oficialmente la pandemia en el país, el Minsa registra 6,582 contagios y 176 muertes por esta enfermedad. Las historias superan estas cifras: "Yo paleé para enterrar a mi padre y mi madre"

Contenido Exclusivo CONTENIDO EXCLUSIVO.

Dos meses después de que Nicaragua anunciara el primer caso positivo de Covid-19 en el país, aquel 18 de marzo de 2020, a Marlon Martínez le tocó mirar al “enemigo” de frente. Su papá y mamá yacían en sus ataúdes. No hubo un último abrazo, un último beso, un último adiós apropiado. Era él y sus cuatro hermanos, envueltos en el ambiente lúgubre y desolado del cementerio. Ellos “paleando” la tierra con la que debían enterrar ellos mismos a sus padres. Los sepultureros abrieron la fosa y se fueron, tenían miedo de contagiarse del virus.

“Conocí al enemigo, al Covid-19, de frente y es lo más feo que he podido observar. Veo al Covid con respeto porque sé lo que es capaz de hacer en tu vida y en la de tu familia”, comparte Martínez, quien perdió a su papá y mamá el 15 y 31 de mayo de 2020, respectivamente.

A inicios de ese mes, el Ministerio de Salud (Minsa) ya había reportado el aumento de casos de contagio y muertes por Covid-19, y el país viviría la curva ascendente más alta de la pandemia. El escenario era: gente con todo tipo de mascarilla, hospitales saturados y “entierros exprés” a la orden del día o a mitad de la noche.

“A mí me tocó enterrar a mi mamá y mi papá, y lo más triste es que con mi papá solo cinco personas fuimos al entierro y eso a mí me golpea cada vez que lo recuerdo, eso me golpea —suspira Martínez—. Enterrar a tus padres en un momento desolado donde no había nadie en los cementerios, es duro. Incluso las personas que hicieron el hoyo, solo lo hicieron y se fueron, me dejaron la pala. Yo paleé para enterrar a mi padre y mi madre”, relata el familiar.

Nicaragua cumple un año desde que anunció el primer caso positivo de Covid-19. Aunque fue uno de los últimos países de Centroamérica en dar a conocer esta noticia, fue el único en no cerrar las fronteras, en no orientar cuarentena ni tomar medidas restrictivas, aún en los meses más críticos de la pandemia.

A 366 días de que se estableciera el nuevo coronavirus en el país, el Minsa registra 6,582 contagios y solo 176 muertes por esta enfermedad. Para el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo estos números reflejan su “compromiso” por combatir la pandemia, pero lo cierto es que detrás de estas cifras hay un férreo hermetismo de la situación, una negación del impacto y una falsa normalidad. Las historias como las de Marlon Martínez y su familia superan en creces los números oficiales y contradicen dramáticamente el discurso oficialista.

Hasta este, 18 de marzo 2021, en el mundo se registran 121 millones de casos y 2.6 millones de fallecidos por el Covid-19.

“Ellos murieron por Covid”

En contraste con el conteo que lleva el Minsa, el Observatorio Ciudadano reporta hasta el 10 de marzo de este año, 13,237 casos sospechosos y 3,002 muertes sospechosas por esta enfermedad. Unos números que para médicos independientes se apegan más a la realidad del país, aunque señalan que la cifra puede ser más alta debido a que aún hay muchos casos y fallecimientos que no se registran.

Lea además: Las siete caras de un año de pandemia del Covid-19 en Nicaragua

Estos señalamientos que han realizado en varias ocasiones los médicos los confirma Martínez, quien expresa que la muerte de sus padres no fue tipificada como Covid-19 por el Minsa, sino como fallo cardiorrespiratorio. “Al final el certificado de defunción no lo ponen como Covid-19, siempre lo ponen como cardiorrespiratorio y nunca quisieron admitir que mi papá murió de Covid. Lamentablemente ellos murieron por Covid”, manifiesta.

El padre de Martínez murió en su casa y aunque no se le realizó una prueba del Covid-19, el familiar asegura que sí falleció a causa de ese virus, pues presentaba toda la sintomatología. Su mamá murió en el Hospital Fernando Vélez Paiz y aunque estuvo aislada en la sala Covid, los doctores nunca admitieron el contagio.

“Nos alejaron por completo, no pudimos tener mucho acceso al hospital, no pudimos saber si le hicieron la prueba (a su mamá) porque nos mantuvieron al margen (…) Lo más difícil que yo viví es no estar preparado para ver morir a mis seres queridos, eso es lo más triste para mí, sentirte impotente por no poder hacer nada”, declara Martínez.

Parte de los médicos que fueron despedidos por el régimen orteguista en junio de 2020 denunciaron en ese mismo mes que el Minsa obligaba al personal médico de hospitales públicos a no poner en los registros de los pacientes, el diagnóstico de Covid-19, aunque las pruebas dieran positivo, lo mismo que en los certificados de defunción. La orden es ponerles en su lugar “neumonía” u otra enfermedad asociada.

El miedo a los hospitales vs. el deseo de sobrevivir

Brenda Mercado Rodríguez, de 31 años, tiene nueve meses desde que “volvió a nacer”. Sintió el frío de la muerte que llegó con el Covid-19 aquel 9 de junio de 2020. La joven fue uno de los muchos ciudadanos que tuvieron sumo cuidado para no contagiarse y que al final, habiéndose enfermado pese a todas las precauciones, se preguntan cómo y dónde sucedió todo.

Mercado Rodríguez sintió en carne propia cómo el virus avanzaba rápidamente por su cuerpo y sin previo aviso, cortó su respiración. Era el 3 de junio de 2020 cuando la joven sintió los primeros síntomas del coronavirus, pero en ese momento desconocía que se trataba de esa enfermedad. Estaba en una gira de campo, donde las lluvias de invierno la hicieron pensar que el dolor que sentía en el pecho era producto de la “mojada” que se dio ese día.

Hasta que el 5 de junio, una fiebre de 40 grados y el cansancio extremo alertaron a Mercado Rodríguez de su condición de salud. Sabía que algo andaba mal, pero quería resistir porque estaba lejos de Managua, donde actualmente vive. Visitar un hospital en esa zona no era una opción para ella. Desconfiaba.

Entre mayo y junio, los médicos reportaron saturación de los hospitales tanto públicos como privados. No había camas ni lugar dónde atender a los enfermos graves que llegaban, y muchas veces había que esperar que el paciente irremediablemente muriera para que la otra persona con un poco más de aliento y posibilidades ocupara esa cama. Era un ir y venir de cuerpos enfermos y cadáveres.

“Yo dije que si iba al hospital me iba a morir, yo no quería ir porque sabía que la gente que entraba no salía con vida… Gracias a Dios yo tengo un nebulizador y eso ayudaba a respirar un poquito”, dice Mercado Rodríguez, quien aunque padece de psoriasis no se consideró como una persona particularmente vulnerable al virus.

La asfixia

Para evitar poner un pie en un hospital, Brenda Mercado fue a una clínica privada y a un laboratorio a hacerse un ultrasonido pulmonar. Ahí le confirman que sus pulmones están saturados por el Covid-19. Aún con ese diagnóstico, el temor de ir a una unidad de salud hizo que soportara en su casa seis días de fiebre, dolor de cuerpo, mientras iba perdiendo el apetito, empezó a percibir la ausencia del gusto y el olfato. El cansancio era peor.

Fue el 9 de junio que Mercado Rodríguez tocó fondo. Alcanzó una saturación de oxígeno de 59 por ciento, cuando el nivel normal es de 95 por ciento. Terminó inconsciente, sin poder respirar, en el Hospital Monte España.

“Yo sabía que si me iba (al hospital) no podría salir, pero mi mamá me decía llorando que me fuera al hospital, que estaba muy mal y que el nebulizador ya no me estaba llegando”, declara.

En los meses más álgidos de la pandemia, los nicaragüenses sufrieron escasez de tanques de oxígeno para tratar a pacientes con Covid-19. Los costos elevados eran otra de las limitaciones que tenían las familias con pacientes graves y tratándose en sus casas. A menos tanques disponibles por la demanda, más altos los precios, más lejos la posibilidad de salvar a un ser querido.

Lea también: Personas con VIH, el grupo vulnerable que espera ser vacunado contra el Covid-19

“Desde que entré al hospital me pusieron el tanque de oxígeno y me dijeron que si después de los 10 días (de estar hospitalizada) no reaccionaba con el tanque, me tenían que intubar. El tanque duraba 24 horas, por lo que cada día me tenía que cambiar (…) Es difícil estar dentro de un hospital porque ahí no sentís el tiempo, estás desconectada de la realidad, pero yo me dije que mi objetivo era salir con vida”, cuenta Brenda.

Luego de una semana ingresada en el hospital, vivir el miedo y caos dentro de una sala Covid-19 llena de pacientes graves, Mercado Rodríguez fue dada de alta: marcó un 95 por ciento de saturación de oxígeno. Logró su objetivo. “No había sentido una felicidad en tanto tiempo, cuando me dijeron que iba de alta, sentí como si volví a nacer”, cuenta.

Las autoridades del hospital la dieron de alta y en el documento escribieron “neumonía”, pese a que se le realizó la prueba PCR para detectar el Covid-19 y marcara positiva. Para los médicos, esta acción ordenada por Ortega y Murillo es una manera de negar y ocultar el impacto real de la pandemia en el país. Pero además, y más grave aún, ha expuesto y cobrado la vida de cientos de nicaragüenses. Contagios y muertes que pudieron haberse evitado.

¿Qué pasa actualmente?

Aunque el régimen orteguista ha sido responsable de promocionar una falsa normalidad y realizar eventos masivos que propician la propagación del virus, durante el contexto de la pandemia los nicaragüenses han sabido reaccionar a los diferentes escenarios que se han presentado en el país, consideran médicos independientes.

La población ha actuado desde una forma preventiva y de autocuido, hasta con acciones temerarias, ahora adaptándose a convivir con el virus.

“Yo diría que la población vive con base en lo que considera es su realidad, si esta realidad es falsa, como que el virus ya está controlado y por eso podés participar en aglomeraciones o molotes, estás respondiendo a dicha realidad. Si en cambio te dicen la verdad, estamos en una segunda ola, la tendencia de la enfermedad y muerte va para arriba, es importante cuidarse y hay que seguir las medidas preventivas, te aseguro el comportamiento sería diferente”, expone el epidemiólogo y miembro del Comité Científico Multidisciplinario, Leonel Argüello.

Lea además: Personaje del año: Personal de salud

El doctor Argüello señala que hay otra parte de la población que prefiere “vivir en negación”, otros que actúan por fundamentalismo partidario y otros por agotamiento, aunque “esto último es relativo porque en Nicaragua no hemos vivido las restricciones extremas que otros países han tomado”. El epidemiólogo considera que solo una minoría de personas actúa con actitud temeraria que “cree que no le va a pasar nada”.

Por su parte, el especialista en Salud Pública y miembro del CCM, Carlos Hernández, manifiesta que la población se irá “adaptando por naturaleza” debido a las demandas o actividades de la vida. “Todo proceso es natural en estas circunstancias, la gente se empieza a adaptar, al menos una mayoría acepta que el coronavirus sigue circulando. El otro extremo es la gente que dentro de su análisis de la situación en la que está, no cabe el riesgo”, expresa el salubrista.

Pero mientras en el país existen varios grupos de personas que enfrentan de diferentes maneras la pandemia, para Martínez y Mercado Rodríguez, el Covid-19 les ha dado una lección que jamás olvidarán: ser más fuertes y disfrutar de los pequeños detalles con la familia.

“Creo que volví a vivir porque Dios nos dio una nueva oportunidad de vivir y aprender a valorar a la familia, a valorar lo poco que tiene uno y saber que eso es importante para tu vida. Lo único que puedo decir es que el que no me pudo dejar fue Dios”, dice Martínez.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí