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Comunitarios de Alal, en el territorio Mayangna Sauni As, sepultan a cuatro de los suyos, todos guardabosques, tras la masacre del 29 de enero de 2020. LA PRENSA/ Archivo

La peligrosa tarea de los guardabosques voluntarios de Bosawas

En Bosawas se vive una guerra silenciosa de la que no se habla en el Pacífico de Nicaragua. Los indígenas mayangnas luchan por proteger sus territorios ancestrales del avance de los colonos. En la vanguardia de esta lucha están los guardabosques voluntarios que a menudo son emboscados, secuestrados, heridos y asesinados

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Abandonan el calor de sus hogares para internarse en la montaña durante cinco, diez y hasta quince días con sus noches. Caminan, duermen, comen, pescan algo en el río, cazan algo en el monte. Viajan en grupos de diez o veinte hombres por mayor seguridad, porque se encuentran a más de dos días de camino de su comunidad, vulnerables a los ataques de los colonos armados que invaden Bosawas. Son los guardabosques voluntarios del pueblo mayangna.

Ante la indiferencia de los gobiernos centrales y territoriales, desde hace muchos años, por lo menos veinte, las comunidades mayangnas se han adjudicado la tarea de patrullar las zonas rojas de la reserva para impedir el avance de “terceros” (así llaman a los colonos) que están destruyendo Bosawas con actividades de minería artesanal, despale y ganadería.

Los guardabosques son hombres morenos y bajitos, de rostros duros y brazos fuertes, que no poseen más que la tierra y arriesgan la vida para protegerla. Son la vanguardia en una guerra silenciosa que, según líderes mayangnas, ha empeorado en los últimos dos años y de la que no se habla en el Pacífico del país. Son, también, los hombres que suelen aparecer en las noticias cada vez que los invasores hieren, amenazan, secuestran o masacran a indígenas mayangnas.

Eran guardabosques, por ejemplo, los cuatro indígenas asesinados el 29 de enero de 2020, cuando un grupo de colonos atacó e incendió la comunidad de Alal, en el territorio Mayangna Sauni As. Ese día mataron a los jóvenes Arly Samuel Gutiérrez, de 19 años, Amaru Rener Hernández, de 24, y Cristino López Ortiz, de 25, que se las arreglaban para sembrar la tierra, ayudar con el patrullaje y estudiar los fines de semana.

También asesinaron a Juan Emilio Devis,  de 40 años, el mejor pescador del caserío y un experimentado guardabosques. El más preocupado por el destructivo avance de los colonos en la reserva.

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Invadida por colonos, Bosawas sufre quemas y despale indiscriminado. LA PRENSA/ Archivo

El Marena “no hace nada”

En la actualidad, solo en Alal hay al menos treinta guardabosques. Cada comunidad tiene los suyos, al margen de los guardabosques oficiales del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (Marena), señala un líder mayangna que, por seguridad, ha solicitado se omita su nombre. “Los guardabosques oficiales reciben un salario mensual, los comunitarios sobreviven de lo que cosechan”, señala.

Para él, es justo y necesario que el país se entere de que en Bosawas hay hombres realizando la peligrosa labor de vigilar la mayor reserva de biosfera del país, en la mayoría de los casos sin más defensa que los machetes que utilizan en las faenas de la tierra, porque muy pocos cuentan con rifles (empleados para la caza de animales).

“Ellos no reciben apoyo de nadie y las autoridades territoriales no los reconocen”, lamenta el líder indígena. “Por eso queremos dar a conocer a nivel nacional e internacional la labor valiosa de los guardabosques comunitarios. No quieren hacer nada y después de los asesinatos ninguna instancia reaccionó o investigó los crímenes, siempre quedan en la impunidad”.

Lea: Así masacraron a los indígenas mayangnas en la Reserva de Bosawas

Los guardabosques que no vigilan el monte se quedan a patrullar las cercanías de las comunidades. LA PRENSA/ Tomada de Onda Local

Al descampado

No es raro que los guardabosques se encuentren con colonos cuando están en labores de patrullaje. En enero de este año fueron emboscados y heridos Donald Castillo, de 60 años; Presino Samuel, de 47, y Corino Simeón, de 44, cuando vigilaban las cercanías de las comunidades Wilu, Tuybankana, Musawas y Alal, todas del territorio Mayangna Sauni As.

Dos meses antes, el 14 de noviembre de 2020, fue asesinado el comunitario Nacilio Macario, guardabosques voluntario y defensor del medio ambiente que hacía activismo en contra de la minería ilegal y la tala de árboles en la reserva. Fue emboscado cuando llevaba agua y comida a otros guardabosques que en ese momento se hallaban en patrullaje.

Es un trabajo muy peligroso, reconoce un guardabosques de la comunidad de Alal, pariente de uno de los indígenas asesinados en enero de 2020. Quienes se ofrecen para realizar patrullaje, saben que se están jugando la vida.

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Salen de casa con un aliño de yuca cocida y llevan bananos verdes o plátanos para asarlos en fogatas que encienden en el monte. También pescan y cazan para alimentarse en los largos días de vigilancia. Pasan muy poco tiempo con sus familias, dicen, porque los que no están en el monte se quedan vigilando los alrededores de sus comunidades.

En estos momentos, asegura el guardabosques, están necesitando que alguna organización les dé apoyo logístico. Es decir, que les ayude a conseguir lámparas, capotes y mosquiteros para protegerse de los zancudos. También un uniforme. “Un uniforme es importante porque tal vez así nos respetan aunque sea un poquito”.

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