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Unidad y elecciones libres garantizadas

¿Qué herencia nacional enriquecedora en el espectro cívico, social y político ha dejado el sandinismo? Ninguno, solo partidismo fanáticamente ideologizado, más encima, con herederos desmembrados contaminando nuestra sociedad, desarticulando la esencia nicaragüense.

En la actualidad, no hay gobierno cívico ni capital político que nos defina como pueblo libre y soberano. Avezados políticos, sistema político, electoral y trayectoria democrática no existen en Nicaragua.

La descomposición de la política social tras la Revolución sandinista aún no tiene fondo en el barril que la fermenta. Siempre en ebullición, embriaga lo social y lo mental que la retroalimenta.

Estos, en una política clásica, son argumentos suficientes para estar unidos, en que todo ciudadano político y cívico esté activo y abocado por lograr soberanas elecciones libres supervisadas y garantizadas; es un deber y, si ya es un hecho, es momento de mostrar esos músculos políticos que exijan prontamente, para mayo es tarde, la reestructuración necesaria con la inclusión de la liberación de presos políticos, la reconstrucción del poder electoral y la orgánica para inscripción de partidos y candidatos. No hay visos de cambios por parte de Ortega; probable estrategia; probable su creencia de nunca rendir el rey ni su reinado.

¿Dónde está esa madurez política nicaragüense? La evolución política de Nicaragua aún es incipiente y pareciera ir más de un paso atrás. La sociedad es quien la construye aun sea una política artesanal y tiene que potenciarla. El presidencialismo dependerá de la fortaleza de sus bloques políticos, de sus organizaciones sociales, de la madurez de su institucionalidad, de próceres y honorables caídos y del espíritu e idiosincrasia del pueblo. El sistema político no define o construye a la sociedad; es al revés.

El desarrollo de las dictaduras es consecuencia del deterioro político por falta de diálogo y reaccionan según nivel de unidad opositora que puedan observar; de ahí su estrategia, abrazando a moros y cristianos que les sean coincidentes y actuando con desprecio total contra adversarios. Si no coincidimos en medios, al menos coincidamos en objetivos; no privilegiemos el ego o un particular bagaje cultural.

No hay que dormirse en exclusivo en el compás de la tradicional respuesta de la OEA, que pasivamente esperará un cambio de dirección. Hay que alternativamente ser una contundente y consistente unidad política. De no concretarse cambios honorables como Nicaragua lo necesita, la oposición en su amplio espectro tendrá que estar preparada para demostrar que no son posible tales elecciones, pues habría suficientes argumentos de falta de garantías y credibilidad de resultados.

Noviembre podría modificarse; ya no es admisible por el bienestar del país, la mínima manipulación de resultados; no debe existir represión apagando la voz de un pueblo. Jugar con verdades es un condenable vicio político.

Nuestros presidenciables de oposición siempre tendrán presente a quienes representan; a miles de ciudadanos desde 2018 con miles de banderas azul y blanco como nunca en Nicaragua. En las próximas elecciones más allá de vencer políticamente la actual gestión irregular, es conquistar la democracia.

El caudillismo no tiene líderes, es ideología de oligarcas; puede lograr metas, pero no incorpora valores; la democracia sí tiene líderes, porque es soportada por multiplicidad de facetas y niveles educativos, cívicos, culturales y morales de grupos sociales competentes y consistentes. Tarea importante de la oposición es encontrar el líder magnánimo y condescendiente que nos represente.

Nicaragua debe tener una clara autonomía regional. Ninguna conversación preelectoral por presiones internas o externas debe tranzar la orgánica de las elecciones libres como indicadas.

El autor es ingeniero civil.

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