14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Azul y blanco y negro

Ese día, 30 de mayo, de 2018, salimos en grupo, con amigos y familia, a acompañar a las madres que habían perdido a sus hijos por culpa de la represión gubernamental. Nos unimos casi por la rotonda de la Centroamérica. Nunca vi en el país una concentración tan multitudinaria bajo una única bandera azul y blanco. No había colores de partidos ni de organizaciones ni de otros intereses o grupos. Solo el negro de luto que vestían las madres. Azul y blanco, y negro.

Por supuesto, oíamos las amenazas de que la marcha podía mancharse de sangre al llegar la noche, pero al ver ese ambiente esperanzador de frases nuevas, de ideas nuevas, de abrazos nuevos, quién iba a pensar o creer que eso pudiera suceder. El doctor Gustavo Porras había lanzado el mensaje a gritos de “tomarse las calles”, en cumplimiento de las órdenes de Murillo y Ortega. Un llamado que para fanáticos significa violencia. No pudieron ante la avalancha pacífica, azul y blanco de luto que inesperadamente inundó la Carretera a Masaya.

Quién iba a atreverse a disparar, desde posiciones elevadas con armas de gran calibre a esa cantidad de gente de conciencia libre. Pero se atrevieron. Solo puede disparar así quien no da un peso por la vida de los otros ni por la suya propia, sencillamente porque ninguna forma de vida tiene valor para él.

Cuando llegamos a la rotonda de Metrocentro, pensamos que era mejor salirse de la manifestación para no entrar en la zona más estrecha, frente al portón de la UCA. Un muchacho se subió por el mástil de la gran Bandera de Nicaragua de aquella rotonda y la dejó a media asta. Al poco tiempo, sonaron las primeras ráfagas. Nos aturdieron los parlantes de una camioneta que ampliaba en directo la señal de una estación de radio. Todo el mundo se tiró al suelo o buscó un hueco donde ocultar a los suyos.

Poco después, de noche ya, nos vimos dentro del predio de la Catedral donde se refugiaron cientos de personas, muchas venidas desde comunidades remotas. A un lado y otro pasaban vehículos que dispararon ráfagas sobre nuestras cabezas. Y otra vez nos tuvimos que tirar al suelo. Las ambulancias entraban y salían para llevar heridos a los hospitales.

En medio del caos, pudimos salir de allí. Pasamos junto a las instalaciones de la Policía de Plaza El Sol, justo cuando salían varias furgonetas repletas de antimotines, que todavía no habían acabado de ponerse el uniforme. Llevaban el miedo en la cara. Y eso los hacía aún más peligrosos. No hicimos ningún gesto que lo justificara, pero uno de aquellos nos apuntó a la cabeza y pusimos nuestras manos en la nuca. Por fortuna, el vehículo siguió adelante y aquel antimotín decidió no disparar. Si lo hubiera hecho, estoy seguro que habría quedado impune. Fue su decisión. Quizá no quiso malgastar munición o quizá fue realmente una decisión de conciencia. No lo sabré. Pero aquel policía que durante un segundo (que fue un siglo) tuvo nuestras cabezas en la mira de su arma se ha quedado en esta memoria de uno de los días que no podrá olvidar el país.

Así que por mucho que las fuerzas del régimen se empeñen en inventar un relato que trastorne los hechos y la realidad, no podrán hacer olvidar que decenas de miles de personas estuvimos ahí, de pie, contra el suelo, o con las manos en la nuca.

El fracaso absoluto de un liderazgo es cuando no puede resolver los problemas si no es con el derramamiento de sangre. La pregunta para los policías y parapolicías que todavía dudan de aquello es si valió la pena. ¿Valió la pena matar a tantos jóvenes para que el régimen siguiera en el poder?

Mancharon de sangre el Día de las Madres, atacaron y profanaron iglesias, encarcelaron, asesinaron y mandaron al exilio a miles. No hay marcha atrás, aunque quieran normalizar el régimen con unas elecciones, como si no hubiera pasado nada. Presentarse a esas elecciones manchadas de sangre, también sería actuar como si no hubiera pasado nada.

El autor es periodista.
@jsanchomas

Opinión 30 de mayo Catedral represión gubernamental archivo

COMENTARIOS

  1. Hace 3 años

    Muy bueno Sancho un abrazo desde Esquipulas Matagalpa. me conformo un poco al recordar a mi abuelo que decía: no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí