14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Managua, Nicaragua. 11/06/2021. Entrevista con el comeciante y humorista politico Nicaraguense Locuin. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

Dennis Castellón, el hombre detrás de Locuin

Un humorista nicaragüense parodia lo que sucede cada día en el país, pese a que en Nicaragua la sátira política ha sido criminalizada. No tiene miedo. De niño vendió en las calles y lustró zapatos para llevar comida a su casa. Eso le daba más temor.

Contenido Exclusivo CONTENIDO EXCLUSIVO.

GrinChayo tiene la cabeza cubierta por un velo blanco y se prepara para rezar por Nicaragua. Lleva el rostro pintado de verde, gafas estilo John Lennon, un collar de bujía que le regaló un novio que trabajaba en Unión Fenosa, unas pulseras de cable que recibió de otro que laboraba en Telcor y unos aretes de escobas que le dio un pretendiente con cargo en la Alcaldía de Managua. Cada detalle en su indumentaria tiene una historia, pero todo su discurso es improvisado.

No hay guiones. GrinChayo empieza rogando encarecidamente que no existan palabras de odio entre nicaragüenses, pero de pronto le avisan por teléfono que “el enemigo de la humanidad” acaba de sancionar a varias empresas allegadas al régimen, además de “Edwin Castro Júnior”. Entonces el discurso de paz se convierte en un racimo de insultos: “Malditos, inmorales, innobles caballeros, agrios, ustedes no son nadie, ácidos, tóxicos, bacterias, minúsculos, pequeñitos, dejen de joder, se los voy a decir en todos los idiomas”.

“Dejen de joderoski, en ruso; dejen de joderiñi, en italiano; dejen de joderé, en francés; dejen de joderechon en inglés, en británico; dejen de jodoronkosrisis, en ucraniano… Dejen por Dios de joder, no estén jodiendo, juelagranp…”. A estas alturas GrinChayo ha perdido toda compostura. Llora y patalea. Insulta y amenaza: “Malditos los odio, toda la oración que había hecho al inicio, la borro, la borro. Dejen de joder que me van a conocer la verdadera Chayo que llevo dentro”.

Detrás de todo ese maquillaje y “cherequero”, hay un hombre alto y flaco llamado Dennis Castellón, que todos los días se abandona a sí mismo por un rato para meterse en la piel de sus personajes. Los que están inspirados en Rosario Murillo no son sus favoritos, pero toca.

Castellón se hace llamar Locuin, su nombre de humorista, que significa: Locos, Cuerdos, Intencionados. Y desde hace cuatro años se dedica a la sátira política, en este país donde nunca le faltan temas, ni personajes, ni motivos.

Hace muchos años, cuando aún era un muchacho, fue sandinista; pero su paso por la universidad le abrió los ojos, dice. Haber estado en contacto con personas que tenían otros puntos de vista y tenido mayor acceso a información le permitió analizar las cosas desde otra perspectiva, aunque le tomó algún tiempo abandonar las filas del partido.

“Te vas saliendo lentamente, porque es un cártel, en diez años logré salirme totalmente. Aparentando ser poco hábil, aparentando un poco de ‘dundencia’, para sobrevivir”, explica.

Él sabe mucho de supervivencia. Cuando era niño vendió descalzo en las calles de Ocotal, Nueva Segovia, y lustró zapatos en la terminal de buses para ayudarles a sus padres con los gastos de la casa.

En ese tiempo tenía miedo del maltrato que las personas adultas le daban. Los choferes y cobradores de los buses solían empujarlo y patearlo para que se apartara, y más de alguna vez alguien lo manoseó. Pero también tenía claro su propósito: trabajar y llevar dinero a la casa.

Ahora que hace sátira política de un régimen que ha criminalizado incluso el humor, afirma que siente “solo el miedo necesario”. “El exceso de confianza es fatal, el exceso de miedo también. A diario me preparo para el final”, sostiene.

En este instante, fuera de todo personaje, Dennis Castellón se ve bastante serio e, incluso, grave y parsimonioso. Se está tomando una taza de café en algún sitio de Managua que él ha elegido para la ocasión. Aquí se siente seguro.

“Vivo el instante”, agrega. “En Nicaragua es muy difícil planear para el mes, planeás el instante. Esta es la vida, este momento. No estoy pensando en qué taxi me voy a ir de aquí o si el perrito no ha comido o que mañana tengo que pagar el internet”.

Lea: Locuin: ¿A quién destestaría ver sin ropa? “¡A la Chayo! ¡Me muero!”

Actualmente Dennis Castellón vive casi exclusivamente de su trabajo como Locuin. LA PRENSA/ Archivo

Infancia en el campo

Dennis es el cuarto de siete hermanos, cuatro varones y tres mujeres. Nació en 1979 en una remota comunidad llamada Plis, ubicada dentro de la Reserva de Bosawas, “en la colita de Jinotega”. El suyo fue el primer parto atendido por su padre.

Los vecinos más cercanos vivían a diez kilómetros de la casa de sus padres y a veces no había tiempo para ir a buscar a una partera. Dos años después nació el hermano que le sigue en edad y ese parto también fue atendido por su papá. Ese es el primer recuerdo de Dennis. La agitación, el trauma, los gritos de dolor de su madre.

En esos años la vida en el campo estaba marcada por la guerra, con los campesinos en medio de la lucha entre contras y sandinistas. “Por la guerra salimos evacuados, perdimos todo”, relata Dennis. “Solo sacamos familia y algunas dos gallinas para comer mientras se encontraba posada”.

Atrás dejaron la tierra de la hacienda y la montaña. Salieron por agua, en panga, porque no alcanzaron en el helicóptero del Ejército Popular Sandinista (EPS). Tiempo después se instalaron en Ocotal, Nueva Segovia.

Su padre era militar del EPS y por ello tenía ciertos pequeños privilegios, como recibir tres tacos de jabón en vez de uno. Pero de todas formas la provisión a la que tenía derecho era demasiado escasa para una familia tan numerosa.

“Comíamos una vez al día, al final del día, porque a veces no había nada”, recuerda. “No ajustábamos con la cuota, porque éramos demasiados. Comíamos tarde y era arroz, yuca o tortilla con sal”.

Dennis y sus hermanos mayores salieron a vender cajetas y cuajada. Irónicamente en esos años fue que descubrió su pasión por la comedia.

El andar en la calle le permitió acercarse a los televisores de otra familia, ya que en su casa no había. A veces escampaba la lluvia bajo algún alero y colocaba piedras para poder asomarse por la ventana y desde ahí ver el Chavo del Ocho o alguna película de Cantinflas. Ambos personajes se volvieron sus héroes.

Con el triunfo de doña Violeta Barrios y la caída del primer régimen sandinista, en 1990, organismos no gubernamentales fueron llegando a Ocotal. Uno de ellos descubrió al pequeño Dennis y le ofreció ayuda para que trabajara solo medio día y estudiara el resto del tiempo.

Desde los siete años de edad hacía imitaciones de sus padres y sus hermanos, pero cuando llegó al colegio empezó a parodiar a la profesora y el director. Durante el recreo sus compañeros hacían rueda y él montaba un espectáculo privado, a escondidas de las autoridades de la escuela.

Con el tiempo agregaría imitaciones del Chavo, Kiko, Cantinflas, los Simpsons. Y más tarde, ya de adulto, a sus jefes y a los políticos del país, como Enrique Bolaños, Daniel Ortega o Arnoldo Alemán.

Descubrió que “el éxito estaba en reír porque no sabías en qué momento la risa te iba a salvar del fracaso”.

No le gustaba estudiar, pero todos los humoristas famosos que conocía decían que era importante, así que lo hizo de la mejor manera posible.

Locuin

Tras salir del colegio, consiguió una beca para estudiar Ingeniería Civil en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Jugaba futbol, baloncesto y participaba, al inicio con gran convicción, en las protestas por el 6 por ciento constitucional para las universidades.

Pronto fue viendo que algunos se beneficiaban mucho más que otros de esa lucha universitaria y ahí comenzó “a abrir los ojos”.

Cuando Daniel Ortega volvió al poder, Dennis ya era un ingeniero y sabía que no le debía a ningún partido el hecho de tener una carrera. En 2015 comenzó a hacer planes para independizarse y fundar su propia empresa, meta que logró en 2017, un año antes de que estallaran las protestas ciudadanas contra el régimen de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.

Su proyecto de empresario se empezó a venir abajo a partir de abril de 2018. Gracias a eso nació Locuin. “El humor lo apuró abril”, admite. Porque aunque en 2017 ya había tenido una primera experiencia, cuando Luis Enrique Calderón le dio un espacio de quince minutos durante su show en la Ruta Maya, fue la crisis política de 2018 la que terminó de convertirlo en la persona que es hoy.

Graba un video todos los días, siempre en vivo, porque prefiere la espontaneidad. No escribe nada, pero vive permanentemente informado y hace sus parodias según lo que dicte el día. Si Kitty Monterrey, por ejemplo, está dando de qué hablar; Dennis se disfrazará de “Kitler” e improvisará un discurso que no esté lejos del personaje real.

Sus parodias se apegan a los hechos, aunque los exageren. Si su personaje es gordito, se mete almohadas. Si es Cristiana Chamorro, adopta una voz grave, un porte aristocrático y un discurso conciliador, además de una peluca café. Si por el contrario es Rosario Murillo, echará mano de todo el “cherequero” que guarda en su bodega.

Ahí tiene pelucas que guarda desde sus años en la universidad, cuando hacía cosplay, imitando a famosos personajes de las series japonesas conocidas como anime. Tiene objetos que le ha conseguido su novia, con la que está en una relación desde hace 17 años, y ropa psicodélica que le han enviado desde Costa Rica, a fin de darle insumos para interpretar a la primera dama nicaragüense.

Toma, por ejemplo, una sombrilla con punta de calabaza y dice que como Chayoker está “lista para concursar en el día de brujas”.

Después suelta una retahíla que no dista mucho de las que suele verbalizar la vocera del Gobierno: “Bienvenidos, vandálicos, minúsculos, malditos, ratas que han querido quitarnos el gobierno, sanguijuelas, podredumbre, aguas negras, sucios, caretos, huecomundos, malditos hormigas, de las hormigas negras, culebras ponzoñosas, malditos hongos”.

En medio de una dictadura, Dennis Castellón se ha hallado a sí mismo y está todo lo contento que se puede estar en este contexto. “Se me encontró todo en la vida e increíblemente amo tanto lo que hago, que aunque me cayó en tiempos de crisis, he vivido mejor que nunca”, afirma.

Aunque sabe que en la Nicaragua de hoy es difícil planear para mañana, quiere ser uno de los mejores humoristas del país. Y está seguro de que va a conseguirlo.

Podría interesarle: Maykell Marenco: el niño que venía agua helada y se convirtió en economista

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí