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La voz del pueblo es la voz de Dios

La semana pasada al tiempo que se realizaban redadas de opositores de alto perfil político, que con los 4 precandidatos ya suman 13 nuevos presos políticos, o 15 si sumamos los dos exfuncionarios de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH), la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) emitió un mensaje esperanzador, una luz en la oscuridad que dista mucho del pesimismo reinante.

El eje central del mensaje de la CEN es que todos los nicaragüenses debemos exigir el respeto al derecho al voto en elecciones libres, creíbles y observadas nacional e internacionalmente, porque todos los nicaragüenses queremos y preferimos un sistema democrático y debemos evitar que se institucionalice la represión, la persecución contra los opositores, medios de comunicación, las leyes en detrimento de los derechos humanos, el asedio y el hostigamiento permanente.

Ahondando sobre el contenido del mensaje de la CEN, monseñor Rolando José Álvarez en su homilía del pasado domingo 13 en la Diócesis de Matagalpa, mientras en Managua la Policía política del régimen llevaba a cabo la redada de los 5 dirigentes de Unamos, afirmaba:

“El país ha entrado en la etapa más importante de su historia: la tarea de reconstruir una nación. Estamos conscientes que esta tarea por una parte es fácil porque los nicaragüenses no dudamos de ser miembros de una nación, pero por otra es menos fácil, porque el conflicto entre miembros de una misma familia es siempre más amargo y divisorio. De hecho, en nuestro mensaje queremos iluminar las conciencias y señalar caminos de amor, conversión, reconciliación, unidad y esperanza para construir una Nicaragua sobre fundamentos de paz y justicia”.

Y concluyó con estas sabias palabras: “Por ello el próximo proceso electoral es un marco propicio para la democratización de nuestro país que debería ser asumido como un proceso ético, libre, transparente y justo, que permita escuchar la voz del pueblo, porque la voz del pueblo, es la voz de Dios (vox populi, voz Dei)”.

De igual manera el obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio José Báez desde la iglesia St. Agathe de Miami se hizo eco del mensaje alentador de la CEN y llamó a los creyentes a no desfallecer frente a los poderosos que dominan a los pueblos y que siembran desesperanzas y desencantos con el fin de provocar el miedo.

Queda claro que quien no teme a la voz de su pueblo, expresada libremente y periódicamente en la urna electoral, no teme a la voz de Dios, la cual según monseñor Báez no depende totalmente de nosotros: “Hay que actuar con clara conciencia de que no todo depende de nosotros y que nada puede detener la acción de Dios en la historia. Más allá de nuestros pequeños esfuerzos, en muchas está la mano bondadosa de Dios transformándolo todo”.

Si Ortega y Murillo no desean escuchar la voz del hemisferio occidental colegiada en la OEA, la voz de la comunidad internacional colegiada en la Unión Europea, o la voz inclusive de países con gobiernos afines como México y Argentina que con alarma, respeto y cautela, proponen soluciones, debería al menos escuchar la voz de su pueblo que es la voz de Dios, manifestada libremente en un proceso electoral libre, transparente y observado.

Ya lo hicieron en 1990, 1996, 2001 y en el 2006 donde esa voz finalmente les favoreció, con el voto de un 38 por ciento de la población.

Mientras tanto, retomando las palabras de monseñor Báez “no hay que desfallecer ante lo que parece el triunfo de la injusticia” y hay que seguirse preparando para el escenario electoral, para que sea un triunfo inobjetable e inconfundible de la voz del pueblo.

La pasividad y la desesperanza reflejadas en la abstención nunca ha cambiado gobiernos, el voto sí.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

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