¿Quién te ha dicho a vos que podés reconstruir una sociedad o país que ha perdido hasta niveles críticos de caos, los principios, valores y derechos que constituyen la dignidad del individuo?
¿O es que desconocés que la persona humana con sus defectos y cualidades prima sobre todo argumento o artificio, silogismo o sofisma, transparente o encubierto, incluyendo la ley?
Toda esta primacía del hombre, hombre-individuo, hombre-ciudadano, hombre creyente o ateo, es la que sentó Jesús, nuestro Jesús Sacramentado, cuando sentenció: “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; el hombre es más importante que el sábado”.
Con el frescor de la mañana aún, en esta tierra de “dorados soles”, con fe y respeto en la acera de mi casa veo pasar al Santísimo. ¡Es Corpus Christi! Junio 2021.
Unos policías en la esquina detienen el tráfico mientras pasa Jesús Sacramentado, presente en la Custodia que sostienen las manos consagradas del sacerdote, ambos caminan bajo un palio llevado por varones “que aún creen en Jesucristo” y escoltado por las “Marías del Sagrario”, esperanzadas y fervorosas mujeres vestidas de blanco que oran sin cesar por su patria. Miro alrededor, indiferencia, casas cerradas, algunas personas en el umbral de sus puertas, varias de ellas por otros menesteres… conductores y transeúntes se detienen o caminan sin saber por qué… inexpresivos.
Mi país está absorto… lelo, como dicen en ocasiones donde la persona parece “haberse quedado en el aire”. De una persona falta de juicio suele decirse: “está ida”.
Los principios y valores morales son el andamiaje que sostiene una mente sana, porque los quehaceres y acontecimientos del diario vivir son confrontados imperceptiblemente con patrones estándares de conducta racional y moral. Cuando estos no se concilian, se da un estado de perplejidad que lleva a una suerte de “encantamiento”, un quedarse en el aire en nuestro argot popular, que en neurología y psiquiatría se conoce como “falta de contacto con la realidad”. Hay un desconcierto, y no es para menos… sumido en una confrontación sociopolítica desde abril de 2018, golpeado por la pandemia del Covid-19, víctima de una guerra de descalificaciones personales sin ningún pudor, atrapado en la adicción a unas redes sociales indecorosas, sumergido en la nebulosa del discurso político de líderes que ofrecen democracia y proclaman alianzas que no terminan jamás de ser, confundidos por la existencia de un gobierno omnipresente en todas las instituciones.
En una atmósfera carente de diálogo, donde predomina el monólogo, que al excluir la argumentación, refutación o discrepancia, por sí mismo corta o inhibe la libertad de pensamiento, incidiendo negativamente en la salud mental de la sociedad, en todos sus estratos.
Y las normas o asideros legales se mueven a discreción, manteniendo una expectativa insana que provoca un estado mental y anímico de “nadie sabe a qué atenerse”. Y el despertar nos asusta con la noticia de otro secuestro, allanamiento, feminicidio, inseguridad y temor.
Y el vecino que regresó del hospital para ser tratado en su casa, víctima del rebrote de Covid, contrasta con el otro que sin mascarilla sale con su familia al festival gastronómico organizado por la Alcaldía… ¿despreocupación, desconcierto, desinterés de sí mismo y su vida, desubicación en tiempo y espacio? Todos y no digamos la suma de todos, signos de alteración de la salud mental, transitoria o permanente. ¡Nuestro pueblo está enfermo!
El diccionario dice que inhábil significa “que no tiene las cualidades y condiciones necesarias para hacer una cosa”, y quienes presentan estas características, estos síntomas diría yo, son inhabilitados.
Los inhabilitados en Derecho constituyen personas o ciudadanos que no presentan las cualidades o no tienen las condiciones necesarias o apropiadas para ejercer un derecho, ejemplo… “inhabilitado mentalmente para testar”.
La elección es un acto que requiere el pleno uso de nuestras funciones superiores, como son claridad de pensamiento, discernimiento, memoria, análisis, ubicación en tiempo y espacio. Un pueblo absorto, lelo, ido , reprimido en sus emociones, está mentalmente enfermo y por ende inhabilitado para elegir entre tal o cual individuo, condición patológica social que puede ser transitoria o permanente.
Nuestra nación requiere de una catarsis sanadora en un clima de respeto y paz entre el gobierno y la ciudadanía que revierta esta inhabilitación mental transitoria. Este período que a mi juicio debe empezar ya, funcionará como terapia y rehabilitación previa a unas elecciones legalmente válidas.
Solo con mentes sanas se alcanzan corazones tranquilos que nos quiten el eco de nuestras propias voces, para poder oír a los demás. Solamente así se tomarán decisiones sabias, justas, que diriman los conflictos, restauren la armonía y el orden en la nación.
La juventud que conserva diáfana su cualidad analítica, está expectante. Visualizan su futuro y se niegan a vivir en un pueblo enfermo.
De verdad que hoy más que nunca la solución a nuestra realidad está en nosotros.
El autor es médico.