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El DR-Cafta no debería de ser un “peón”

En las últimas semanas, he notado que algunas voces —tanto en Nicaragua como en Washington— se han pronunciado en favor de que se considere negarle a Nicaragua acceso al tratado de libre comercio que firmó con Estados Unidos (EE. UU.) en conjunto con los otros países centroamericanos y la República Dominicana, conocido como el DR-Cafta.

Al mismo tiempo, otros se han opuesto a esta idea, incluyendo LA PRENSA en su editorial del 23 de junio y en un escrito de opinión de don Adolfo Miranda Sáenz publicado en LA PRENSA el 28 de junio. En ambos casos, se argumenta que sacarnos del DR-Cafta castigaría principalmente al pueblo nicaragüense y que, por ende, no hace sentido.

Me sumo totalmente a este segundo punto de vista: el de no incluir nuestro acceso al DR-Cafta en el juego de ajedrez político entre El Carmen y Washington por el tema de derechos humanos y de elecciones libres en noviembre. A continuación explico el porqué de mi posición.

Inicio mi análisis con un poco de historia. La idea de un DR-Cafta nace a inicios del nuevo milenio cuando George W. Bush era el presidente de EE. UU. y los países centroamericanos, excluyendo Panamá, se unieron a la República Dominicana para buscar un acceso privilegiado al mercado norteamericano, en ese entonces el más grande del mundo. En la Unión Americana ya existía el modelo del tratado de libre comercio con Canadá y México, conocido como el Nafta, por sus siglas en inglés, pero el DR-Cafta sería su primer tratado de libre comercio con un grupo de economías pequeñas como las nuestras.

El DR-Cafta fue aprobado rápidamente por todos los países, con excepción de Nicaragua, cuya Asamblea Nacional no lo aprobaba. Esto por la compleja situación que existía en nuestro parlamento para el presidente Bolaños, que era un “huérfano político” por su pleito con el partido más grande en la Asamblea —el PLC— y con el FSLN.

En esos días yo estaba en las “alturas de las llanuras”, a como mi padre llamaba a la vida privada, dedicado a mis asuntos particulares. Sin embargo, veía que el DR-Cafta era una oportunidad dorada para Nicaragua y escribí un artículo de opinión en LA PRENSA apoyando nuestra incorporación a él. Me basaba en mi experiencia durante años en el Banco Mundial, especialmente con la pequeña isla de Mauricio que en una generación se transformó de un país pobre en el “tigre del océano Índico” gracias a sus maquiladoras. También me influenció la feliz experiencia de México en el Nafta.

Esencialmente, en mi artículo pronostiqué que el tener acceso al mercado norteamericano sería altamente provechoso para nuestro país, especialmente para la creación de empleos en nuestras maquiladoras o zonas francas, a como las llamamos acá. Don Enrique me escribió una carta agradeciéndome ese respaldo escrito.

Nuestra Asamblea finalmente aprobó el DR-Cafta el 10 de octubre de 2005 con el apoyo de la bancada del PLC, pero con los diputados del FSLN votando en su contra. Esto porque, según ellos, solo beneficiaría a los ricos. Quizás los sandinistas también temían que Nicaragua no podría competir con EE. UU.

Con el pasar del tiempo, ocurrió lo que yo había anticipado. El volumen de exportaciones de bienes y servicios entre EE. UU. y los miembros del DR-Cafta creció exponencialmente. Y aunque en su conjunto la Unión Americana logró un superávit en su comercio con nuestros países, Nicaragua fue el único país centroamericano que logró un robusto superávit con Norteamérica tanto en bienes como servicios. En el proceso, el número de empleados en nuestras zonas francas creció a más de 120,000.

Veamos las cifras. Según el Representante de Comercio de EE. UU., conocido como el USTR, por sus siglas en inglés, en 2019 Nicaragua logró triplicar sus exportaciones de bienes y servicios a US$4.3 mil millones a EE. UU. e importó US$2 mil millones de la Unión Americana. Esto arrojó un saldo positivo para nosotros de US$2.3 mil millones. Esta cifra supera, y por mucho, lo que nos desembolsaron el Fondo Monetario, Banco Mundial y BID ese año y lo que recibimos en remesas ¡combinadas!

Obviamente, como país y pueblo no nos conviene desnucar al DR-Cafta, el ganso que pone el huevo de oro. Sería un sacrificio económico que nos perjudicaría a todos y por mucho tiempo. Por ejemplo, no olvidemos que la inmensa mayoría de los desempleados de zona franca caerían en la pobreza. Pero además, dejarían de cotizar al Seguro Social, dañando aún más la ya precaria situación financiera de esa institución.

Sé que Nicaragua está atravesando momentos políticamente difíciles y que en su desesperación algunos compatriotas están cabildeando a favor de nuestra suspensión del DR-Cafta. Pero favorecer nuestra salida del DR-Cafta no ayuda en nada y sería enormemente costoso. No olvidemos que la mayoría de las maquiladoras son empresas golondrinas. Costó mucho atraerlas a Nicaragua. Y si perdemos nuestro acceso al mercado estadounidense, les aseguro que agarrarán vuelo y que difícilmente volverán, aún en momentos más tranquilos. ¿Realmente es eso lo que necesitamos o queremos? La respuesta debería de ser un “no” rotundo.

En este mundo, la pasión tiene su lugar. Pero no mucho en la política. En esta se necesita cabeza fría y no hígado. La serenidad, el sano criterio y el patriotismo cuentan para mucho más en el ajedrez político, y se deben de imponer especialmente en lo del DR-Cafta. Esto especialmente por las nefastas consecuencias socioeconómicas que enfrentaríamos si nos equivocamos en cuanto a este tema ¡tanto en Washington como en Nicaragua!

El autor fue director del Banco Mundial.

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