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¿Por qué mueren los generales cubanos?

Cuba comunista ha hecho un arte de producir extrañas dolencias médicas y misteriosas muertes. No son más que otros “logros” de la revolución socialista.

El Síndrome de La Habana, una dolencia incapacitante y permanente que ha dejado sordos y discapacitados de por vida a decenas de diplomáticos estadounidenses y a sus familias, por un presunto intento de espionaje para robar información de aparatos electrónicos a distancia, se une ahora una misteriosa cadena de muertes de militares de alto rango y oficiales de la seguridad del Estado desde que comenzó el levantamiento cubano del 11 de julio. ¿Por qué están muriendo generales cubanos?

Agustín Peña Porres, Manuel Eduardo Lastres Pacheco, Marcelo Verdecia Perdomo, Rubén Martínez Puente y Armando Choy Rodríguez son los nombres de los generales cubanos de alto rango de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR) y del Ministerio del Interior (Minint: seguridad del Estado) que han muerto en un período de ocho días tras las masivas protestas populares contra el régimen y la consiguiente represión bárbara.

No hay duda de que estos hombres habían servido bien a la dictadura castrocomunista. Al hacerlo, en su calidad de altos cargos del Ejército y de la policía política, habían ejecutado muchos crímenes que los harían merecedores de ser procesados penalmente por las normas legales internacionales establecidas. En otras palabras, todos ellos tenían las manos manchadas de sangre.

La historia, sin embargo, está llena de individuos que colaboraron con la tiranía y que, en momentos cruciales, dieron un giro radical y enmendaron su pasado pecaminoso conspirando para derribar el mal que ayudaron a afianzar. Los más cercanos al poder político, especialmente si mandan o tienen influencia sobre el armamento y los soldados, son los más indicados para derrocar gobiernos.

Las dictaduras, especialmente los regímenes totalitarios, lo saben muy bien. A esto se refieren las ciencias sociales cuando hablan de una “revolución de palacio”. Se trata de un golpe de Estado desde los confines del régimen existente. Cuando esta acción pretende poner fin al dominio liberticida, es la ejecución del derecho de rebelión, ingrediente inherente a un principio republicano y cristiano diseñado moral y logísticamente para impulsar actos cívicos y patrióticos de liberación.

El comunismo cubano ha logrado magistralmente evitar una revolución de palacio por tres factores principales. El primero ha sido su formulación estratégica de las FAR. Al dividir las fuerzas armadas en tres entidades separadas (ejércitos oriental, central y occidental), se complica una conspiración centralizada. Otro elemento ha sido la implicación de los altos mandos militares en el ámbito económico. Esto es algo que el régimen marxista de La Habana comenzó con el proyecto de Perfeccionamiento Empresarial Militar en la década de 1980. Cabe destacar que China comunista, al estructurar su esquema de liberalización económica, otorgó a sus fuerzas armadas el papel de pioneras de las primeras empresas comerciales dirigidas por el Estado.

El tercer factor de aseguramiento del castrismo contra los golpes de Estado ha sido su enorme inversión en una red de contrainteligencia de primer nivel. Cuando se le pide que especifique qué diferencia a una dictadura comunista de una simple autoritaria, Milovan Djilas, el exmarxista yugoslavo, político y autor del clásico La nueva clase: un análisis del sistema comunista (1957), señaló que en un régimen comunista el enemigo es la oposición y/o disidencia genuina o sospechosa y cualquier adversario “potencial”.

Dentro de Cuba, así como en el exilio en todo el mundo, los grupos y las organizaciones de la oposición están infiltrados. Esto no es exclusivo de la oposición/disidencia. El propio aparato del régimen castrista es constantemente espiado por operativos de contrainteligencia. Las FAR, el Minint y todas las organizaciones que se extienden desde el Partido Comunista de Cuba son vigiladas de cerca.

La cadena de generales cubanos fallecidos de la cúpula del poder del régimen castrista que “murieron” entre el 17 y el 26 de julio y que fueron incinerados mostraban como mínimo un nivel de afinidad tácita con el levantamiento popular cubano que comenzó el 11 de julio y/o un descontento en el proceso represivo subsiguiente de tortura y condena a sentencias de prisión a la juventud cubana.

No hace falta, necesariamente, planear un intento de liberación para que uno sea asesinado. A nivel de tener cualquier conexión con un batallón armado de cualquier tipo, una simple mirada de desafección a una criada (a las agencias de contrainteligencia les encanta utilizar criadas, cocineros, jardineros, conductores y otros puestos que construyen relaciones de confianza) es suficiente para que uno sea asesinado. El hecho de que los generales fueran incinerados rápidamente da credibilidad a la noción de que fueron torturados antes de ser asesinados para extraer cualquier información potencial.

Mientras que pocos llorarán la muerte de estos cinco oficiales militares de alto rango y antiguos servidores del castrocomunismo, solo quizás en una Cuba libre sabremos si alguna de estas muertes estuvo involucrada en un intento de liberación a gran escala. Una cosa es segura, no serán los últimos en “morir” misteriosamente. La posición del pueblo cubano frente a la tiranía marcó un cronómetro ese domingo 11 de julio.

El barril de dinamita de la libertad estallará en algún momento y desatará la ofensiva final de liberación. Una palabra de advertencia para muchos dentro de las filas de las FAR y el Minint, incluyendo a los oficiales de menor rango, que puedan estar considerando ponerse del lado del pueblo y liberar a Cuba: actúen con óptimo secreto, sean audaces y recuerden que el derecho hace al poder y la historia y la justicia respaldarán sus acciones.

El autor es politólogo, escritor, conferenciante, comentarista y director de los foros políticos y las publicaciones digitales, Patria de Martí y The CubanAmerican Voice y columnista de El American. Publicados en El American el 13 de julio, 2021.

Opinión Cuba FAR Milovan Djilas tiranía archivo
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