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Ley antiaborto en Texas: ecos de otros tiempos

 

(FIRMAS PRESS) El voto de 5 a 4 de la Corte Suprema de Estados Unidos ha negado que se bloqueara la nueva ley antiaborto en Texas. La inacción, impuesta por los jueces conservadores que se cimentaron bajo la administración Trump, deriva en la prohibición casi total de la interrupción del embarazo en un estado con mayoría de legisladores republicanos: no se puede abortar a partir de la sexta semana de gestación (sin hacer excepciones por violación o incesto) y cualquier particular puede denunciar a quien ayude de algún modo a que se realice la interrupción del embarazo una vez que se alcance este plazo.

Mientras se esperaba la decisión del máximo órgano judicial del país, las 24 clínicas de abortos que todavía operan en Texas se vieron abarrotadas de mujeres que no querían incurrir en una transgresión que se puede pagar con largas condenas. Fueron horas de angustia y de frenética actividad entre quienes defienden el derecho a abortar que, gracias a la histórica sentencia de Roe vs. Wade en 1973, convirtió en constitucional el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Este revés abre las puertas a otros estados predominantemente republicanos que pretenden seguir el ejemplo tejano restringiendo al máximo el acceso al aborto.

Ya es una realidad la cantidad de mujeres que están haciendo citas en clínicas de Kansas, Oklahoma o Colorado, dispuestas a salir de Texas para poner fin a una gestación que por distintos motivos no pueden o no desean llevar a término. Eso me hizo recordar los años 70 y principios de los 80 en España, desde donde, si se quería evitar los peligros de un aborto clandestino, quienes tenían pasaporte y el dinero suficiente viajaban a Londres, Ámsterdam o París.

 Al leer sobre lo que hoy acontece en Texas repasé la hemeroteca de aquellos años que marcaban el final del franquismo y los albores de una transición a la democracia que tardaría en despenalizar completamente el derecho a abortar. En 1983 casi 23,000 españolas viajaron a Gran Bretaña y en la península se registraron entre 300,000 y 400,000 abortos clandestinos. Según datos no oficiales, la mayoría de las mujeres que entonces se atrevían a dar el paso lo hacían por motivos económicos, problemas familiares y por casos de violación. No fue hasta 1978 (tres años después de la muerte del dictador Francisco Franco) cuando se despenalizaron los anticonceptivos.

 Bajo el gobierno socialista de Felipe González se consiguió en 1985 la despenalización parcial de la interrupción del embarazo bajo tres supuestos: violación, malformación del feto o riesgo físico o mental para la madre. Al fin, con el también socialista José Luis Rodríguez Zapatero en el poder, en 2010 se despenaliza totalmente la interrupción del embarazo durante las primeras 14 semanas de gestación. La ley del aborto significó el triunfo de una larga lucha por la independencia de las mujeres y sus derechos reproductivos. Atrás quedaban los años de abortos secretos con ínfimas garantías sanitarias y las escapadas a países vecinos sin orientación ni guía. Por considerables que fueran las restricciones, castigos y el escarnio social que podían enfrentar, fueron muchas las mujeres que se arriesgaron con tal de ejercer un derecho íntimo y propio.

Hoy también son muchas las mujeres en Texas que se ven en una disyuntiva similar en pleno siglo XXI, cuando Roe vs. Wade hasta hace poco parecía una conquista sólida que ha costado sangre, sudor y lágrimas. No es un buen precedente en una nación que está experimentando una involución en logros sociales. Sobre la decisión de la Corte Suprema la jueza Sonia Sotomayor, una de sus integrantes y en minoría liberal, dijo: “La Corte no debe contentarse con ignorar sus obligaciones constitucionales de proteger no solo los derechos de la mujer, sino la santidad de sus precedentes y del estado de derecho”. Ecos de otros tiempos que no fueron precisamente felices.

[©FIRMAS PRESS]

La autora es periodista.

Twitter: ginamontaner

Opinión interrupción del embarazo ley antiaborto Texas archivo
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