El Bicentenario de la Independencia de Nicaragua se celebra en condiciones muy difíciles, nada propicias para el júbilo y el festejo bullicioso.
Ciertamente, esta celebración de las Fiestas Patrias de Nicaragua está condicionada, o más bien limitada, por la crisis política y drástica restricción de los derechos y libertades que les fueron reconocidos a los nicaragüenses ya desde hace doscientos años.
Pero también esta conmemoración es afectada negativamente por el recrudecimiento de la pandemia del coronavirus que obliga a tomar las máximas precauciones, sobre todo evitar las aglomeraciones de personas y aún reuniones de poca participación.
Pero el Bicentenario de la Independencia es un magno acontecimiento que no se puede dejar de celebrar. Y en nuestro caso, de LA PRENSA, lo hacemos como corresponde a su naturaleza y función de medio de comunicación social.
De manera que rendimos al Bicentenario de la Independencia Centroamericana y Nacional un solemne homenaje intelectual, con la expresión del pensamiento y las ideas que exaltan los valores de la República, la libertad, la democracia, la dignidad de la persona como ciudadano y no como súbdito. Valores y principios que fueron trascendentales conquistas jurídicas y políticas de los actos de separación de Nicaragua del reino de España y la Independencia Nacional.
Nuestro tributo al Bicentenario es la presentación de una colección de artículos de opinión, algunos de los cuales los hemos publicado desde antes del 14 y 15 de septiembre, en los cuales diversas personas de mucho prestigio intelectual valoran desde diversas perspectivas los épicos acontecimientos históricos de septiembre de 1821 y 1856.
Entre las personas destacadas cuyos artículos publicamos en estos días de las Fiestas Patrias figuran historiadores miembros de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, juristas, escritores magistrales en diversas disciplinas, analistas políticos y poetas.
Sobre la Independencia Nacional y aún sobre la Batalla de San Jacinto hay mucha controversia, como debe ser acerca de todo hecho histórico relevante. Si la sociedad es plural necesariamente el pensamiento de las personas tiene que ser diverso, convergente y contradictorio. En eso radica su riqueza y capacidad para formar y cultivar el acervo intelectual y cultural de la nación.
Si revisamos los documentos fundacionales de la República de Nicaragua y sobre todo sus primeras constituciones, de la Federación Centroamericana y del Estado nacional, encontramos que precisamente los valores primordiales que inspiraron a los próceres fundacionales de la identidad política nacional fueron entre otros el respeto a la libertad de conciencia, pensamiento y palabra; la diversidad de opinión; el derecho de votar para elegir a las autoridades; la igualdad jurídica de los ciudadanos y el respeto de los derechos humanos aun cuando en ese tiempo no existía ese concepto.
Al respecto es oportuno señalar, por los acontecimientos políticos de la actualidad y una de las situaciones que más angustian a los nicaragüenses de bien, como es la de los presos políticos y de conciencia, que ya la primera Constitución del Estado de Nicaragua que fue promulgada el 8 de abril de 1826, estableció en su artículo 138 el derecho de los presos a un trato humanitario en las cárceles; que estas debían servir para “para asegurar y corregir, y no para molestar a los presos…” los cuales “serán visitados con la frecuencia que determinen las leyes”.
Da tristeza comprobar cuánto se ha retrocedido en humanitarismo y régimen político desde esa época, en vez de avanzar y progresar como querían y por lo que lucharon los próceres de la Independencia Nacional y fundadores del Estado de Nicaragua.