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Dos independencias

Querida Nicaragua: Desde mis tiempos de jovencito de primaria en la Escuela Pública de Varones de Ciudad Segovia, el mes de septiembre ha traído para mí una sensación extraña.

En esos tiempos desfilábamos el 14 de septiembre y en la plaza el ministro de Instrucción Pública tomaba la jura de la bandera a todos los estudiantes. En septiembre tenía sueños de batallas, tiros, rifles, caballos, sin faltar la hermosa Hacienda San Jacinto defendida gallardamente por el coronel José Dolores Estrada y su tropa de valientes causando la derrota final de los filibusteros. En mis sueños cabía naturalmente Andrés Castro con la gloriosa piedra matando a un filibustero que pretendió saltar el muro de piedras que defendía la casa hacienda. Recuerdo que en el año 43 nos entregaron unos lindos rifles de madera y vino de Managua a entrenarnos en las marchas un personaje famoso en ese tiempo y a quien llamaban Mr. Hit.

No quería dejar pasar la fecha para recordar aquellos días de paz en las Segovias. Eran tiempos de transportarse a caballo, o en mula y los granos, frutas y mercancías iban y venían en carretas tiradas por fornidos bueyes de ojitos nazarenos y fuerte musculatura. Me encantaba contemplar el proceso cuando elaboraban la miel de la caña hasta convertirla en rubios atados de panelas de dulce. Ahí platiqué varias veces con Lizandro, el mandador de la hacienda. Y fue él quien me dijo que le iba a pedir permiso al patrón para ir con sus cipotes al desfile de la Independencia de Centroamérica el 14 de septiembre. Aproveché para explicarle que el 14 de septiembre no era la fecha de la Independencia de Centroamérica sino que celebrábamos la Batalla de San Jacinto; que la Independencia de Centroamérica se proclamó en 1821, 35 años antes de la Batalla de San Jacinto y que esta se había librado el 14 de septiembre de 1856.

Observé que se le hizo como un enredo aquella parte de la historia nuestra y entonces le expliqué claramente los hechos.

Después de muchos acontecimientos históricos en España y en algunas naciones de América, algunos próceres centroamericanos reunidos en Guatemala promulgaron la independencia el 15 de septiembre de 1821. Los pueblos centroamericanos no estaban todos de acuerdo, de modo que siguieron en luchas por el poder hasta que se tuvieron que unir frente al filibustero William Walker, quien fue contratado por los liberales para que les ayudara a botar a los conservadores. Pero Walker se cogió el mandado, como decimos los nicas y se tomó la ciudad de Granada, la que mal gobernó durante unos meses e implantó o quiso implantar la esclavitud y convertirnos en colonia norteamericana. Ante esto se unieron liberales y conservadores, firmaron el famoso “Pacto Providencial” y pidieron ayuda a los gobiernos centroamericanos, los que respondieron favorablemente. Llegamos así al año 1856 en plena lucha contra el yanqui invasor. Fue en esa fecha cuando el coronel José Dolores Estrada y sus hombres derrotaron al filibusterismo. Esto fue el 14 de septiembre de 1856.

Lizandro me quedó viendo y me dijo: entonces tenemos dos independencias, una de España en 1821 y otra de los filibusteros de Walker en 1856. Lizandro entendió perfectamente y desde aquel día supo que sus muchachos marchaban en el desfile del 14 por una causa que valía la pena. Hoy pienso que hice bien en explicarle las dos fechas y que haberlo metido en el enredo de los próceres que no se ponían de acuerdo en la independencia y que unos más bien querían seguir bajo el dominio del rey de España, lo hubiera confundido. Si Lizandro vive todavía, reciba todo mi aprecio.

El autor es empresario radial.

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