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200 años de Independencia

Cada año, durante las conmemoraciones patrias en Nicaragua, se enfocan sucesos específicos como la Batalla de San Jacinto o la independencia firmada en Guatemala. De este último acto no se advierte el establecimiento del sistema republicano con sus diferentes órganos de gobierno y el sentido que esto pudo representar en el futuro.

Desde 1776 empezó a desarrollarse en América un movimiento político que se extendería al Reino de Guatemala (1821) y después de aquella fecha se establecieron en Centroamérica los instrumentos del sistema republicano, un Ejecutivo que funcionaría como un jefe de Estado, un órgano legislativo que deliberaría las leyes y un mecanismo que administraría la justicia. Todo esto como una fórmula descentralizadora del poder, a diferencia de las virtudes omnímodas y absolutistas del monarca que había regido.

Como un complemento básico, las deliberaciones en los Estados Generales franceses aportaron al mundo los “Derechos del Hombre y el Ciudadano”, es decir: la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad, conceptos fraguados por el “sentido común” inglés y que establecieron una nueva relación del individuo frente al Estado.

Todo esto fue producto de la razón, como instrumento de análisis autónomo del ser humano y aportó los argumentos necesarios para proyectar hacia el futuro la noción de libertades necesarias al individuo que el sistema de la monarquía no había considerado. No se puede creer que esto sea solo teoría si las casas reales que subsistieron se decidieron por una variante republicana, ya fuera una monarquía constitucionalista o una parlamentaria, para apegarse a los cambios globales.

Así se dejaría de creer que el monarca era quien tenía todas las soluciones en su mano, quien decidía la manera de aplicar la justicia o acerca del destino de los súbditos. Estos nuevos conceptos inundaban todo el ambiente americano, si se considera el ambiente comercial ––pues otro fue la libertad de comercio. España lo habría declarado en sus territorios americanos desde 1778, cuando había establecido su “Reglamento de Libre Comercio”, que Guatemala aprovechó a su gusto sobre Nicaragua y las otras provincias.

De esta circunstancia nacería la tesis nicaragüense de “autonomía administrativa” que no perseguía un rompimiento con España, sino librarse de la sujeción guatemalteca. Esto fue el detonante y aunque la independencia trajo más bien una evidente crisis comercial y económica a Nicaragua, eventualmente se recuperó con el cultivo del café y le concedió estabilidad al nuevo sistema republicano.

En el país hubo tropiezos al inicio, especialmente frente a las identidades localistas que expresaban algunos focos urbanos como León y Granada, además de Managua, cuya evolución fue repentina. A pesar del peso específico de estas, los nuevos instrumentos del sistema republicano se sostuvieron funcionando precariamente como una muestra de que el régimen monárquico con todas sus virtudes había declinado.

Se aseguró la independencia de los poderes –lo que ahora se llama “Estado de Derecho”– y que pretendía garantizar el bien andar del nuevo sistema. Es así que hace doscientos años en Nicaragua se inició ese largo periodo de la historia política: el establecimiento del sistema republicano y la construcción de la Nación.

La rápida universalización de todas aquellas novedades en el mundo occidental pronto adquirió carácter jurídico e hizo aquellos cambios inevitables. En medio de estos cambios, el antiguo súbdito de la monarquía vino a ser el ciudadano que disfrutaría esos nuevos derechos y los reconocería en otros.

No sería el monarca la figura imprescindible y necesaria para el “buen gobierno”, ni el predestinado desde el más allá que traía consigo todas las “decisiones sabias” que debían gobernar. En Nicaragua, mal que bien, se trató de cumplir con estos nuevos preceptos republicanos durante el siglo XIX, especialmente en su segunda parte; después que España reconociera la independencia de Nicaragua en 1850.

Únicamente hubo un momento en el que la alternancia en el poder fue rota por decisión vital para salvaguardar la Nación, y esto fue durante los periodos de Tomás Martínez (1858-1867). En este se reunieron nuevamente los poderes pero, pasada la emergencia, se volvió a la secuencia normal republicana. Martínez fue una especie de dictador en el contexto de salvar la Nación ante las urgencias que los tiempos imponían.

Con el buen funcionamiento del sistema republicano en la segunda parte del siglo XIX, se hizo pensar en condiciones favorables que llevaran al país a un relativo progreso. Esto trajo el ferrocarril, bancos, libertad de expresión, el desarrollo del periodismo nacional, libertad de culto, entre otros.

Aquella vetusta figura de la monarquía era un objeto lejano en el país y solo quedarían las enseñanzas que el sistema republicano aportó como instrumento formativo a la sociedad. Como el mostrar apego a las libertades civiles, el respeto a los derechos humanos y reconocer que las personas tienen derecho a un pensamiento distinto.

Esto tampoco es teoría. Se trata de una práctica política que en el mundo ya tiene mucho tiempo y en Nicaragua cumple en este 2021 doscientos años de vigencia. Después de todo ese tiempo, se ha educado a la ciudadanía al respecto a la utilidad del sistema republicano y todos sus instrumentos jurídicos.

La autora es historiadora. Tesorera de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua.

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