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Ante la muerte de la madre de Max Jerez

La mamá del dirigente estudiantil y preso político Max Jerez, doña Heydi Meza Torres, falleció este viernes 17 de septiembre, a los 67 años de edad, como consecuencia de una grave enfermedad por la cual se encontraba hospitalizada.

Doña Heydy no pudo ver ni abrazar por última vez a su único hijo, como era su más ferviente deseo. Y Max, en la cárcel, si acaso le han dado la trágica noticia, debe estar desesperado por la impotencia y transido de dolor emocional.

La Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN) —de la cual Jerez es uno de sus principales dirigentes—, informó que antes del fallecimiento de doña Heydi el abogado de Max hizo las gestiones necesarias para que lo llevaran al hospital y pudiera abrazarla y darle el último adiós. Pero las autoridades de Policía y judiciales fueron tan insensibles como inflexibles y no atendieron la solicitud.

 Max Jerez fue uno de los líderes estudiantiles más destacados durante el estallido social de abril de 2018. También participó en el diálogo nacional de 2018 y en las negociaciones políticas de 2019, en las que infructuosamente se trató de encontrar una solución a la profunda crisis sociopolítica nacional.

Jerez fue encarcelado el 5 de julio pasado y un par de meses después el régimen lo acusó, junto con otros presos políticos, por supuesta “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional”. Como se sabe, este es uno de los absurdos delitos que la Fiscalía imputa a los prisioneros políticos y de conciencia que están siendo procesados.

 El 31 de agosto, cuando la Policía por fin permitió una breve visita a los presos políticos de reciente data, inclusive a Max Jerez, doña Heydi no pudo asistir a la cárcel para ver a su hijo porque ya estaba hospitalizada. Su salud se quebrantó al grado de necesitar hospitalización cuando Max fue apresado e incomunicado por la fuerza policial. Y en los últimos días las enfermedades de doña Heydi se complicaron, hasta llegar al doloroso desenlace de su fallecimiento.

La verdad es que en estricto sentido de justicia y derecho, Max Jerez debería estar en libertad y haber podido estar al lado de su madre en su enfermedad y al momento de su muerte.  

Todos los presos políticos y de conciencia deberían estar libres. Las acusaciones contra ellos son absolutamente inconsistentes, según explican y demuestran los abogados que los defienden. Además, el solo hecho de que su derecho al debido proceso no ha sido respetado, es causa suficiente para que de acuerdo con la ley sean dejados en libertad, aseguran sus defensores legales.

Pero si esas normas de derecho positivo no valen en la práctica, al menos por humanismo las autoridades policiales y judiciales deberían haber permitido que  Max Jerez fuera al hospital para ver a su madre. Y ya que no lo hicieron, ahora deberían permitirle asistir al funeral. Es lo menos que pueden hacer, si no por justicia y ley, al menos por sensibilidad humana.

“En Nicaragua, el sistema penitenciario es humanitario”, proclama la Constitución en su artículo 39. Además las leyes internacionales mandan a tratar compasivamente a los presos, o privados de libertad como se les llama ahora para disimular, sin lograrlo, es la dura situación de las personas encarceladas.

Quienes gobiernan Nicaragua, ya que no se condolieron ante la situación de doña Heydi y no le permitieron ver y estrechar en sus brazos a su hijo, ahora deberían permitir a Max Jerez despedirse de su madre con un beso en la frente, por última vez.

Permitir eso no menoscabaría en nada el principio de autoridad de los gobernantes. Más bien sería coherente con los principios religiosos y de caridad cristiana que ellos dicen profesar y sustentar. Quiera Dios que se les ablande el corazón.

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