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Franqueza e hipocresía en la Celac

El pasado fin de semana se realizó en México la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac).   

En esta Cumbre no participaron todos los presidentes de la región, ni siquiera la mitad. Las ausencias más significativas fueron la del presidente Alberto Fernández, de Argentina, y Jair Bolsonaro, de Brasil. Fernández no llegó por la súbita crisis política en la que cayó su gobierno por la aparatosa derrota de su partido en las recientes elecciones primarias, y Bolsonaro porque de manera declarada no simpatiza con esa organización intergubernamental, que fue creada por iniciativa de gobiernos de izquierda para excluir a Estados Unidos (EE. UU.) y Canadá, y contraponerla a la OEA a la que quieren liquidar.

El presidente Daniel Ortega de Nicaragua fue representado por su canciller, Denis Moncada Colindres.

Lo más destacado de la VI Cumbre de la Celac fue el duelo verbal entre los presidente democráticos de Uruguay, Luis Lacalle Pou, y de Paraguay, Mario Abdo Benítez, con el dictador Nicolás Maduro, de Venezuela, y el tirano de Cuba, Miguel Díaz-Canel.

El presidente uruguayo expresó: “Con el respeto debido, cuando uno ve que en determinados países no hay una democracia plena, cuando no se respeta la separación de poderes. Cuando se usa el poder represor para acallar las protestas. Cuando se encarcelan opositores y no se respetan los derechos humanos. Nosotros, en esta voz tranquila pero firme, decimos que vemos con preocupación y gravemente lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela”.

En los mismos términos habló el presidente paraguayo, así como el de Ecuador, Guillermo Lasso, aunque este con palabras menos directas.

Por supuesto que los dictadores de Cuba y Venezuela trataron de desvirtuar los señalamientos de los líderes democráticos. Maduro incluso retó al presidente paraguayo a sostener un debate “de democracia, de libertades, de resistencia, de revolución, de neoliberalismo”.

La Celac es un organismo de fachada en el que cohabitan contra  natura gobiernos democráticos con dictaduras, incluyendo a una tiranía de partido único y ausencia absoluta de libertades, como es Cuba. Pero abundan allí las invocaciones a la democracia.

Una muestra de tal doblez es el punto 4, de los 44 que contiene la Declaración Final de la VI Cumbre de la Celac. El punto es extenso pero vale la pena citarlo en su totalidad:

4to. (La Celac) “Reafirma que el proceso histórico de consolidación, preservación y el ejercicio pleno de la democracia en nuestra región es irreversible, no admite interrupciones ni retrocesos y seguirá estando marcado por el respeto a los valores esenciales de la democracia; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de Derecho; y el respeto a las facultades constitucionales de los distintos poderes del Estado y el diálogo constructivo entre los mismos; la celebración de elecciones libres, periódicas, transparentes, informadas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo, la participación ciudadana, la justicia social y la igualdad, la lucha contra la corrupción, así como el respeto a todas las libertades públicas reconocidas en los instrumentos internacionales. Reitera su compromiso con la promoción, la protección y el respeto a los derechos humanos sin discriminación alguna como uno de los elementos para sostener la vida democrática de nuestras naciones”.

Así de rimbombante y falsa es la Celac. Podría parecer una broma, pero al pie de esta declaración están las firmas de Nicolás Maduro, Díaz-Canel y el representante de Daniel Ortega.

Menos mal que para salvar el honor democrático el presidente de Uruguay leyó una pequeña pero grandiosa parte de la canción Patria y Vida, que es como el himno de la resistencia cívica democrática en Cuba: “Que no siga corriendo la sangre por pensar diferente. Quién le dijo que Cuba es de ustedes? Si mi Cuba es de toda la gente”.

El tirano cubano no lo podía creer, pero se tuvo que tragar el mensaje.

Editorial CELAC Daniel Ortega Nicaragua archivo
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