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Integración para una vida independiente en desarrollo

Las reflexiones hechas a 200 años de la declaración de independencia indican que fue un acto bastante formal que tomó a nuestras naciones sin experiencia de gobernanza, sin programas consensuados para un progreso independiente, a pesar de las luces de los próceres influenciados por la ilustración y, sobre todo, sin una participación amplia de los sectores y actores sociales. Esto trajo como consecuencia períodos de guerras civiles, dominación extranjera, dictaduras y muy pocos períodos de paz. La integración regional es ahora uno de los principales desafíos para una vida relativamente independiente y ojalá sea una oportunidad para superar estas condiciones atávicas.

Durante 200 años esa dinámica de conflictos internos y externos ha sido un círculo vicioso que nos impide salir de la pobreza y vivir en democracias con auténticas oportunidades de desarrollo para los sectores y actores sociales, ampliándose ahora con flujos migratorios expulsores de capital humano. Con la notable excepción de Costa Rica, que logró constituir un Estado Nacional, una democracia, y un consenso que prioriza la educación, con cuyos resultados ha ingresado a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que aglutina a países desarrollados.

Desde que surgió la globalización, a raíz de la caída del muro de Berlín, se multiplican bloques regionales para que las naciones menos desarrolladas encuentren fuerza grupal para las negociaciones comerciales (en nuestro caso el DR-Cafta y la Asociación con la Unión Europea), y el financiamiento internacional para el desarrollo. Asimismo, estos bloques hacen eco de una globalización con rostro humano, incluyendo en sus agendas a la sociedad civil, los derechos humanos, la niñez, la adolescencia, la juventud, la mujer, comunidades étnicas, educación, salud y medioambiente, entre otros.

El proceso de integración centroamericana es aún más longevo, pero sus resultados han sido muy pocos y con muy pocos efectos en cada país. Desde la constitución de la ODECA (Organización de Estados Centroamericanos) en 1951 hasta el SICA (Sistema de Integración Centroamericana) ya con 30 años de existencia, se incluye todos los aspectos de la vida regional en su visión, estructuras y sus pilares: seguridad democrática; cambio climático y gestión integral de riesgo; integración social; integración económica; y fortalecimiento institucional.

Entre causas probables, resulta incómodo para algunos gobiernos que una integración requiere de balance entre el ejercicio de soberanía nacional y los consensos regionales; pero las experiencias integracionistas indican que un diálogo intrarregional inteligente fortalece a la cooperación entre naciones y la eficacia como bloque regional, con ganancias netas económicas, sociales, ecológicas y culturales.

Integración regional significa dar lugar al “nosotros como centroamericanos”, promover la identidad centroamericana que nos unifica. Reconocernos, respetarnos y convivir como hijos e hijas de una misma patria regional. Identidad regional que requiere de compromiso y el desarrollo de competencias ciudadanas para salir de la pobreza y sentar bases humanas para un desarrollo regional sostenible; es decir, de una educación regional.

Un diálogo incluyente y vinculante, interno y entre naciones, impulsaría una estabilidad socio-política, y concretizaría las estrategias de desarrollo social, económico, cultural y ambiental, que hoy solo se encuentran en documentos. Sería fuente de intercambios para aterrizar las visiones conjuntas en políticas públicas nacionales y regionales, identificando complementariedades, y articulando programas, proyectos y acciones nacionales de interés regional.

Entre muchas estrategias, las asimetrías económicas, que están asociadas con la dinámica del bono demográfico, pueden ser oportunidades para encadenamientos productivos y otros. Costa Rica y Panamá con economías más sólidas están en fases que reducen el aprovechamiento de sus juventudes; mientras Nicaragua, Guatemala, Belice, Honduras y en cierta medida El Salvador con economías débiles tienen un crecimiento poblacional de sus juventudes que aprovechar. Estas asimetrías ofrecen roles diferenciados que se pueden articular en lo productivo y tecnológico, así como en el aprovechamiento de experiencias sociales y ecológicas.

Corresponde a los ciudadanos centroamericanos, a sus gobiernos, sociedades políticas y civiles, frenar los procesos migratorios y sus problemas sociopolíticos para honrar la independencia que merecen nuestros pueblos. Los Estados nacionales deben impulsar diálogos sectoriales para generar oportunidades de desarrollo y promover el ser centroamericano, disponiendo a nuestras sociedades en la construcción de una verdadera vida nacional y regional independiente para todos. La cooperación internacional debería priorizar programas nacionales y regionales de participación sectorial para el encuentro y desarrollo de una región integrada. Ojalá la Independencia nos recuerde que es tiempo todavía de honrar a nuestros pueblos.

El autor es educador.

Opinión integración centroamericana ODECA Sica archivo
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