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La guerra de Afganistán en cifras

El pasado veintiuno de septiembre, LA PRENSA publicó un reportaje sobre los veinte años de la guerra en Afganistán. El titulo fue “Las grandes empresas de Estados Unidos que más dinero ganaron con la guerra”. Dicho reportaje tiene como fuente un estudio sobre el costo de la guerra en Afganistán realizado por la Universidad de Brown de Rhode Island y cuenta además con aportes de la profesora Linda Bilmes de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard. Después de leer dichos estudios, tengo que concluir que la corrupción no tiene ideología política.

La Universidad de Brown calcula los gastos del Gobierno norteamericano durante los veinte años que duró el conflicto, nada menos que en 2.3 billones de dólares. Les confieso que no tenía idea de cuántos ceros llevaba esa cantidad, que es obscena según mi barbero. El estudio afirma que más de un centenar de empresas ganaron miles de millones en contratos, pero las cinco que más dinero facturaron fueron Dyncorp International, 14 mil 400 millones; Flour Corporation, 13 mil 300 millones; Kellogg Brown Rut, 3 mil 600 millones; Raytheon Technologies, 2 mil 1500 millones y Aegis LLC, 1 mil 200 millones.

Un dato interesante es que en algún momento el personal civil de apoyo a los soldados americanos llegó a ser el doble que el personal militar. Otro dato digno de mención es que hubo edificios en que un contratista cobró 20 veces el valor normal por pintarlos. En otros casos cobraban y no pintaban nada, o no había nada que pintar, pero cobraban y se embolsaban todo el dinero. Afganistán tiene una población de un poco más de 30 millones, lo que quiere decir que con el dinero que se gastaron pudieron haberle dado 9,500 dólares a cada afgano, lo que equivalía a que una familia promedio hubiera recibido entre 40 y 50 mil dólares. Si eso hubiese sucedido, les aseguro que el pueblo afgano hubiera despedido con bombos y platillos a los funcionarios americanos y la lista de países deseosos de que los intervinieran fuera enorme.

Lo que les he comentado me hizo recordar una anécdota poco conocida de los inicios de la Resistencia Nicaragüense. Un comandante que había luchado contra Somoza fue convocado por una agencia del gobierno norteamericano, le preguntaron que según su experiencia cuánto dinero y logística necesitaría para iniciar una operación contra el nuevo gobierno sandinista. La cifra que el comandante les dio no daba para movilizar el pesado aparato de guerra del imperio, por lo que convocaron a otro comandante y ese les dio una cifra más acorde a lo que ellos querían escuchar.

En este momento no recuerdo la cifra de gastos que se manejó en los diez años de guerra que vivimos en la década de los ochenta. Lo que sí manejo y no podré olvidar jamás son los cincuenta mil jóvenes que dejamos en las montañas producto de una guerra cuyo final lo decidieron personas para quienes la sangre derramada de nuestros hermanos, de ambos bandos, no les significaba nada.

El siete de noviembre estaremos escribiendo una etapa más de nuestra azarosa historia política. En esta ocasión, los miembros de la Resistencia Nicaragüense somos simples espectadores del proceso que se llevará a cabo, la responsabilidad de lo que resulte recaerá en los involucrados, llámense partido de gobierno o partidos “opositores”.

En un artículo anterior expresé que los partidos políticos opositores que sobrevivieron a la tapisca son los que a juicio del que enjuicia eran los necesarios para legalizar las elecciones. Pero estos (los partidos) no le servirán en lo más mínimo para lograr la paz social y convivencia pacífica que nuestro pueblo reclama para dejar atrás las confrontaciones en que hemos vivido hasta ahora. La paz con justicia es la única solución.

El autor comentarista político y exmiembro de la Resistencia Nicaragüense.

Opinión Afganistán Estados Unidos archivo
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