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Karen Lacayo durante una protesta demandando la libertad de su hermano Edward Lacayo. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

Huir de Nicaragua: el calvario de la familia del preso político conocido como La Loba Feroz

La hermana del reo político La Loba Feroz ya no pudo seguir en Nicaragua. La persecución orteguista se tornó insoportable. La historia de ella y su familia es un ejemplo de la desesperación de los nicaragüenses por salir del país

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“Buenas tardes. Soy Karen Lacayo. Hoy es 15/04/ 2021. Desde las 2pm están las hordas de Daniel Ortega acá en casa del preso político Edward Lacayo, conocido como La Loba Feroz. Nos tienen rodeados alrededor de seis policías de celeste y cuatro antimotines”.

Ese fue un mensaje que envió por WhatsApp la hermana del reo político La Loba Feroz, Karen Lacayo, denunciando el asedio por parte de la policía orteguista. Dos meses después, el 17 de junio pasado, Lacayo, su esposo Ramón Soza, su hijo del mismo nombre y un ahijado de nombre Melquisedec, salieron de Monimbó, en Masaya, a las 3:00 de la madrugada hacia Managua, donde tomaron un bus con rumbo a Guatemala.

A la familia de Karen Lacayo ya les era imposible seguir viviendo en Nicaragua. Desde marzo de 2019, cuando su hermano cayó preso por haber participado en las protestas de abril de 2018, la Policía orteguista comenzó a asediar a Karen Lacayo y desde octubre de 2020 no la dejaban salir de su casa, a pesar de que ella no tenía ninguna medida judicial en su contra ni está acusada por ningún delito.

Al esposo de Lacayo lo despidieron de su cargo de secretario judicial en los juzgados de Masaya porque se negó a tomar un arma para participar en la represión orteguista y también porque sospechaban que anduvo protestando en apoyo a los azul y blanco, explica él mismo a la revista DOMINGO.

Al igual que Karen Lacayo y su familia, son miles los nicaragüenses que salen en la actualidad de Nicaragua, desesperados por los problemas económicos y políticos del país.

El experto en temas de migración y remesas, Manuel Orozco, explica que desde el año 2018 se han ido a Costa Rica casi 160 mil nicaragüenses. Y Estados Unidos informó que también desde 2018 se han multiplicado enormemente las detenciones de nicaragüenses que intentan entrar ilegalmente a ese país norteamericano, lo cual indica que también se ha multiplicado la cantidad de nicaragüenses que sí han logrado entrar a Estados Unidos de manera ilegal.

Karen Lacayo junto a su madre demandando la liberación de su hermano preso político. CORTESÍA

Según las cifras oficiales de Estados Unidos que maneja Orozco, en 2017 fueron capturados 1.098 nicaragüenses queriendo entrar ilegal a ese país, cifra que se triplicó en 2018 a 3,337. Mientras que en 2019 fueron capturados en la frontera entre México y Estados Unidos un total de 13,333 nicaragüenses ilegales.

En la actualidad, Karen Lacayo está en México, con la pierna izquierda enyesada porque se fracturó la rótula intentando cruzar el muro fronterizo. Su esposo y su hijo lograron pasar y sufren por ella en Estados Unidos. La historia de Karen Lacayo y su familia refleja la desesperación que están viviendo los nicaragüenses por salir de Nicaragua, huyendo del orteguismo.

La Loba Feroz

El 18 de abril de 2018, Ramón Soza estaba trabajando en los juzgados de Masaya cuando escuchó por las noticias que había protestas. Dos días después escuchó sobre la muerte de Alvarito Conrado y la de otros jóvenes.

En ese entonces, un abogado de 45 años, Soza pensó que no era justo que solo los jóvenes lucharan y se unió a las protestas. Se cubrió el rostro para que no lo identificaran porque era un trabajador del Estado y se iba a asomar a los tranques y plantones.

A un hijo de él con Karen, también de nombre Ramón Soza, una bala le pasó debajo de la oreja derecha y le salió por la nuca. Solo le tocó la piel.

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Vio que su cuñado, Edward Lacayo, La Loba Feroz, ayudaba a los jóvenes enseñándoles que si iban a tirar piedras a la policía no debían quedarse quietos para ser blancos fáciles de los disparos. “Mi cuñado ayudó a que no hubiera más jóvenes muertos en Masaya”, explica Soza.

La Loba Feroz, cuenta su cuñado, es una persona callada que no se mete con nadie y que antes de 2018 vivía trabajando en su taller de soldadura.

Karen Lacayo manifestándose contra el gobierno de Daniel Ortega. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

Con las protestas de abril de 2018, Lacayo, quien junto a su familia era simpatizantes sandinistas, se convirtió en uno de los principales líderes de las protestas en Monimbó porque no estaba de acuerdo con las accciones del régimen orteguista.

Soza dice que a su cuñado lo señalan de haber andado con armas, pero él dice que nunca le vio ninguna arma. “Los que andaban armados eran los policías y los paramilitares”, explica.

En marzo de 2019, tras varios meses de persecución, después de que en julio de 2018 la Policía se tomó Masaya, Edward Lacayo, La Loba Feroz, decidió irse a Costa Rica huyendo, pero lo capturaron en Rivas y lo acusaron de narcotráfico. Lacayo está considerado por organismos internacionales como un reo político del orteguismo.

La lucha de Karen

Karen Lacayo no se metía en cuestiones políticas, aunque sí llegó a apoyar a los jóvenes manifestantes regalándoles agua, asegura su esposo Ramón Soza. En la casa de la familia se instaló un puesto de salud para atender a los heridos durante las protestas.

Tras la detención de su hermano, Karen se metió de lleno a defenderlo y pedir su liberación. Entró a la Asociación de Familiares de Presos Políticos y poco después la nombraron presidenta de la organización, cargo que ostenta hasta ahora porque no se ha elegido nueva directiva.

La persecución del orteguismo contra Karen Lacayo empieza dos meses después de que el hermano cae preso. La comienzan a seguir policías y paramilitares en motos. Cuando ella iba con el esposo los policías les echaban las patrullas para que Ramón Soza perdiera el equilibrio de la moto y se accidentara, pero no lo lograron.

El asedio se mantuvo de esa manera hasta que en octubre de 2020 llegó una patrulla con policías a rodear la casa. Desde entonces ya no se movieron. La mamá de La Loba Feroz y de Karen, Estela Rodríguez, estuvo muy enferma, con la azúcar alterada, debido a la permanencia de la policía en las afueras de la casa.

Ramón Soza cuenta que él, como abogado, les reclamaba a los policías que estaban violando derechos humanos y constitucionales, pero ellos respondían: “Nosotros violamos lo que queremos. Tenemos permiso”.

En 24 de diciembre de 2020, la familia quiso salir a la acera un rato, pero los policías con violencia la enviaron hacia dentro del inmueble.

La casa de Karen Lacayo permanece asediada por agentes policiales. CORTESíA

Con las puntas de los rifles, en muchas ocasiones, golpeaban las persianas de vidrio o se escuchaban que cargaban las armas. La familia tenía miedo que se metieran por un portón endeble.

El único que podía salir de la casa a conseguir la comida era el esposo de Karen. Ya él estaba sin trabajo porque el 21 de septiembre de 2020 llegó lo que él temía. En los juzgados de Masaya le cancelaron el contrato como secretario judicial. La jefa de recursos humanos se lo dijo en tono burlesco: “Te va a llegar una notificación”.

Cuando lo despidieron, él sacó todas sus pertenencias personales, como fotos o libros, porque ya habían despedido a una amiga. Después no la dejaron sacar nada.

Una dura decisión

Ramón Soza no quería dejar Nicaragua. Su esposa Karen le insistía que se fueran al exilio. Él ni siquiera podía conseguir empleo porque en dos entrevistas de trabajo le dijeron que no le podían dar para no tener problemas con el gobierno. Karen tampoco estaba trabajando.

Y al hijo de la pareja, de 17 años, los policías le comenzaron a decir: “Te pareces a La Loba. Vos también vas a caer preso hijueputa”.

Soza ya no pudo más cuando un policía amigo se le acercó y le dijo: “Te van a echar preso, buscá como irte”.

El policía explicó a Soza que los orteguistas querían echar presa a Karen, pero como ya tenían tras las rejas al hermano, no querían hacer el caso escandaloso y por eso lo iban a echar preso a él.

En un descuido de los policías, quienes permanentemente estaban en las afueras de la casa, Karen, su marido y su hijo fueron a Managua a tramitar los pasaportes y no tuvieron problemas en Migración.

Luego, se sorprendieron cuando ya no había patrullas afuera de la casa.

El 17 de junio pasado, a las 3:00 de la madrugada, salieron de Monimbó.

Una odisea

Ese 17 de junio tomaron un bus en Carretera Norte con rumbo a Guatemala. Al llegar a la frontera, pidieron ayuda. Karen tenía miedo de tener restricción migratoria. Les aconsejaron que se fueran por una vereda y que el bus los iba a estar esperando más adelante. “Así he pasado a varios”, dijo el busero.

Sobre unos caballos, Soza, Karen, el hijo de ambos y un ahijado de la pareja de nombre Melquisedec, se fueron por un montarascal y unos “charcales”. Karen y los dos jóvenes se fueron adelante.

Cuando Soza quiso cruzar el punto ciego de la frontera, lo agarraron cuatro policías hondureños. Lo amenazaron con pegarle un balazo, con entregarlo a la policía nicaragüense. Al final solo querían dinero.

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De los mil dólares que Soza llevaba, le quitaron 700. Ya la familia se quedó con escasos recursos para el viaje hasta Guatemala, a Escuintla.

En Guatemala, la familia se quedó donde una prima de Melquisedec y al día siguiente, en un taxi, se fueron para México. En la frontera se subieron a una balsa, navegaron por un río y en tierra firme, ya en México, se subieron a un microbús, pero a los cinco kilómetros los detuvieron y los echaron preso en un albergue.

Le explicaron a la policía mexicana que iban huyendo de la represión en Nicaragua. Los ayudaron. Los conectaron con dos organismos católicos, de ayuda a migrantes. Uno de los organismos les concedió una ayuda mensual de 2,500 pesos mexicanos y la otra organización les ayudó a tramitar su legalización.

El ex reo político Lenín Salablanca contactó a Karen y se los llevó a vivir al mismo edificio donde él estaba con otro ex reo político, El Nene. Ahí Karen y su marido alquilaron un apartamento con la ayuda de los 2,500 pesos mexicanos.

Comenzaron a tramitar una visa humanitaria, pero la misma demora unos 10 meses en ser expedida. Alguien los contactó con un abogado a quien le pagaron cuatro mil dólares para que las visas salieran en ocho días.

Familiares de Ramón Soza en Estados Unidos les prestaron el dinero, porque ya no querían estar en México, donde estuvieron cuatro meses, pero no estaban generando dinero y vivían con dificultades.

Hace poco más de dos semanas, Karen, su esposo, su hijo y Melquisedec tomaron un bus de Tapachula a Ciudad de México y luego un avión a Tijuana.

Ahí estuvieron tres días en un hotel, pero con mucho miedo porque les dijeron que secuestraban a las mujeres de piel blanca y luego cobraban por su liberación. Karen es de piel muy blanca.

En esos tres días, merodearon el muro fronterizo y encontraron que en una loma, en una punta de plancha, no hay muro.

Un lunes, a las 7:00 de la mañana, frente a la vista de los policías mexicanos, la familia cruzó la frontera por ese lugar donde no hay muro, pero fueron atrapados por los policías norteamericanos.

Soza cuenta que él y su hijo no obedecieron la orden de parada que les hizo un agente gringo. “Stop, stop”. Soza no sabe por qué no hizo caso. El policía lo alcanzó y lo tiró al suelo. El hijo, al ver que estaban golpeando a su papá, agarró piedras, mientras el padre le gritaba que no las tirara.

Una mujer norteamericana que hablaba español les explicó que hicieron mal, que debieron ponerse de rodillas cuando el policía le dio el alto, y levantar las manos, para que el oficial no se sintiera amenazado.

Por esa razón, a los cuatro los rechazaron y fueron obligados a regresar a México.

El segundo intento

Al viernes siguiente, lo intentaron de nuevo.

Se fueron a las 6:00 de la mañana, cuando en esa zona todavía es oscuro.

Soza recuerda que iban debajo de un puente, buscando la parte donde no hay muro, pero él no sabe cómo no vieron una patrulla mexicana y los policías los comenzaron a perseguir.

Ellos corrieron y corrieron. Iban botando todo lo que llevaban. Pero tu vieron mala suerte. Salieron como a 50 metros de donde está la parte sin muro.

No tuvieron más remedio que escalar el muro porque ya los policías mexicanos estaban cerca.

En la apreciación de Soza, el muro tiene una altura similar a la de un poste de luz. Tiene varios tubos y subieron por uno de ellos, como si se tratara de un palo lucio. Soza no sabe cómo hicieron para escalar. “El miedo te hace subir”, explica.

El hijo y Melquisedec subieron como una gacela. Soza también logró escalar, pero Karen no pudo. Él le decía que podía, pero ella gritaba: “No puedo, no puedo, no puedo”.

Fue un momento de angustia. Soza veía del lado de Estados Unidos como un policía golpeaba a su hijo en el suelo y le ponía la bota en la cabeza. Del lado de México veía como Karen no podía subir y abajo los policías mexicanos trataban de jalarla.

Decidió tirarse del lado de Estados Unidos para no dejar solo a su hijo. Karen cayó en el lado mexicano y se fracturó la rótula de la rodilla izquierda.

Karen Lacayo se encuentra en un albergue recuperándose de su pierna lesionada. CORTESÍA

En Estados Unidos, a Soza, su hijo y a Melquisedec, los vacunaron contra el COVID-19 con la Johnson and Johnson, les dieron suero y ropa.

Con la explicación de que los tres iban huyendo del orteguismo en Nicaragua, los dejaron libres para que busquen ordenar sus documentos.

La política y la economía

Según el especialista en temas de migración y remesas, Manuel Orozco, de Nicaragua se están yendo principalmente dos tipos de personas: los que están desempleados y no creen que la economía mejore en Nicaragua, y los que piensan que las elecciones de noviembre próximo serán un fraude y que la violación a los derechos humanos y el mal gobierno de Daniel Ortega son el principal problema de Nicaragua.

El deseo de migrar de los nicaragüenses “está moldeado por sus puntos de vista sobre la política nicaragüense y el continuo deterioro de la economía. Los ingresos personales de los nicaragüenses se mantienen en los niveles de 2017, lo que representa una pérdida de más de cuatro años en el futuro”, indicó Orozco.

La Prensa Domingo exilio Nicaragua presos políticos archivo

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