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Una luz apagada

Recuerdo que era una mañana de septiembre del año 2020 cuando leí en mi celular la noticia de las hermanitas de Mulukukú. Eran casi las ocho de la mañana y ahí me encontraba, tomando una taza de café, tratando de hacer sentido de la desgarradora noticia que había encontrado. Las niñas de 10 y 12 años, buscaban cangrejos en un pequeño caño, cerca de su humilde vivienda y un hombre las asaltó, las violó y luego las degolló con un machete. Al terminar de leer, mi primer pensamiento se dirigió al miedo que estas niñas debieron de haber sentido momentos antes de morir. De repente, el día dejó de estar soleado, el miedo brotó y la luz se apagó. ¿Cuánto tardará en sanar este vacío que nos deja la muerte de una de nosotras?

Ser niña en Nicaragua no es un privilegio, es una lucha. Por más que intentemos sentirnos seguras, caminar solas por la calle, y procurar no estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, es posible que estos miedos se vuelvan una realidad. Soy una adolescente de 17 años, y al igual que tantas otras, he vivido la lucha diaria de ser vulnerable. Nuestra sociedad frecuentemente ignora la injusta realidad que viven innumerables niñas y mujeres de todas las edades que son perjudicadas por la violencia y abuso sexual cada día en nuestro país.

Desgraciadamente, las afectadas por la violencia de género afrontan el olvido de aquellas entidades que juraron protegerlas y hacer justicia. Juana Jimenez, dirigente del Movimiento de Mujeres Autónomas (MAM), dio una entrevista afirmando que los casos de violencia de género contra las mujeres no son tomados como prioridad en las estaciones policiales del país. Es evidente que existe una falta de empatía de parte de las autoridades nacionales, la Fiscalía y el Estado ya que no se recibe la denuncia y no se lleva a cabo una investigación extensa para hacerle justicia a las mujeres nicaragüenses.

Esta es la desafortunada realidad en la que vivimos y muchos esperan que nosotras simplemente nos resignemos a ello. Sin embargo, las mujeres nos unimos para protegernos las unas a las otras; todas sabemos que en la unión está la fuerza. Recuerdo la primera vez que salí a una fiesta con mis tres mejores amigas y entre tanta gente, nos agarramos de las manos para pasar entre la multitud sin perdernos de vista. Nos habíamos reunido horas antes y teníamos una voz en el subconsciente que nos decía que no podíamos dejar a ninguna sola, no podíamos ir al baño solas, y jamás confiaríamos en lo que nos ofreciera un extraño. Ese día, nosotras tomamos el miedo de la mano y seguimos viviendo.

 Han sido ochenta niñas las asesinadas en estos últimos seis años en Nicaragua. Cada desgarradora historia es un bloque sumado a una torre de injusticias, la cual ha venido creciendo y contra la cual hemos tenido una larga lucha. No obstante, por más grande que se haga dicha torre, más se alzará nuestra voz para pelear por las que no están y pelear para poder seguir vivas. Lo hemos demostrado en las calles de Nicaragua, todos los años hasta el 2017 hemos alzado nuestra voz en la marcha por el Día Internacional de la Lucha en contra la Violencia hacia las Mujeres. Las mujeres se han unido para pelear por sus derechos constitucionales, pero las autoridades nacionales se unen para reprimirnos, callarnos y olvidarnos.

No podremos ver mejoría en relación a estos temas si no se hace un giro en la educación, en el cual se les educa a niños y niñas desde una temprana edad sobre el consentimiento, la igualdad de género y la anatomía del propio cuerpo. Asimismo, requerimos de avances legislativos y jurídicos en nuestro país que incluyan: la integración de programas de prevención, sistemas de información íntegros, un pacto nacional de enfrentamiento a violencia hacia la niñez, adolescencia y mujeres, y una línea estatal para atender situaciones específicas donde haya enfoque de género y apoyo psicológico.

 Nicaragua necesita de un cambio radical dentro de nuestro sistema jurídico y político para avanzar con integridad y luchar por los derechos humanos que nos conciernen a todos como pueblo nicaragüense. Y con eso dicho, nuestro enfoque debería de ser; abordar problemas sociales que nos impiden desarrollarnos como país y cortar nuestros conflictos sociales desde la raíz para que ninguna niña y ninguna mujer paguen con su cuerpo.

 Y cuando podamos, el día estará más soleado, el miedo se extinguirá y la luz se encenderá para todas.

La autora es estudiante.

Opinión abuso sexual niñas violencia archivo
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