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Cuba y el derecho de manifestación y protesta

La dictadura comunista de Cuba se ha declarado en estado de alarma y está desplegando una desmesurada intimidación policial, ante la convocatoria a una marcha opositora cívica y pacífica, el 15 de noviembre próximo, en distintos lugares del país

     La convocatoria no es de ninguna organización opositora, porque en un país totalitario no es posible que la haya, sino de ciudadanos desarticulados que coinciden en las plataformas sociales y se hacen llamar Archipiélago.

Como se sabe, el archipiélago es un conjunto de islas de distinto tamaño que se agrupan en una extensión más o menos grande del mar. El nombre deriva de piélago, que significa algo difícil de enumerar por su abundancia. Al adoptar tal nombre, esos ciudadanos seguramente quieren indicar que están aislados unos de otros, pero son innumerables y presentes en todas partes de Cuba.

Al parecer los cubanos de Archipiélago pretenden repetir y dar continuación a las históricas manifestaciones de cubanos que el 11 de julio pasado salieron a las calles en muchas ciudades del país, para protestar contra el sistema y demandar libertad, democracia y respeto a los derechos constitucionales y humanos.

     Nadie los convocó, pues donde hay una dictadura totalitaria no puede haber una oposición organizada. Ellos se juntaron espontáneamente en las redes sociales y se pusieron de acuerdo para salir a la calle, a dar fe de su ciudadanía y su necesidad de libertad.

     Todas las personas, de todas partes del mundo y de cualquier condición social, sexo, etnia y nacionalidad, tienen derecho a la manifestación y la protesta pública pacífica. El ejercicio de este derecho es indispensable para la libertad de expresión y la participación en los asuntos de interés público. Por eso  es reconocido por las constituciones y leyes de casi todos los países que forman parte de las Naciones Unidas. Inclusive la Constitución de Cuba reconoce en su artículo 56 que: “Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley”.

     De manera que los ciudadanos cubanos, al autoconvocarse por medio de las redes sociales tratan de ejercer su derecho constitucional y exigen al Estado que respete y cumpla su propia Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos.

     Pero en Cuba no hay un Estado de derecho. Lo que existe es una dictadura totalitaria que no respeta ni su propia ley nacional y menos la internacional. Más de cinco mil personas fueron encarceladas por las manifestaciones pacíficas espontáneas del 11 de julio pasado. Algunas están siendo procesadas y condenadas a inicuas penas de prisión que van de 6 a 25 años. Es una vergüenza para la humanidad y sobre todo para la civilización occidental, que esto ocurra en las Américas en pleno siglo 21.

La dictadura cubana quiere amedrentar a la gente inconforme para que no salga a protestar en las calles el 15 de noviembre. Probablemente lo logrará porque no es fácil que alguien se pueda arriesgar a que los policías y las turbas los vapuleen o los maten o que los condenen a largas penas de prisión.

Pero aunque por ahora la represión impida hacer la protesta cívica y pacífica de los ciudadanos en las calles, la dictadura comunista de Cuba ya ha sido derrotada. Con la desmesurada represión muestra su enorme fuerza brutal, pero también su inmensa debilidad política y moral.

Después de 62 años el régimen comunista no ha podido someter y animalizar a la gente digna que evidentemente es bastante. Y esta seguirá acumulando conciencia, rebeldía, fuerza y valor para un día salir a las calles a barrer de una vez por todas con la tiranía.

Fidel Castro lo dijo una vez, aquí en Nicaragua, cuando vino a festejar un aniversario de la Revolución Sandinista: Los pueblos son como los volcanes, pueden dormir por largo tiempo, pero siempre terminan explotando con fuerza demoledora.

Editorial Cuba protestas archivo
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