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Monseñor Silvio Báez es el único sacerdote exiliado hasta el momento. El clero teme más exilios de curas debido a la represión del orteguismo. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

La “guerra fría” del régimen contra los sacerdotes

La dictadura acosa a los sacerdotes católicos, pero hasta ahora no se ha atrevido a encarcelarlos. Desde los púlpitos se denuncia. Algunos han encontrado protección en el exilio. En el Vaticano hay silencio y en Nicaragua los obispos no se han salido de la “diplomacia” pero se manifiestan a favor del pueblo. El orteguismo está al acecho

“Terroristas de sotana”. “Demonios de sotana”. “Fariseos”. “Golpistas”. “Diablos”. “Hijos del demonio”. Es la larga lista de epítetos con que Daniel Ortega y Rosario Murillo se refieren a los sacerdotes católicos de Nicaragua, especialmente desde abril de 2018, cuando el clero apoyó las protestas cívicas contra el régimen.

El analista político Enrique Sáenz destaca que desde tiempos de la colonia española existen sacerdotes que han estado involucrados en la defensa de los derechos del pueblo y por ello han sufrido persecución y acoso. Lo hicieron también durante la época de la independencia y lo han hecho a través de toda la historia reciente de Nicaragua, incluso durante el primer régimen sandinista de los años ochenta.

El experto en temas de la Iglesia católica, José Argüello Lacayo, señala que para el pueblo de Nicaragua la Iglesia es una referencia fundamental y de ahí el odio que suscita su resistencia.

“La Iglesia, como institución, está sometida a grandes presiones de parte del gobierno: desde la amenaza y los chantajes hasta halagos y favores. La hostilidad del gobierno entorpece su marcha y dificulta su funcionamiento”, expresa Argüello Lacayo.

En los últimos tres años el enfrentamiento entre el gobierno y el clero católico ha estado marcado por una especie de “guerra fría”, en la que los obispos de la Conferencia Episcopal señalan que está “roto” el canal de comunicación, pero el orteguismo ha utilizado sus medios oficiales para atacar a los sacerdotes.

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El odio de los Ortega Murillo contra los curas católicos es palpable en las cuerdas vocales de los mandatarios. Si Ortega no ha echado preso a los sacerdotes es porque —explica el padre Vicente Martínez— “si tocan a la Iglesia se levanta el pueblo”.

Piedra en el zapato

En el 2018, el régimen envió una carta al Vaticano pidiendo la salida de Nicaragua de monseñor Silvio Báez, quien emergía como la voz de los obispos más escuchada por el pueblo, en medio de la represión que el orteguismo desató desde abril de ese año.

En abril de 2019, el papa Francisco trasladó a Báez hacia Roma bajo el argumento de que sería temporal.

Báez había estado recibiendo constantes amenazas, inclusive de muerte, y se rumoró que el cambio sería para proteger la vida del obispo.

Se reveló que hubo amenazas de muerte contra monseñor Silvio José Báez. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

Báez ya no regresó. Desde entonces está en el exilio. Posteriormente se trasladó a Miami, donde permanece cerca de unos familiares. Oficialmente es el único sacerdote exiliado en una coyuntura donde más de 160 mil nicaragüenses han tenido que salir de Nicaragua para protegerse de la persecución orteguista.

El padre Vicente Martínez explica que Báez “no se exilió”, sino que “lo exiliaron”.

En agosto pasado, el padre Edwing Román salió hacia Miami para visitar familiares y tampoco ha regresado, pero él dice que no se ha exiliado, sino que, con permiso del cardenal Leopoldo Brenes, se encuentra fuera “por prudencia”.

Monseñor Silvio Fonseca revela que existen muchas amenazas contra sacerdotes en la actualidad. “Temo que pueda haber más exilios, por el futuro de los sacerdotes, para salvar sus vidas”, expresó Fonseca.

“No tememos”

Los discursos de Rosario Murillo y Daniel Ortega continúan en contra de los sacerdotes católicos. En su mensaje del pasado 8 de noviembre, tras adjudicarse otros cinco años en la Presidencia, Ortega volvió a atacar a los obispos después de también llamar “hijos de perra” a los prisioneros políticos.

La casa del cardenal Leopoldo Brenes se encuentra vigilada por policías y a monseñor Silvio Fonseca le retuvieron el pasaporte y no lo dejaron salir de Nicaragua el día de las elecciones.

Sin embargo, existen sacerdotes que continúan elevando la voz en contra de la dictadura Ortega Murillo, como el padre de Ciudad Darío, Vicente Martínez, quien en los días previos a las elecciones pasó llamando a no votar.

El padre Vicente explica que no se puede quedar callado, a pesar de que los sacerdotes están siendo vistos como terroristas por el gobierno. “Somos atacados por la verdad, porque estamos con el pueblo”, señala el sacerdote.

La mayoría de los sacerdotes de Nicaragua, especialmente los del norte, han denunciado los desmanes de los Ortega Murillo. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

Según el padre Martínez, son muchos los sacerdotes que continúan elevando su voz en toda Nicaragua para que exista democracia. Entre algunos sacerdotes que no se callan mencionó a los padres Uriel Vallejos, Eliar Pineda, Iván Centeno y al obispo Rolando Álvarez.

Estos padres tienen ciertas particularidades en común: son jóvenes, son del norte de Nicaragua donde dirigen parroquias y algunos de ellos son dirigidos por el obispo Rolando Álvarez.

Para José Argüello Lacayo, monseñor Álvarez, junto con monseñor Báez son los más confrontados al régimen. “Ambos no cejan en sus denuncias proféticas”.

Según monseñor Silvio Fonseca, Álvarez “es una escuela” para los obispos del norte del país.

El padre Vicente Martínez explica que monseñor Álvarez está muy comprometido con el pueblo de Nicaragua y sobre los riesgos de denunciar los desmanes de la dictadura indicó: “Aunque no temamos, el peligro está”, dice.

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El padre Martínez señala que antes él salía a las comunidades a visitar a los feligreses y pastorearlos, pero ahora ya no lo hace solo porque lo han amenazado y le han asegurado que lo vigilan.

El padre Edwing Román se alegra de que la mayoría de los sacerdotes católicos estén cumpliendo con su deber de estar al lado del pueblo. “Son muchos mis hermanos admirables, que no necesitan salir en los medios de comunicación, a quienes agradecemos y los acompañamos. Las comunidades cristianas conocen la voz de sus pastores y no se engañan”, manifiesta el padre Román.

Argüello Lacayo también considera que es la mayoría de los sacerdotes quienes critican al régimen. “Mi impresión es que la mayoría del clero no simpatiza con el gobierno. En diferentes momentos varios sacerdotes han tomado postura crítica y sufrido amenazas y presiones del régimen”, enfatizó.

“Ortega se ríe de los obispos”

En el año 2014 los obispos de la Conferencia Episcopal emitieron una carta pastoral desnudando la forma en que Daniel Ortega consolidaba su dictadura. Posteriormente se reunieron con Ortega en la Nunciatura, pero ese encuentro fue más estéril que productivo.

Los obispos reaparecieron en mayo de 2018, organizando un diálogo tras los asesinatos de abril de 2018 perpetrados por militares orteguistas. El diálogo no llegó a buen término y se ha criticado que el mismo ayudó a Ortega a ganar tiempo para luego lanzar las “operaciones limpieza” con las que se deshizo de los tranques, entre junio y julio de 2018, que tenían paralizadas las principales vías del país.

Desde entonces los obispos han informado que existe una ruptura total de la comunicación entre el gobierno y la Iglesia.

“Las relaciones no han sido amistosas. Hay una ruptura”, refiere monseñor Silvio Fonseca, quien añade que los obispos no han intentado ninguna confrontación con el gobierno, sino que, cuando ha habido conflictos, han tratado de forma bilateral con el gobierno esos problemas “a puerta cerrada, por el bien común”.

Según Fonseca, la Iglesia ha buscado “encuentros de buena voluntad”, pero “con este sistema no existe eso”.

El padre Vicente Martínez también habla de que existe “diplomacia” entre los obispos de la Conferencia Episcopal en sus relaciones con el gobierno, pero “ellos (orteguismo) no entienden de diplomacia”, dice el sacerdote matagalpino.

Martínez añade que “tarde o temprano” los obispos tendrán que decir algo.

Los Ortega Murillo lograron neutralizar al cardenal Miguel Obando, quien fue un fuerte crítico del sandinismo durantes las décadas de los ochenta y los noventa. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

Un personaje cercano a la Conferencia Episcopal señala que en la actualidad existen entre los obispos dos grupos que pueden ser calificados como “acomodados”, quienes prefieren no entrar en conflicto con el gobierno, y “proféticos”, quienes han denunciado a la dictadura.

“Existen pequeñas tensiones entre los proféticos y los acomodados y por eso es que cuando emiten algún comunicado salen flojos esos pronunciamientos. Daniel Ortega se ríe de esos comunicados”, explica la fuente anónima.

Sin embargo, según esa misma fuente, existe unidad entre los obispos de Nicaragua en cuanto a que se vive bajo dictadura, con la única excepción de monseñor René Sándigo, a quien se le vio votando en la farsa electoral del pasado 7 de noviembre, haciéndole el juego a los Ortega Murillo, quienes recibieron una “abofetada” del pueblo porque no salió a votar.

Para José Argüello Lacayo, la voz de los obispos no ha sido escuchada. “La Conferencia Episcopal se limita a dar criterios de sensatez: que se aprovechen las elecciones para volver a un curso pacífico; que se respete la pluralidad democrática; que se libere a los presos políticos”, expresa el analista.

Los sacerdotes Silvio Fonseca y Vicente Martínez concuerdan en que dentro del seno de los obispos no existe desunión, ya que en su mayoría todo el clero católico desaprueba al régimen y condena la represión contra el pueblo.

Martínez y Fonseca indican que serían solo unos cinco sacerdotes, “contados con los dedos de las manos”, quienes estarían a favor del régimen.

A pesar de ello, el padre Edwing Román aclara que los sacerdotes no son enemigos del gobierno. “No somos ningún partido de oposición. Que quede claro que la Iglesia no es enemiga del Estado ni pretendemos un puesto político. Sobre Rosario y Daniel tengo la obligación de orar por su conversión. Me da mucha pena el infierno en que viven y lo que les espera a corto plazo”, manifestó Román.

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A pesar de que fue algo tibio el mensaje preelectoral de los obispos, en el que dejaban a conciencia de cada nicaragüense si votarían o no, para el analista político Enrique Sáenz fue muy significativo ver cómo los obispos dieron su testimonio de que están a favor del pueblo, porque no se vio a los obispos votando, con la única excepción de monseñor Sándigo.

Sáenz señala que los obispos predicaron con el ejemplo no asistiendo a las urnas e indicó que se deben contrastar “las fotos de los que votaron” con “fotos que no existieron porque no fueron a votar”.

Silencio papal

Lo primero que hizo el papa Juan Pablo II al llegar por primera vez a Nicaragua, en marzo de 1983, durante el primer gobierno sandinista, fue regañar al padre Ernesto Cardenal porque estaba participando de ese gobierno como ministro de Cultura.

De origen polaco y conociendo los estragos que el comunismo causó en Europa del Este, Juan Pablo II luchaba a través de su cargo en contra del comunismo y mantuvo una postura de apoyo a los sacerdotes de Nicaragua, quienes desde muy temprano durante la revolución sandinista de los años ochenta comenzaron a sufrir los ataques del sandinismo.

Durante los años ochenta, los sacerdotes católicos sufrieron montajes por parte de la Seguridad del Estado sandinista, algunos fueron vigilados, otros expulsados de Nicaragua y las parroquias eran constantemente asediadas.

La cabeza de la Iglesia nicaragüense en aquella época era monseñor Miguel Obando y en 1985, en una muestra de apoyo, el papa lo nombró cardenal, el primero que tenía Nicaragua en toda la historia.

En la actualidad, especialmente desde abril de 2018, nuevamente la Iglesia católica de Nicaragua se encuentra en una situación de persecución por parte de la dictadura de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.

Hay un papa diferente al polaco Juan Pablo II. Se trata del argentino Francisco. El escritor Sergio Ramírez es quien mejor describe cómo se ha comportado el papa Francisco desde que empezó la represión orteguista en abril de 2018. En una entrevista con el medio español Eldiario.es, Ramírez indica:

“El papa Francisco ha guardado un silencio que se escucha en todo el mundo sobre la situación en Nicaragua y el obispo monseñor Báez, que es el modelo del obispo que sale en el libro, fue enviado a Roma por un acuerdo entre el Vaticano y el régimen de Ortega, supuestamente para ocupar un cargo en la Curia romana, pero después nadie le hizo caso y se tuvo que ir a Miami a vivir con su familia”, expresa el escritor.

Imagen de archivo del papa Francisco/Deutsche Welle

Monseñor Silvio Fonseca considera que la actualidad de Nicaragua es una situación difícil para la Iglesia católica y es probable que el papa Francisco no ha actuado con mayor beligerancia para no perjudicar a la Iglesia, además de que existen vías diplomáticas.

El padre Vicente Martínez señala que probablemente al papa le deben de decir que está todo bien en Nicaragua. Para Martínez, el nuncio ha callado mucho, de quien manifiesta que, aunque es un diplomático, también es un pastor.

En esa misma línea se pronuncia el padre Edwing Román. “Se supone que hay un nuncio en Nicaragua, un diplomático que informa la realidad, siendo fiel a las voces de los católicos de Nicaragua. El papa recibe sus informes, y espero sea fiel a su vocación y misión diplomática encomendada”, expresó Román.

El sacerdote de Masaya pidió que no se deben satanizar los mensajes del papa. “Uno nunca sabe quiénes están detrás de él”, sugirió.

El analista político Enrique Sáenz considera que es difícil vincular el trabajo de denuncia que han realizado la mayoría de los sacerdotes católicos en Nicaragua con el silencio del papa. “Debería hacer eco del clamor del pueblo”, expresa Sáenz.

José Argüello Lacayo tiene claro que dentro de la Iglesia católica es a los obispos de Nicaragua a quienes les corresponde supervisar los problemas del país y no al papa.

“A él (papa) le toca establecer principios y criterios rectores universales, no hacer aplicaciones puntuales. Esa es tarea y responsabilidad de la iglesia local. Si el papa se convirtiera en árbitro de la situación política de cada país, se metería en arenas movedizas. Lamentablemente, son muchos los atropellos que se cometen en el mundo y el papa no puede corregirlos uno por uno. Velar localmente por los derechos humanos compete a nuestros obispos”, manifestó Argüello Lacayo.

Desde que llegó al papado, Francisco se mostró cercano a los líderes de la izquierda latinoamericana como Fidel Castro y Evo Morales. Un analista político, que pide el anonimato, indica a la revista DOMINGO que el papa Francisco “tira a la izquierda” y que por eso “ha volteado la cara” a la represión que sufre el pueblo de Nicaragua por parte de la dictadura orteguista. “Ha sido benevolente con la izquierda”, explica la fuente anónima al mencionar que también ha callado sobre la problemática de Venezuela.

En junio de 2018 se expresó sobre la situación de Nicaragua diciendo que rezaba por los muertos de las protestas, sus familias y también por los heridos. Y en octubre de ese mismo año monseñor Silvio Báez explicó que el papa había orientado a los sacerdotes nicaragüenses que acompañaran, pero que dejaran que fuera el pueblo de Nicaragua quien llevara adelante los cambios sociales.

En ese 2018 el papa le envió una carta a Daniel Ortega, en la cual le habla de diálogo y de pedir perdón, pero fue una misiva tan suave que Rosario Murillo la calificó de “hermosísima”.

El papa se ha manifestado también sobre Nicaragua en 2019 y 2020, pero se ha notado la ausencia de fuerza en sus pronunciamientos, explica Enrique Sáenz.

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