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“Que Cuba se abra al mundo” y a la libertad

Con su desmesurada represión para impedir la protesta ciudadana pacífica, cívica y democrática de este 15 de noviembre en Cuba, la dictadura comunista aseguró más bien su éxito rotundo e incuestionable.

Ha quedado la incógnita de cuánta gente se habría manifestado si la dictadura no hubiera desplegado en las calles tanta fuerza armada y turbas de fanáticos, ni encerrado por la fuerza en sus casas y en las estaciones de policía a las personas más visibles y populares de la disidencia y la oposición democrática cubana.

Pero del mismo modo ha quedado la certeza de que los cubanos que hubieran salido a las calles en demanda de libertad, democracia, respeto a los derechos humanos y, primordialmente, de alimentos y medicamentos que el sistema comunista es incapaz de producir y garantizarles, habrían sido muchísimos más que los que salieron en las manifestaciones autoconvocadas del 11 de julio pasado.

La dictadura de Cuba acusa a quienes protestan de ser enemigos de la patria, agentes del imperialismo, gusanos apátridas y otros insultos parecidos. Con su discurso de odio inclusive niega la condición humana de las personas que la adversan.

Además, la dictadura cubana culpa a Estados Unidos (EE. UU.), de que el embargo al que llaman bloqueo es la causa de todos los males económicos y sociales que sufre la población cubana. Pero la verdad es que todas sus calamidades se deben a que el sistema comunista es inviable, ineficiente, corrupto e inhumano.

 “Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba”, expresó el papa Juan Pablo II el 21 de enero de 1998, cuando llegó a La Habana para realizar su histórica visita de cinco días a ese país comunista. Con su misión apostólica y de buena voluntad, el papa logró que la dictadura totalitaria se abriera a tolerar el funcionamiento de la Iglesia católica en Cuba. Pero lamentablemente no se abrió a respetar los derechos humanos de los cubanos, a permitir el ejercicio de las libertades y la democracia que dignifican a las personas.

Sin embargo, si el papa no pudo hacer que Cuba se abriera al mundo democrático, tal vez Estados Unidos (EE. UU.) lo podría lograr con un cambio de estrategia. Por ejemplo, suspender gradualmente el embargo mientras el régimen cubano restablece poco a poco las libertades y la vigencia de los derechos humanos, políticos, económicos y sociales de los cubanos, con vistas a hacer de Cuba un país y un Estado democrático, respetable y respetado.       La Organización de Naciones Unidas podría ser mediadora y garante de un acuerdo histórico de semejante envergadura. No es una utopía, se trata de un objetivo perfectamente alcanzable, si acaso Cuba se abriera por fin al mundo como pidió el papa y ahora santo Juan Pablo II.

Editorial Cuba libertad protestas en Cuba archivo
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