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Jugar con las vidas de los migrantes

(FIRMAS PRESS) El desplazamiento de migrantes es un problema global. No solo la frontera sur de Estados Unidos con México es un cuello de botella donde migrantes de todo el mundo permanecen varados tras penosas travesías conducidas por mafias que se dedican al tráfico humano. En Europa el flujo de migrantes es también objeto de debate que abarca desde lo práctico, qué hacer con ellos, hasta el dilema moral que encierra el destino de hombres, mujeres y niños itinerantes.

Desde hace semanas la situación en la frontera de Bielorrusia con Polonia se ha agravado por la instalación de un campamento con más de 2000 personas, la mayoría kurdos provenientes de Irak y Siria, que intentan cruzar los puestos fronterizos para asentarse en distintos puntos de la Unión Europea. Además de Polonia, que ha movilizado a su policía para impedir las llegadas masivas, Letonia y Lituania se ven directamente afectadas por esta situación. 

Lamentablemente, detrás de esta oleada promovida en los países de origen por organizaciones que cobran grandes cantidades con la promesa de que llegarán a mejores destinos donde encontrarán empleos, está la mano del hombre fuerte de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, quien gobierna desde hace 27 años y en los últimos comicios alcanzó el triunfo por medio de presunto fraude electoral. 

Las informaciones de los corresponsales que cubren el paso fronterizo de Kuznika (recomiendo seguir las crónicas de Alberto Rojas en el diario español El Mundo) informan de que los militares bielorrusos han instigado a los migrantes a aglomerarse contra las vallas. La consigna del régimen de Lukashenko ha sido la de provocar una crisis en la Unión Europea a modo de represalia por las sanciones que pesan sobre él tras el último fiasco electoral. Alertada por movimientos migratorios que comenzaron en el verano, con Bielorrusia otorgando visas de turistas a los migrantes que aspiran a circular por Europa hasta encontrar donde establecerse, la UE ha denunciado esta guerra “sucia” lanzada por el aliado en la región de Vladimir Putin.

Lukashenko viola sistemáticamente los derechos humanos de sus propios ciudadanos y encarcela o manda a eliminar físicamente a la oposición que se le enfrenta. Por lo tanto, a nadie debe extrañarle su total desprecio por los migrantes que huyen de conflictos armados, persecuciones o miseria y deambulan por medio mundo en busca de un futuro mejor. Sin miramientos, sus hombres alientan y empujan a los migrantes a saltar las cercas y entrar ilegalmente a las naciones vecinas. La estrategia buscaba presionar a la UE, pero lejos de amedrentarse Bruselas rechaza cualquier acuerdo con el gobierno de Minsk.

Acostumbrado a salirse con la suya, ahora Lukashenko tiene el problema en su propia casa: en el territorio nacional se encuentran al menos 7.000 extranjeros a los que se pretende devolver a sus países de origen mientras muchos aspiran a pedir asilo político. El bloque de los 27 países de la UE se ha mantenido firme y no está dispuesto a negociar con un maestro del chantaje político al que no le reconocen su legitimidad en el poder. El portavoz de la Comisión Europea ha declarado que se hablará directamente con organismos de la ONU como el ACNUR para garantizar la atención humanitaria a la vez que se tramitan procesos de repatriación. 

Sin duda la tragedia de los migrantes no acaba aquí. Van de un sitio a otro, desplazados por circunstancias límite de las que se aprovechan los que se enriquecen con el tráfico humano y políticos sin escrúpulos como Lukashenko. Al menos por una vez le ha salido el tiro por la culata. [©FIRMAS PRESS]

La autora es periodista.

*Twitter: ginamontaner

Opinión Estados Unidos archivo
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