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Origen y evolución de la democracia

La democracia surgió, por primera vez en la historia, en la ciudad-estado de Atenas en Grecia, en el siglo V antes de Cristo, en la época de Pericles. Desde entonces, podemos afirmar, la humanidad enrumba sus pasos hacia la construcción de una auténtica democracia, sin que esto haya sido logrado plenamente.

Si bien en el antiguo Oriente podemos encontrar algunos elementos incipientes de organizaciones democráticas, es en el Occidente, y concretamente en Grecia, donde se forjó, por primera vez, el concepto de democracia y tuvieron lugar las primeras experiencias democráticas, tal como ahora la entendemos. Sin embargo, la democracia ateniense estaba reservada para los ciudadanos libres y no para la población esclava, que era muy numerosa, ni para los extranjeros. 

Los filósofos griegos hicieron grandes aportes a la elaboración del concepto de democracia. Para Platón, la república debía ser gobernada por “filósofos-reyes”, intelectualmente superiores, que harían que todo se subordinara a la Idea del Bien. Su obra La República, está considerada como “el primer ensayo sistemático de filosofía política en la historia de las ideas”.  Sin embargo, Platón todo lo subordina al Estado. Su utopía resulta así de corte totalitario. Suprime la propiedad y la familia, y establece una especie de dictadura educativa estatal. 

Para Aristóteles, la ciencia política es la más noble de todas las ciencias. Clasificó los gobiernos en tres categorías: Monarquía, Aristocracia y Democracia. La corrupción de estos tipos de gobierno conducía a la degeneración de la Monarquía en tiranía; la Aristocracia en oligarquía; y la Democracia en demagogia. El mejor gobierno para Aristóteles es el que asegura a la sociedad la mayor felicidad. Pero la felicidad, según este filósofo, es inseparable de la virtud. Por tal razón, los dirigentes debían ser escogidos tomando en cuenta sus virtudes. El ciudadano, según Aristóteles, es un “zoon politikon”, es decir un “animal político”.  “El principio del gobierno democrático es la libertad. 

En la democracia el derecho político es la igualdad”, afirmaba Aristóteles. Desde entonces, la libertad y la igualdad serán elementos claves de la democracia. En su obra “La Política”, Aristóteles sostiene que en la democracia todos los ciudadanos deben ser electores y elegibles. Y agrega que si la soberanía del pueblo se delega en demagogos no hay estado legal ni democracia. En las democracias donde gobierna la ley no caben los demagogos, sino que la dirección de los negocios públicos la asumen los ciudadanos más respetados.

Siglos después, otro hito en el desenvolvimiento de la democracia fue la Carta Magna inglesa (1215), que los nobles ingleses arrancaron al rey Juan Sin Tierra, y que consagró el principio de que no se puede establecer ningún impuesto sin el consentimiento común del Reino. Posteriormente, la Revolución inglesa de 1688 aportó el Bill of Rights, fundamento de la Constitución inglesa y el bipartidismo parlamentario.

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos del 4 de julio de 1776, fue otro paso importante, pues proclamó que: “todos los hombres fueron creados por igual, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad. Que para garantizar estos derechos se instituyen Gobiernos entre los Hombres, los cuales derivan sus legítimos poderes del consentimiento de los gobernados; que el Pueblo está en su Derecho de cambiar o abolir cualquier otra forma de gobierno que empiece a destruir estos propósitos, y de instituir un nuevo gobierno”… 

Una feliz combinación de la teoría del Derecho Natural de John Locke con la doctrina de la separación de los poderes de Montesquieu, más los aportes de la Ilustración francesa, forman la base filosófica de la democracia norteamericana, plasmada en su Constitución de 1787, que sigue vigente. Otro paso significativo para la evolución de la democracia provino de la  Revolución francesa de 1789 y su “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” (Agosto de 1789). 

Para la democracia moderna es de suma importancia la contribución del barón Charles de Montesquieu, quien en su obra, El espíritu de las leyes, propuso la división de la autoridad en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, a fin de que “el poder frene al poder”. Esta afirmación era un ataque directo a la monarquía absoluta, donde el rey asumía todos los poderes. Para evitar el despotismo, es necesario que los tres poderes sean independientes, de manera que cada poder sea controlado por los otros.  Desde entonces, el quid de la democracia consiste en que el Derecho imponga límites al ejercicio del poder y que éste los respete. Cuando el poder no los respeta, la democracia es suplantada por el autoritarismo y la dictadura.

A su vez, el filósofo ginebrino Juan Jacobo Rousseau aportó la idea de que “el contrato social” es la manera de hallar una forma de asociación que garantice a los hombres la igualdad y la libertad que tenían en su estado natural. Además, sostuvo que la soberanía reside en el pueblo, quien la delega en sus autoridades, reservándose el derecho a deponer esas autoridades cuando no cumplan el propósito para el que fueron electas, o violen los derechos del pueblo.

Las ideas de Locke, Montesquieu y Rousseau inspiraron la Constitución de los Estados Unidos, la de Francia de 1791 y la mayoría de las constituciones del siglo XIX. Estas ideas también inspiraron los movimientos independentistas de Hispanoamérica y los textos constitucionales promulgados después de la independencia. 

Simón Bolívar, en su visionario discurso de Angostura advirtió: “La continuidad de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía”.

Carlos Fuentes sostiene que en América Latina la revolución de la Independencia se inspiró en las ideas de la ilustración europea y las plasmó en sus constituciones, “creando democracias instantáneas, repúblicas nescafé”, pero, desde entonces, se ha dado una dicotomía, una contradicción, entre el “país legal” y el “país real”. Detrás del país formal, tiende a subsistir, en algunos países, el viejo país real del caudillismo, de la concentración del poder y de la dictadura.

Esta breve reseña nos permite constatar que la libertad y la igualdad representan la piedra angular de la democracia.  

El autor es jurista, académico y escritor.

Opinión Pericles. archivo
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