En la búsqueda de la pérdida de grasa, la primera acción que toman todas las personas es reducir su ingesta de alimentos, en el peor de los casos quitando algunos tiempos de comidas.

Lastimosamente esta práctica no logra su cometido. Los primeros días después de haber iniciado con esta dinámica, probablemente el peso se reduzca y creás estar teniendo resultados, pero no todas son buenas noticias.

Al reducir la ingesta de comida de un momento a otro sí te hará perder peso, ya que estas eliminando calorías que antes entraban a tu organismo; sin embargo, semanas después volvés a estancarte. Cuando esto ocurra, la solución más rápida sería nuevamente quitar más comida, llevándote al desastre de comer una vez al día, una cantidad muy baja de calorías y una carencia muy importante de nutrientes que como consecuencia dañará tu función metabólica (tu metabolismo será más lento más que antes).

Cuando al organismo lo privás de carbohidratos o de comida en general, se vuelve más eficiente para ahorrar energía, evitando que perdás grasa corporal y peso en general.

Esto quiere decir que al comer muy poco, la tiroides (que es nuestro sensor energético) reduce su capacidad de quemar calorías y por supuesto de oxidar la grasa almacenada.

La solución es comer cantidades pequeñas de carbohidratos, grasas y proteínas en todas tus comidas del día.

Si consideras que sos muy sensible a los carbohidratos (subís muy rápido de peso), consumí estos solo alrededor de las horas en que haces ejercicio, si hacés muy poco ejercicio te recomendaría que dejés tus carbohidratos para el desayuno y el almuerzo, asá das margen para utilizarlos como energía durante la mañana y el resto del día, evitando que se almacenen como reserva (nueva grasa corporal).