14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Alex Vanegas junto a su maestro de carpintería en Estados Unidos. CORTESÍA

El trágico exilio del maratonista Alex Vanegas

Alex Vanegas dice que la mayor parte de su exilio, lo ha vivido en la calle. Sufrió golpizas y asaltos. Se bañaba y comía cuando podía. Así ha vivido fuera de su patria el hombre que corría para correr a Daniel Ortega

Contenido Exclusivo CONTENIDO EXCLUSIVO.

Días antes que don Alex Vanegas decidiera salir del país, el once de marzo de 2019, el régimen de Daniel Ortega lo acababa de excarcelar.

Su nombre es José Alejandro Vanegas, tiene 64 años y es técnico en Administración de Empresas. También fue DJ en su juventud y maratonista. Durante las protestas de abril del 2018, él corría “para correr a Daniel Ortega”, decía. Por eso estuvo detenido en al menos cuatro ocasiones en El Chipote y en La Modelo.

La última vez fue excarcelado el 27 de febrero de 2019 y días después, a su casa llegó Álvaro Vargas y otros miembros de la Alianza Cívica, dice. “Me dijeron que dejara de salir a correr porque estaba entorpeciendo el diálogo y si el diálogo no funcionaba iba a ser por mi culpa. Eso me dijeron”, cuenta el hombre.

Don Alex se molestó. Pero también se sintió inseguro. Como ya había estado encarcelado y recibía constante asedio de la Policía y civiles armados, además de que no quería dejar de correr, decidió exiliarse en Costa Rica.

Desde que llegó al vecino país, cuenta que la mayor parte del tiempo vivió en la calle. Se bañaba con la misma frecuencia con que comía: cuando se podía. Y como en la cárcel había aprendido a hacer pulseras, decidió elaborarlas nuevamente y vivir de eso.

Don Alex se considera a sí mismo como un “azul y blanco apasionado”. Espera regresar pronto a su país y reunirse con sus hijos. Nunca quiso exiliarse, pero lo obligaron. Según el hombre, sus hijos en Nicaragua han sido asediados y amenazados por simpatizantes del régimen de Daniel Ortega.

El maratonista Alex Vanegas siendo excarcelado el 27 de febrero de 2019. AFP

En la calle

Don Alex Vanegas salió por puntos ciegos hacia el vecino país y llegó a la sede de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) que dirige Álvaro Leiva. Solo pudo estar ahí los primeros tres días de su exilio, y como no tenía amigos ni familiares, tuvo que empezar a dormir en la calle, cerca de un centro comercial en San José, la capital costarricense.

No tenía dinero para pagar un alquiler. A duras penas tenía para comer en uno de los países más caros de la región. Por las mañanas, don Alex buscaba la manera de ganarse la vida. Limpiando, haciendo anuncios en altavoces o cualquier trabajito que le saliera hasta que empezó a hacer las pulseras azul y blanco que había aprendido a elaborar en una celda de La Modelo, junto a otros presos políticos.

LEA TAMBIÉN: Nicas secuestrados: Cuando el sueño americano se convierte en pesadilla

Vendía por todo San José, especialmente en el centro, porque es más concurrido, y poco a poco, mientras iba comerciando con sus pulseras, también ofrecía otras cosas. “Siempre alusivas a la lucha, porque no podía dejar de protestar”, dice.

Lo que iba ganando de dinero, lo ocupaba para comer. Se hizo amigo de un señor que trabajaba en una gasolinera frente al parque La Merced y el hombre le daba espacio para que guardara sus cosas de vez en cuando y para que durmiera, pero no era siempre.

Don Alex estuvo meses en esa situación hasta que una pareja le dio posada en su casa. Pero no por mucho tiempo. “El arrimado y el muerto a los tres días estorban, y me sacaron” dice don Alex.

Sucedió el cuatro de junio 2019. La pareja le había dicho que debía abandonar la casa en dos días porque ya no podían tenerlo más tiempo ahí, pero don Alex les dijo que era muy poco tiempo y que no tenía dónde ir, así que cuando se venció el plazo, “el hombre me tapó la nariz, me estaba asfixiando y me botó al suelo. Me desbarataron unos zapatos”. Don Alex regresó a la calle.

Siguió vendiendo sus pulseras y viviendo de otros trabajos que le salían. “En Costa Rica es difícil que te den trabajo”, se queja el hombre recordando sus días en San José.

Se empezó a relacionar con otros nicaragüenses hasta que finalmente pudo alquilar en un lugar con otras personas. Cuando estalló la pandemia del Covid-19 y en Costa Rica se recomendó la cuarentena, los ingresos de don Alex disminuyeron y se atrasó en su renta por seis meses, hasta que los dueños del lugar le dijeron que tenía que irse. Nuevamente estaba en la calle.

Un día de tantos que andaba vendiendo, lo golpearon. “Me rajaron la cabeza. Me quitaron mis productos, me amenazaban y me gritaban improperios”, cuenta el hombre, quien señala que sus agresores normalmente “eran nicaragüenses”.

“Me decían que yo era un viejo hijo de la tal por cual, cabeza de cosa y me tildaban según ellos de que yo era sapo o infiltrado sandinista”, dice don Alex. Empezó a tener miedo cada vez que salía y se vio obligado a dejar de vender un tiempo.

Alex Vanegas vendiendo carteras en una calle de San José, Costa Rica. TOMADA DE REDES SOCIALES

Un día regresó a vender a las calles de San José, con cuidado, hasta que se encontró con un hombre “solidario” de nombre Mario que le dio posada sin plazo de tiempo y sin cobrarle nada a cambio. Don Alex explica que él no era el único en el lugar. Era una especie de albergue donde había muchas personas que vivían en la calle como él.

Para aquellos días, a finales del 2020, a don Alex Vanegas le llegó la notificación de las autoridades de migración de Costa Rica que le habían negado el refugio que solicitó cuando llegó en 2019, y por lo tanto tenía que regresar de nuevo a Nicaragua, el país del que había escapado para no ser encarcelado nuevamente.

Nuevo exilio

Como don Alex no está dispuesto a regresar a Nicaragua mientras Daniel Ortega siga en el poder, con la ayuda de una nicaragüense que también apoyaba en el lugar donde vivía don Alex, el hombre apeló la resolución de las autoridades de migración de Costa Rica

Siguió trabajando unos meses más en las calles. Siempre vendiendo. Hasta que volvió a ser agredido y amenazado por nicaragüenses. “Me acusaron que yo estaba viviendo en un hotel cinco estrellas y con las bolsas llenas de dólares”, narra don Alex.

Harto de las agresiones en su contra, se contactó con un hermano que tiene en Estados Unidos y le pidió ayuda. Desde antes que decidieran irse a Costa Rica, el hermano de don Alex ya le había propuesto que se fuera a Estados Unidos, pero él no quiso. “Lo que pasa es que ese sentimiento de que estás más cerca del país me detuvo porque yo no me quería ir”, se excusa.

Alex Vanegas salía a correr en Nicaragua durante las protestas de 2018. ARCHIVO

Su hermano le envió dinero y a finales de julio tomó un vuelo hacia Guatemala. Ahí se reunió con el coyote que lo llevaría a Estados Unidos y con otros migrantes centroamericanos, entre ellos, nicaragüenses que lo reconocieron como “El Maratonista”, dice.

Don Alex se fue con el grupo y el coyote rumbo a Estados Unidos y en un hotel de paso, antes de llegar a la Ciudad de México, el hombre se empezó a sentir enfermo. Tenía fiebre, malestar general, tos y demás síntomas relacionados al Covid-19. En ese momento, él no tenía manera de comprobar que se había infectado con el virus, pero tampoco podía descartarlo, dice.

El coyote le dijo al grupo que era momento de continuar, con o sin El Maratonista, pero los nicaragüenses que iban ahí le dijeron que no se iban a mover hasta que don Alex se recuperara, de manera que lo estuvieron atendiendo, le buscaban medicamentos y le hacían comida mientras esperaban que el hombre se repusiera para poder continuar con el viaje.

A la semana, don Alex se sentía un poco mejor, no recuperado, pero con capacidad para avanzar, además de que el grupo y el coyote ya se estaban impacientando con él. Así decidió continuar con el viaje y no quedarse solo.

LEA TAMBIÉN: La enigmática gestión de César Zamora en el COSEP

Aunque iban en bus y otro tipo de vehículos, don Alex casi no aguantó el camino. Quería estar acostado descansando, dice. Cuando se bajaron, tenían que caminar por un kilómetro y medio en una zona desértica de Sonora, al norte de México, para cruzar hacia Arizona, Estados Unidos.

“Yo sentí como que eran más de 15 kilómetros” cuenta el hombre, que iba ayudado y cargado por algunos de los nicaragüenses que iban en el grupo.

Cuando llegaron, don Alex pudo descansar y se entregó a las autoridades migratorias de Estados Unidos, y gracias a gestiones de la diáspora nicaragüense en ese país, el hombre solamente pasó cuatro días en un centro de detención que le llamaban “La Hielera”, y recibió asistencia médica en un hospital de Phoenix, Arizona.

Días después, cuando ya estaba recuperado, pudo tomar un vuelo hacia Los Ángeles, donde se encuentra hoy viviendo con su hermano. Ya tiene más de dos meses en Estados Unidos y pudo vacunarse contra el Covid-19.

Actualmente está trabajando como ayudante de carpintería, y de vez en cuando sale a vender sus pulseras azul y blanco. Dice que todavía no se siente totalmente recuperado del coronavirus, pero cada vez va mejorando.

De lo que no ha podido recuperarse satisfactoriamente es de las golpizas que recibió en Nicaragua cuando estaba detenido en La Modelo. “He tenido inflamación en el testículo derecho y no puedo hacer fuerza”, relata. Tampoco puede salir a correr como antes, cuando corría para correr a Daniel Ortega, porque eso le provoca dolor en sus genitales.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí