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¿Por qué sísifo?

“¿Por qué será?”, me decía un amigo, profesional brillante, “¿qué nuestros períodos de estabilidad democrática no logran afianzarse y después nos vienen nuevas dictaduras?” 

Efectivamente, si indagamos nuestra historia veremos como aquellos períodos que podrían considerarse como relativamente democráticos, o libres, han colapsado más tarde bajo el poder de dictaduras.

El primero de ellos, el de la República Conservadora (1858-1893), vio a cinco presidentes entregar la banda presidencial al final de sus períodos, para luego ser sucedido por catorce años de dictadura zelayista y una guerra civil. Luego vino un intermezzo conservador que no pudo regresar a la estabilidad de su primera hegemonía pues su cuarto presidente fue depuesto por el primero de ellos, Emiliano Chamorro. Su golpe de Estado, el famoso “lomazo” de 1925, precipitó al país en otra ruinosa guerra civil de la que Nicaragua pudo salir cuando los bandos en pugna aceptaron que las fuerzas de ocupación norteamericanas supervisaran las elecciones. Hubo dos de ellas, limpias, dando la impresión de que el país podría institucionalizarlas y consolidar así una paz en libertad.  

El experimento fue interrumpido por otro golpe de estado, el de Anastasio Somoza García, quien estableció la primera dictadura dinástica; 42 años en que el y dos de sus hijos ocuparon la presidencia. El primero de ellos, Luis, quiso eliminar las reelecciones, pero lo frustró su hermano Anastasio. Este buscó eternizarse en el poder hasta que lo derribó la revolución sandinista en 1979. Fue un momento de optimismo. El pueblo pensó —ingenuamente— que las dictaduras serían cosa del pasado. La decepción fue tremenda. El país entró entonces en una de sus noches más oscuras en la que el juvenil nuevo gobierno intentó establecer una dictadura tipo castrista y precipitó al país en otra guerra civil.

En 1990 volvió a brillar la esperanza. Esta vez los sandinistas, ante el colapso de su principal sostén, la comunista Unión Soviética, combinado con la presencia de un gran ejército contra y el convencimiento de que eran mayoría, llevó a la tercera elección supervisada en la historia del país y al triunfo de la oposición democrática. Volvió la plena libertad de expresión y movilización, dejó de haber presos políticos y tres gobiernos se sucedieron unos tras otros a través de elecciones limpias: Chamorro, Alemán y Bolaños. Parecía que al fin el país se enrumbaba hacia la democracia plena.

El sueño fue frustrado de nuevo a partir de 2007, con la dictadura de Daniel Ortega. Esta no solo hizo añicos los avances democráticos en vías de consolidación, incluyendo el mecanismo de las elecciones libres, sino que estableció un poder total y cruel con aspiraciones de establecer el segundo régimen dinástico de nuestra historia. La pregunta que surge, entonces, es ¿por qué estos retrocesos tan violentos hacia los despotismos? ¿Por qué no parece poder afianzarse el sueño de vivir en un país estable y libre? ¿Por qué seguimos vagando en el desierto, como los israelitas, y no acabamos de afincarnos en la tierra prometida? 

Estos ciclos trágicos han hecho pensar a muchos que sufrimos la maldición de Sísifo, el personaje mitológico que cada vez que lograba subir la pesada piedra a la cumbre del monte esta volvía a rodar hacia abajo. La verdad es que en la historia no hay nada predeterminado ni fatal. El hombre y los pueblos tienen libre albedrío y, como tales, la capacidad de cambiar su destino. Quien piensa lo contrario no solo incurre en una mentira, sino que se vuelve, quizás sin quererlo ni darse cuenta, en cómplice o aliado de las fuerzas regresivas o malignas.

Pero es cierto que no es fácil romper los ciclos negros. Si estos se vuelen a suceder como si fuesen algo fatal, es porque en el seno de la sociedad que los sufre hay factores que los producen o permiten. Factores que suelen estar profundamente arraigados en la cultura, valores o modos de actuar, de sus habitantes. Factores que es preciso conocer para poderlos cambiar y no seguir la suerte de Sísifo, a sabiendas de que lograrlo requiere mucho auto examen, esfuerzo y perseverancia. Examinarnos es lo que intentaremos hacer en las próximas entregas. 

El autor fue ministro de educación y es autor del libro “Buscando la Tierra Prometida” (Historia de Nicaragua 1492-2019) disponible hoy en librerías y en Amazon.

Opinión
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