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Enderezar el camino

La vida es un constante caminar y sólo se hace camino al andar.

Los caminos no están hechos; cada uno construye su propio camino. 

Lo malo es cuando tomamos caminos equivocados, torcidos, erróneos.

Entonces la vida deja de ser vida y empieza a maltratarse o maltratar a los demás. De ahí que digamos muchas veces: esto no marcha por buen camino.

Cuando vemos que cada vez hay más conflictos e intolerancia en nuestras relaciones decimos: hay algo aquí que no marcha bien.

Cuando crece la indiferencia y solo criticamos pero no somos capaces de dar soluciones concretas decimos: hay algo que aquí no marcha bien.

Cuando hablamos mucho y hacemos poco. Cuando no nos comunicamos con los seres queridos y cada uno vive en su celular decimos: hay algo que no marcha bien.

Cuando en nuestras relaciones hay maltrato, enojo, resentimiento en vez de un ambiente de amor y de respeto a los demás, decimos: hay algo que no marcha bien.

Cuando entre los miembros de la misma familia no hay el más mínimo respeto, decimos: esta familia no marcha bien.

Cuando, tanto los padres como los hijos, abandonan las responsabilidades del hogar, decimos: esta familia no marcha bien.

Cuando en el hogar no existe el más mínimo calor de amor, de comprensión, de solidaridad y fidelidad, decimos: este hogar no marcha bien.

Cuando una persona anda con malas compañías o se ha metido en el oscuro mundo de la droga y el alcohol decimos: esta persona no va por buen camino.

Cuando una persona vive en medio de la inmoralidad y la corrupción y no cuida de su vida o familia, decimos: esa persona no anda por buenos caminos.

Hay caminos que tomamos en la vida que son torcidos, sabemos que no nos hacen ningún bien y sin embargo nos cuesta dejarlos y cambiar. Todos tenemos experiencia sobre ellos y vivimos sus consecuencias.

Estamos en el tiempo de la espera, del cambio. Hoy tenemos una nueva oportunidad para encontrarnos con Cristo, el verdadero “camino” de la vida (Jn.14,6).

Quien le sigue, nunca se equivoca; por eso, se nos invita a “enderezar los posibles caminos torcidos” (Is.40,33-44; Mc.1,3) que nos conducen a la muerte y no a la vida (Prov.14,12; 16,25), los caminos que toma la gente insensata (Prov.19,3).

Cada uno tenemos muchos caminos que enderezar. La corrección está en nuestras manos. Nadie puede hacerlo por mi.El autor es sacerdote católico.

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