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Según datos de la CIDH, más de 1,600 personas han sido presas políticas de Daniel Ortega. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

Exilio, asedio y cárcel: así viven los expresos políticos

Los males no terminan una vez salen de la cárcel. Unos viven escondidos, otros han buscado vida en el extranjero, y algunos han sido recapturados. La paz nunca volvió a sus vidas.

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Los cinco meses que estuvo encarcelado en 2019 le cambiaron la vida, y para contarnos ese giro de 180 grados, este excarcelado político nos pide anonimato. “No pongas mi nombre. Poneme Aurelio”, solicita.

Desde que salió del Sistema Penitenciario Jorge Navarro, conocido como “La Modelo”, el 20 de mayo de 2019, Aurelio no pudo regresar a Masaya, la ciudad donde vivía con su familia. Se ganaba la vida como agrónomo y llevaba una vida tranquila. La de cualquier hombre de 56 años. Hoy tiene 58.

En el sector donde vivía en Masaya, el asedio de paramilitares y simpatizantes del partido de gobierno se volvió insoportable, así que junto a sus hijas y su esposa se fue a vivir a Managua.

Ha vivido en al menos tres lugares distintos y no termina de acostumbrarse al ajetreo de la capital. “Fue durísimo llegar a un lugar prácticamente extraño. No es lo mismo que Masaya”, dice.

Su vida se encontraba cerca del barrio indígena de Monimbó donde todo mundo se conoce y fácilmente se puede llegar caminando a cualquier parte. Muy distinto a Managua.

Ahí vivía con su familia, sus vecinos y los perros y gatos que sus hijas rescataban de la calle y aparecían en su casa sin que él se percatara, y aunque Aurelio se quejaba: “ya no quiero más animales”, siempre terminaba aceptándolos. Ahora es él quien convive con todos esos animales en la casa que alquila la familia en Managua, y los cuida más de lo que lo hacían sus hijas.

Aurelio se sabe desplazado. Entiende que no puede regresar a Masaya porque quienes lo consideran su enemigo están detrás de su pista. A finales de 2020, dos excarcelados de esa ciudad fueron detenidos una tarde. Fueron interrogados por horas en la delegación policial de Masaya y los dejaron ir.

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“Cuando salieron me llamaron y me dijeron que ni me apareciera por allá porque les habían preguntado por mí, que dónde estaba, que qué hacía”, cuenta el hombre. “La abogada me decía: usted no tiene ni un caso, pero si lo agarran le van a meter como 20 casos más”, dice. Eso lo terminó de convencer que era mejor vivir en el ajetreo de Managua, que volver al hacinamiento de La Modelo.

No ha podido conseguir trabajo. Su profesión de agrónomo la desarrolla principalmente en el campo y cuando estaba en Masaya trabajaba en los pueblos blancos y algunos municipios de Granada, pero eso se acabó. Quedó más allá de la frontera que se fijó. “Del kilómetro 14 (Carrretera a Masaya) ya no sigo”, dice.

En estos últimos meses ha visto como algunos de sus amigos y excompañeros de celda han sido apresados nuevamente. Él no quiere pasar por eso y lleva semanas buscando la manera de salir del país. Managua ya no le da la seguridad que necesita y tampoco la tranquilidad a su familia.

No quiere salir por veredas porque siente que el cuerpo ya no le da, y tiene temor a que lo apresen en el camino. Desconfía del Ejército de Nicaragua que vigila los puntos ciegos por donde salen los migrantes hacia Costa Rica u Honduras. La mayoría, huyendo de la represión de Daniel Ortega.

Nahiroby Olivas llegando a León tras ser excarcelado en 2019. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

Nueva vida

Salir de la cárcel y empezar de cero fue lo que muchos excarcelados se vieron obligados a hacer. Antes de 2018, Aurelio trabajaba para salir de sus deudas y mantener a su familia. Otros excarcelados se dedicaban a estudiar o eran profesionales dedicados a su carrera, pero todos tuvieron que cambiar su estilo de vida para adecuarse a su nueva realidad. El Frente Sandinista los tiene vigilados.

Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la cifra de personas presas políticas que ha mantenido Daniel Ortega hasta la fecha es de 1,614 personas, de las cuales, más de 160 se encuentran actualmente encarceladas.

El resto, es decir, más de 1,400, fueron excarcelados en la primera mitad de 2019 tras la aprobación de la polémica Ley de Amnistía.

Nadie tiene un dato exacto de cuántos excarcelados están viviendo en sus casas nuevamente, ni de cuántos tuvieron que dejarla. Tampoco hay un dato de cuántos tuvieron que salir del país por amenazas o por temor a ser encarcelados nuevamente.

Algunos, los más jóvenes, han podido retomar sus estudios como Byron Estrada, excarcelado político de León que consiguió una media beca para terminar su carrera de odontología en los Estados Unidos.

Antes de ser encarcelado, Estrada cursaba el quinto año de Odontología en la UNAN León, pero fue expulsado por participar en las protestas contra Daniel Ortega y posteriormente encarcelado. Hoy se encuentra exiliado y tratando de continuar con su vida.

Sin embargo, para algunos el exilio no los aleja de los peligros y las amenazas que pueden recibir en Nicaragua por parte de simpatizantes sandinistas. El pasado 19 de noviembre, el excarcelado político Edwin Carcache denunció a través de sus redes sociales que había “recibido una clara amenaza de muerte en Estados Unidos por una persona alineada al régimen de Ortega y Murillo”.

El joven no entró en detalles sobre la amenaza que recibió, pero indicó que lo haría saber a las autoridades correspondientes en los Estados Unidos donde vive su exilio.

“Momentos dramáticos y muy difíciles para mí y mi familia. Parte de ella ya se encuentra en territorio estadounidense, entre ellos mi hermano menor, quien en más de dos ocasiones la guardia de Ortega intentó secuestrarlo”, comentó el joven tres días después en sus redes sociales.

El líder estudiantil Edwin Carcache junto a sus padres tras ser excarcelado en 2019. LAPRENSA/R. Fonseca

El pasado 29 de noviembre, el mismo Carcache publicó un video donde se ve a una persona amenazando a familiares del joven. “Esta fue una de las tantas veces que los sandinistas atentaron contra la vida de mis familiares en Managua. En esa ocasión lo amenazaron con un arma de fuego a mi hermano. Con en Dios que él y mi primo estén bien en ese lugar donde se encuentran”, denunció.

Otros excarcelados se han visto en una situación peor. Han sido recapturados, como el caso de Wilmer Mendoza, quien había sido detenido el cinco de julio de 2018 y fue liberado el 16 de abril del siguiente año tras la Ley de Amnistía, pero el 11 de mayo fue recapturado y acusado del supuesto de tráfico de drogas y condenado a siete años de prisión.

Una familiar de Mendoza que pide no identificarse por temor a represalias cuenta que en varias ocasiones ha sido golpeado en la cárcel. La última vez fue el pasado 25 de octubre cerca de las cuatro de la tarde, cuando funcionarios del Sistema Penitenciaron llegaron a su celda con el pretexto de fumigarla.

“En lo que estaba saliendo de la celda, recibió un fuerte golpe en el abdomen por parte de Roger Guevara, el director del área de máxima seguridad de La Modelo”, cuenta el familiar de Mendoza.

Otros funcionarios también habrían golpeado a Mendoza en esa ocasión y cuando el hombre les recordó que era beneficiario de medidas cautelares otorgadas por la CIDH, Guevara supuestamente le dijo que ahí no se encontraba ni la CIDH, ni la Cruz Roja ni cualquier otro organismo defensor de derechos humanos. “Aquí mando yo, grabátelo”, le dijo con el dedo en su frente, según denuncia su familiar.

Aunque Mendoza esté acusado de un delito común, su familiar considera que se trata de un caso político, porque en su natal Ciudad Darío, todos lo conocen como opositor y por haber apoyado las manifestaciones en contra de Daniel Ortega.

Aurelio teme que le suceda lo mismo que a Mendoza y otros recapturados. En total, 42 excarcelados políticos han sido detenidos nuevamente según datos del Mecanismo de Reconocimiento de Personas Presas Políticas.

Sin opciones

“Yo me hice el tour completo”, cuenta Aurelio sobre sus días en la cárcel. Asegura haber estado detenido primero un día en la delegación policial de Masaya y luego trasladado a El Chipote viejo, donde estuvo por tres semanas en celdas oscuras.

Luego fue llevado a El Chipote nuevo, donde estuvo por una semana. Y, por último, fue trasladado a la cárcel Modelo por cuatro meses hasta que fue liberado el 20 de mayo.

La mayoría de los excarcelados políticos fueron apresados tras haber participado en las protestas contra Daniel Ortega. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

A él nunca lo acusaron de nada formalmente. Tampoco hubo juicio en su contra. Solamente supo que lo vinculaban con unas bombas que tiraban los manifestantes en Masaya. Él dice que todo eso en su contra fue un montaje, y que está consiente que en cualquier momento le pueden armar otro.

Aurelio ahora trata de no involucrarse mucho en actividades opositoras, por su bien y por el de su familia, porque para él, Managua ya no es tan segura como pensó.

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En más de una ocasión mientras va por la calle, se ha topado con agentes policiales que lo quedan viendo, como tratando de reconocerlo. “Yo me hago como que no es conmigo y me voy”, dice.

Otro día en una sucursal bancaria, se encontró con un reconocido orteguista de Masaya, y prefirió irse de ahí antes de que el hombre lo viera.

En más de una ocasión ha dado entrevistas a medios de comunicación televisivos y más de alguien cercano en Managua lo llega a reconocer. Hasta se ha tenido que cambiar de nombre para que no lo vinculen como un excarcelado político. Usar la mascarilla en la calle lo ha ayudado a pasar inadvertido.

En estos días, Aurelio está viendo cómo sale del país. Si por vereda o por algún puesto fronterizo. No se decide. Cree que no es tan visible y que podría correr el riesgo, pero siente que el precio es muy alto. Que pueda ser detenido nuevamente, “es algo que uno tiene presente”, dice.

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