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Mahatma Gandhi: Apóstol de la no violencia

Mahatma Gandhi es una de las personalidades más notables del siglo XX. Su nombre de nacimiento es Mohandas Karamchad Gandhi, de la casta de los Bania o “vaysia”, tercera en importancia en el sistema de castas hindú. Fue el gran poeta bengalí Rabindranath Tagore, premio Nobel de Literatura en 1913, quien primero le llamó Mahatma, que significa portador de un “alma grande”.

Por cierto que Gandhi nunca estuvo conforme con ese título, reservado a los santos del hinduismo, pues su proverbial modestia y extraordinaria humildad no podía aceptar tamaña distinción, a la que no se sentía acreedor. En sus escritos Gandhi rechaza el título con las palabras siguientes: “La verdad me es infinitamente más querida que esa dignidad humillante de mahatma con que quieren revestirme. Si hasta ahora no me ha aplastado ese peso es por el sentimiento que tengo de no ser nada y porque tengo conciencia de mis limitaciones”.

En cambio, para los millones de indios que vieron en Gandhi la encarnación misma de la patria, de suerte que cuando Gandhi ayunaba era como si toda la Madre India ayunara con él, estaban seguros de la grandeza de alma de su líder espiritual y político, que con su prédica de la no-violencia y la resistencia pacífica fue capaz de conducirles a la independencia.

Gandhi no sólo legó a su patria la independencia. Dejó a la India y a la humanidad entera una trayectoria ejemplar, donde siempre se dio la más perfecta congruencia entre prédica y conducta, hasta en los más mínimos detalles.

La familia de Gandhi profesaba la religión Jainí, en la cual la no violencia ocupa un lugar central, así como la fe en la eternidad del universo y la doctrina de la reencarnación. Pero, en su formación intelectual intervinieron tanto la cultura hindú como sus años de estudio en Londres. De esta suerte, Gandhi reconoce la influencia que tuvieron en su pensamiento varios maestros europeos, como Thoreau, cuyo ensayo: El deber de la desobediencia civil le proporcionó las bases filosóficas y científicas para sus acciones de desobediencia civil, y su admirado León Tolstoi (“En Tolstoi, escribió Gandhi, Rusia me dio un maestro capaz de fundamentar racionalmente mi no-violencia empírica”).

Gandhi provenía de una familia acomodada de comerciantes. Siendo un abogado brillante pudo acumular una buena fortuna. Pero él prefirió dedicarse en África del Sur y en su patria a la defensa de los más desfavorecidos y optó resueltamente por la pobreza: “Soy un pobre mendigo. Mis bienes terrenos consisten únicamente en seis ruecas, unos platos de hojalata, una jarra de leche de cabra, seis taparrabos y unas toallas fabricadas en el ashram (rueca), y finalmente mi reputación, que no vale gran cosa”. “Una vez metido en el ajetreo de la política, me pregunté qué es lo que había que hacer para seguir siendo íntegro y fiel a la verdad, y resistir a las tentaciones que lleva consigo la búsqueda de éxito en este terreno. La respuesta me pareció evidente: si quería servir a aquellos hombres cuya vida compartía y cuyas dificultades conocía, por haber sido día tras día testigo de ellas, tenía que renunciar a toda riqueza y librarme de toda posesión”…

Los conceptos fundamentales de Gandhi integran un todo armónico, donde cada idea calza perfectamente con las otras y representan un valioso aporte al tesoro espiritual de la humanidad, si bien el propio Gandhi proclamó que “no existe el “gandhismo, ni quiero que se constituya ninguna secta después de mí. No pretendo ni mucho menos haber sido el origen de una nueva doctrina. Lo único que he querido ha sido aplicar, a mi manera, unos principios de valor eterno a los problemas de nuestra vida cotidiana”.

Armado de estas ideas, aquel hombrecito semidesnudo y de apariencia endeble, derrotó, gracias a la fuerza de su espíritu y de sus principios éticos, al poderoso imperio británico, arrancándole la independencia de su patria.

Gandhi estaba seguro de la universalidad de sus convicciones. Nada extraño tiene, entonces, que en todas las regiones del mundo surgieran discípulos de su enseñanza, como Martin Luther King en los Estados Unidos. “Mi misión, afirmó Gandhi, no se habrá acabado el día en que todos los indios se amen como hermanos. Tampoco acabará con la liberación de la India, aunque por ahora le consagre a esta tarea mis mejores fuerzas y casi todo mi tiempo. Lo que busco a través de la liberación de la India es llevar a todos los hombres a que formen una sola comunidad fraternal. Mi patriotismo no conoce ninguna exclusividad”.

El autor es académico y escritor.

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