14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Eficientes autoridades

Adolfo Castillo

En la madrugada del 25 de diciembre (unos minutos pasadas las doce de la noche) me encontraba conduciendo por la Colonia 10 de Junio, de pronto vi cómo un taxi marca Nissan, color blanco, placa T 68-52, manejaba erráticamente en dirección opuesta a mí.

El hombre, si se le puede llamar así, literalmente doblado sobre el asiento del conductor estuvo a milímetros de golpear al auto que iba delante de mí. En eso pensé que algo no andaba bien.

Dicho y hecho, el taxista intoxicado, manejando por en medio de la estrecha calle se dirigió hacia donde yo estaba y me golpeó en la puerta trasera y parte de la estructura de atrás de mi carro. Por suerte lo pude capear un poco, porque si no hubiese hecho eso me hubiera golpeado de frente sin lugar a dudas.

Pues bien, el hombre borracho se dio a la fuga. Si no ha sido porque todo el barrio se me unió en su persecución, especialmente un señor al cual nunca supe su nombre, pero que aprovechando la ocasión quiero agradecerle infinitamente su ayuda, ¡quién sabe en dónde habría terminado el ebrio taxista! Tal vez hubiera golpeado a otro auto, ahora sí causando una desgracia que lamentar.

Las personas del barrio amablemente me prestaron el teléfono para que llamara a la Policía, ya que se supone que ellos son quienes intervienen para resolver estos tipos de casos. El teléfono tardó un siglo o dos para que alguien lo atendiera, y, cuando por fin lo hicieron sentí un alivio al saber que nuestras eficientes autoridades sabían lo que había ocurrido y llegarían de inmediato.

Alrededor de una hora y media después de estar esperando a que llegaran y luego de haber mandado a un amigo a buscarlos, supe que no podría haber estado más lejos de la realidad que esa noche. Al fin se apareció un oficial en un microbusito con cara de pocos amigos y quien no quería saber de nada más que regresar a su puesto en la estación y seguir haciendo lo que hubiese estado haciendo. Llegó, levantó el croquis, garabateó algo, me dijo que firmara una hoja, me quitó mi licencia sólo a mí, pues al bolo se lo habían llevado sus compinches, y me dio cita para 4 días después en la estación policial.

El dictamen final sobre el accidente viendo todos los hechos ocurridos —y no viendo al bolo, pues estaba ausente— fue que yo había ganado el caso; en mi mente revoloteaba la idea de cómo iban a hacer pagar al borracho los gastos de la compostura del vehículo. Como leyendo mi mente el capitán que me atendió pronunció las siguientes palabras: “Ahora tenés de 2: o te arreglás con él por aparte o metés esto al Juzgado, para lo cual tenés que comprar una boleta de accidente y venir de nuevo aquí para que te la sellen”. Y eso fue todo, tanto esperar, tanto tiempo invertido para que a la hora de llegada el hombre no se apareciera ni siquiera por hombría; ya todos sabemos que meter un caso a los juzgados por cuestiones de accidentes es prácticamente pérdida de tiempo y de más dinero.

¿Saben qué es lo único bueno que se saca cuando a usted lo chocan? Que sólo tendrá que pagar los daños de su propio vehículo.

Km 13 1/2 carretera Sur, Tel.: 2658627
e-mail:[email protected]  

Editorial
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí