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La presencia de Fidel Castro en dos oportunidades, enero 1985 y julio 1980, confirmó el “padrinazgo” a los sandinistas.

La “conexión Cuba” preocupó a EE.UU.

La influencia cubana en Nicaragua, en todos los ámbitos, fue una de las mayores preocupaciones de las administraciones norteamericanas, tanto de Reagan como de Bush, ya que llegaron a estimar la presencia de 9,000 cubanos en el país, de los cuales 3,000 eran asesores militares y de inteligencia Roberto Fonseca [email protected] En una nota de […]

  • La influencia cubana en Nicaragua, en todos los ámbitos, fue una de las mayores preocupaciones de las administraciones norteamericanas, tanto de Reagan como de Bush, ya que llegaron a estimar la presencia de 9,000 cubanos en el país, de los cuales 3,000 eran asesores militares y de inteligencia

Roberto Fonseca [email protected]

En una nota de dos páginas, con fecha de noviembre de 1977, la Inteligencia del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, formuló sus primeros señalamientos sobre el involucramiento del régimen de Fidel Castro en el derrocamiento de Somoza y el triunfo militar sandinista. “Oficiales cubanos han reportado confidencialmente que La Habana está brindando algún apoyo al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua, de forma cautelosa y secretamente, para no afectar las relaciones con los Estados Unidos”, refiere la nota de la Inteligencia, ahora “Desclasificada”.

“Los cubanos no especificaron el tipo de asistencia que La Habana está proveyendo, pero probablemente (el 70%) de la ayuda consiste en algo de recursos financieros, entrenamiento y apoyo moral”, agrega. Al respecto, citan que Sergio Ramírez, en ese entonces del “Grupo de los Doce”, había solicitado 25 mil dólares a Cuba para la adquisición de armas en Costa Rica.

Posteriormente, en otro documento publicado por el Departamento de Estado, con información del Departamento de Defensa y de la Central de Inteligencia Americana (CIA), con fecha de 1984, se profundiza sobre los vínculos de Cuba con la dirigencia sandinista.

El texto, de 20 páginas, refiere que Fidel Castro condicionó su apoyo y ayuda a la lucha armada, a la “unificación” de las tres tendencias sandinistas: GPP, Terceristas y Proletarios. Este mensaje se lo hizo saber a Tomás Borge y los hermanos Ortega, a quienes llamó a una reunión en La Habana, a inicios de 1979. Entonces, se materializó meses después –marzo de 1979– en Panamá.

“En la primavera de 1979, Cuba se conformó en el primer suplidor de asistencia militar para los sandinistas, actuando a través de una red que operaba en la ciudad de Liberia, Costa Rica. Al menos 21 aviones cubanos volaron directamente de Cuba al aeropuerto de Llano Grande, Liberia, con armas y municiones. Este apoyo logístico fue importante para los sandinistas”, refiere el Reporte de Inteligencia.

Aunque no lo menciona el documento analizado, fuentes consultadas por LA PRENSA refieren que el encargado de esa operación logística en Costa Rica fue el cubano-argentino Renán Montero, quien tras el triunfo sandinista fue el encargado de la denominada Dirección Quinta del Ministerio del Interior (Mint).

Fortalecimiento de los lazos

Inmediatamente del triunfo sandinista el 19 de julio de 1979, llegaron más asesores cubanos. “En menos de dos años, cerca de 600 asesores militares cubanos fueron introducidos dentro de Nicaragua, provocando las protestas de muchos líderes no-marxistas que pelearon contra Somoza”.

Según informaciones obtenidas por parte de desertores sandinistas, agrega el Reporte de Inteligencia, los cubanos han sido asignados a “puestos claves” en todos los ministerios del gobierno, incluyendo Defensa y Mint. “La influencia cubana se extiende hasta su participación en los aparatos de seguridad nicaragüense y su entrenamiento”, refiere.

Para garantizar la “colaboración” cubana en la Nicaragua de los 80, la Inteligencia norteamericana reportó que Fidel Castro había designado a uno de sus “más experimentados oficiales de alto rango”, el general Arnaldo Ochoa Sánchez, quien previamente se había destacado en acciones militares en Etiopía.

Ochoa, quien más tarde fue fusilado en La Habana por decisión de un tribunal militar cubano, permaneció en Nicaragua hasta mediados de los años 80. Entre otras responsabilidades, fungió como Secretario General de la Comandancia del Ejército, y al concluir su misión lo premiaron con la más alta distinción de las Fuerzas Armadas.

Al momento en que se publicó el citado Reporte de Inteligencia, en julio de 1984, tanto Defensa como la CIA estimaban que en Nicaragua había un total de 9,000 asesores cubanos, de los cuales 3,000 estaban ubicados en las instancias militares, de inteligencia y organismos de seguridad, desde el nivel superior hasta batallones.

Niegan presencia, pero luego…

En un telegrama generado en el Departamento de Estado de los Estados Unidos, clasificado con el número 031628Z, correspondiente a noviembre de 1981, se informa que el embajador nicaragüense en Washington, el Dr. Arturo Cruz, traía consigo una carta de la Junta de Gobierno de Nicaragua dirigida a Thomas Enders, indicándole el interés de continuar un diálogo con los Estados Unidos.

Por otra parte, en el mismo telegrama, la Embajada de Estados Unidos en Managua refería que de acuerdo con el diario Barricada, órgano oficial del FSLN, “la carta rechaza enfáticamente la presencia de soldados cubanos en Nicaragua e insta al Departamento de Estado a clarificar la falsa acusación sobre tropas cubanas”.

Dos años después, en noviembre de 1983, en el telegrama número 05367, originado en Managua, se informa a sus superiores en Washington que el miembro de la Junta de Gobierno, Sergio Ramírez, despedía a un contingente de 1,500 maestros cubanos que había permanecido dos años en Nicaragua.

En dicho telegrama, Anthony Quainton, embajador de Estados Unidos en Managua, destacó un comentario del Ministro de Educación de Cuba, comandante José Ramón Fernández, en su discurso. “Cada maestro cubano está listo a cambiar su lápiz por un fusil”, dijo.

Posteriormente, en otro telegrama generado desde Managua, en abril de 1985, bajo el número 02603, un funcionario de la Embajada norteamericana –Gibson– reporta que la Oficina de Prensa de la Presidencia de Nicaragua informó en un comunicado (con fecha del 24 de abril), que un contingente de 100 asesores militares cubanos abandonaría el país el 2 de mayo de ese año.

Asimismo, refirió que Nicaragua estaba dispuesta a “mandar a sus casas” a todos los asesores militares extranjeros, una vez que otros países –Estados Unidos, especialmente– firmaran el Acta de Contadora, una iniciativa de paz promovida por México y Colombia que fracasó.

Un resbalón diplomático

También, con el ánimo de desmontar las acusaciones de la Administración Reagan, de que Nicaragua constituía un peligro militar para sus vecinos, el gobierno sandinista invitó en febrero de 1985 a “líderes del Congreso norteamericano”, para que “una delegación del Congreso visite nuestro país, si lo estiman conveniente y valoren sobre el terreno, el carácter defensivo de las Fuerzas Armadas y medios de defensa de nuestro país”. Eso quedó reflejado en el telegrama número 01233, generado por la Embajada de EE.UU. en Managua y suscrito por el embajador Bergold.

No obstante, otro telegrama fechado en marzo de 1985, bajo el código 01578, reseña la protesta del congresista norteamericano Lagomarsino, porque el gobierno nicaragüense rechazó su solicitud para visitar instalaciones militares, especialmente el aeropuerto militar de Punta Huete (llamado “Pancho”) y la base de tanques en Las Quebraditas.

El malestar se lo expresó a Víctor Hugo Tinoco, viceministro del Exterior sandinista, en una reunión sostenida el 13 de ese mes, ya que el mes anterior Daniel Ortega había “invitado” a los congresistas a visitar las instalaciones militares en Nicaragua.

Tinoco, de acuerdo con el telegrama firmado por Bergold, respondió que “la invitación de Ortega había sido muy específica, al solicitar el establecimiento de una comisión bipartita”, por parte del Congreso de los Estados Unidos. Mientras tanto, no se podía autorizar su ingreso a las instalaciones militares. Sin embargo, esa especiificación no está en el texto original, en español.

El embajador norteamericano apuntó que Lagomarsino fue entrevistado por la cadena televisiva norteamericana ABC, mientras salía de la reunión en el Ministerio de Relaciones Exteriores. “Dijo que estaba desilusionado de que el GRN hubiera rechazado permitir a dos congresistas del Comité de Asuntos Exteriores para visitar sitios militares, después de la propuesta hecha por Ortega”, refiere el telegrama.

“Más tarde, el representante Lagomarsino le dijo a los oficiales de control que a él no le sorprendía el rechazo del GRN, dado que él ve la oferta básicamente como una iniciativa de propaganda”.

El “compromiso” con los primos salvadoreños

Otro tema que generó preocupación por parte de la Administración Reagan, en los años 80, fue el apoyo sandinista a los revolucionarios salvadoreños, que comprendió hasta el abastecimiento de armas y el entrenamiento militar.

Según el Reporte de Inteligencia elaborado por la CIA y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, publicado en julio de 1984, el comandante salvadoreño Alejandro Montenegro, ayudante de Joaquín Villalobos, y quien fue capturado a mediados de 1982 en Honduras, aseguró que el apoyo sandinista se ejecutaba a través de la “Comisión Política” que coordinaba Bayardo Arce.

Tras la unificación de la guerrilla salvadoreña, en el FMLN, en abril de 1980, aumentó el abastecimiento militar de fusiles M-16, cohetes, morteros, para la denominada “Ofensiva Final” que se llevó a cabo en enero de 1981.

Según Montenegro, las rutas de abastecimiento eran múltiples: aérea, terrestre y marítima. En la primera se utilizaron aviones que pertenecieron a la FAN de Somoza con pilotos ticos; en la segunda se emplearon camiones “comerciales preparados” en Nicaragua a través de Honduras, y en la última modalidad, una compleja operación de lanchas y botes por el Golfo de Fonseca.

Posteriormente, el desertor del EPS, Róger Miranda Bengoechea, principal asistente del general Humberto Ortega, aseguró que Joaquín Villalobos solicitó a los sandinistas en septiembre de 1987 que entrenaron a un contingente salvadoreño en el empleo de los misiles tierra-aire.

Un mes después, según Miranda, quince guerrilleros del FMLN completaron un curso de 35 días, sobre el uso de misiles tierra-aire. También corroboró que la operación de abastecimiento la llevaba a cabo una estructura clandestina, denominada “El Buró”, que dirigía Arce.

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