El caso de Maritza Mejía es el 01194-ORM1-2009-LB de las demandas laborales que enfrenta el Director General de Ingresos, Walter Porras Amador, según consulta hecha por LA PRENSA en los Juzgados de Managua.
Trabajó durante ocho años en la DGI en el área de cobranzas y fiscalización. Es estadígrafa y abogada y es una de las trabajadoras a las cuales Porras no pagó su indemnización, después de despedirla por negarse a afiliarse al partido de Gobierno.
Mejía, de 40 años, conoce cómo funcionan las cosas dentro. Cuando despidieron a 20 trabajadores, sumada ella, anduvieron por todas las instancias conocidas denunciando al polémica funcionario y en esos mismos días, en 2009, 800 mujeres más salieron intempestivamente por órdenes del director.
Así lo dice en su testimonio que se publica, ahora que se conoce que Porras maneja una institución endeudada en más de 107 millones de córdobas, la mayor parte concentrada en las obligaciones con los trabajadores a quienes el partido de Gobierno, el Frente Sandinista, defiende únicamente en sus discursos.
Y en la denuncia también hay críticas para la oposición que nada ha hecho para hacer más llevadera su tragedia. “Los políticos me dan asco. Son unos cerdos”, dice desilusionada en estas líneas que son como su catarsis.
Después de leer todo lo publicado, Maritza, ¿cuál es su opinión sobre Walter Porras, el director de la DGI?
Es negativa desde antes. Él es una persona servil, déspota. Tiene muchos calificativos.
Para la gente que no conoce la DGI, ¿en qué se le nota el servilismo?
Cuando nos sacaba obligatoriamente a las marchas, nos decía que era para agradar a su comandante sin pedirle consentimiento a uno si estaba de acuerdo.
No le importaba si uno estaba bien de salud o mal. Era para agradar a costa de lo que sea, denigrando al trabajador con tal de quedar bien.
Despidió gente. Gente que íbamos a la marcha y en el camino nos regresábamos. Nos descubrieron.
¿Ésa fue la razón para que la despidieran?
En mi caso fue porque no me afilié. Porque digo que no me gusta mezclar lo laboral con lo político. Si estoy en un cargo es porque me lo he ganado por mi capacidad. No por lustrarle los zapatos a un jefe y otras cosas indecorosas.
¿El rechazo a la afiliación ocurrió cuando estaban haciéndolo en todas las instituciones del Estado?
Mi despido fue hace dos años y medio. Un día lunes me llamó un tal Pedro Mercado, militante del Frente Sandinista que trabaja en la DGI, diciéndome que la orientación era que se afiliaran todos los trabajadores.
Me dijo que iba a participar en las filas del Frente y que iba a aportar el uno por ciento de mi salario. En mi caso eran 400 córdobas. Le dije que no, que tenía dos hijos, que no podía. Entonces me dijeron que era una orden. Yo pensando que había un país distinto, pensaba que había legalidad, respeto y no fue así. El miércoles me dijeron que me presentara al área de Recursos Humanos, dos días después de la llamada me despidieron.
¿Cómo hace este señor para hacer esos malabares con el presupuesto? Nosotros publicamos que debe 107 millones de córdobas, ¿por qué la gente no habla y no reclama que la DGI entere sus prestaciones?
Nosotros fuimos a la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), otro grupo fuimos al Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), los juzgados, medios de comunicación, hay otro grupo que tiene miedo, que dice que quiere a sus familias y atreverse a dar declaraciones, pues los pueden perseguir, hacer algo. En mi caso me estoy atreviendo.
Los trabajadores de la DGI se destacan porque están en primera fila en los actos gubernamentales, vistiendo camisetas nuevas…
Esas camisetas no son regaladas, las primeras las daban a 50 córdobas, las otras a 90 córdobas.
No era regalada ni te consultaban, te la quitaban de la nómina. Todo era deducido. Es un atropello.
Lo más lastimoso es que no hay ningún opositor al Gobierno que haga algo. Hablamos con Edmundo Jarquín.
Nosotros los despedidos éramos 20. Fuimos despedidos por la misma causa.
Nosotros no aceptamos llenar las fichas de la maldición. Fuimos al Cenidh, el otro diputado que sí nos apoyó fue Pedro Joaquín Chamorro. Pero la verdad es que la mayoría de los políticos nos dan asco. Son unos cerdos.
¿Cómo le ha hecho para sobrevivir en este tiempo y qué pasó con el resto de los trabajadores?
Estamos decepcionados. Nosotros sentimos que no encontramos apoyo, ni verbal ni económico que alguien te diga toma una canasta. Inclusive Wilfredo Navarro, fuimos adonde Quiñónez, metimos un escrito y al parecer lo engavetaron. Por eso nosotros sentimos asco, odio y lo que vos querrás a los diputados.
Gracias a Dios, para sobrevivir mi familia me ha apoyado. Tengo amistades.
Acabo de salir de la carrera de Derecho y me ha servido mucho. Me ando defendiendo.
Soy estadígrafa y secretaria ejecutiva. Cuando uno estudia en la universidad, uno piensa que lo que mirás en la universidad lo vas a aplicar y no es así.
¿Cuál es el acto más servil que vio de Porras?
Lo más ridículo también. Fue que una vez hizo marchar a los trabajadores a las siete y media de la mañana.
Algunos compañeros dicen que todavía lo hace. Es como los militares y la Policía. Gritar consignas. Ese hombre está loco.
Dicen que es sicólogo, los sicólogos ayudan a que te sintás relajado, a cambiar tu comportamiento.
Yo veo todo lo contrario de lo que puede ser un profesional. No es humano.
Hay personas, ex compañeros de trabajo que están muriendo de depresión y no voy a decir sus nombres.
¿Qué pasó con sus prestaciones, la de todos sus ex compañeros?
Aquí ando una sentencia (muestra el documento ) donde se me manda a reintegrar, yo no quiero eso, quiero que me pague. Y mi salarios caídos.
Es una burla como el señor Erick Avellán de Recursos Humanos te hace llegar como si uno fuera un imbécil. Yo he llegado varias veces, pierdo en pasajes, tiempo y que lo vean como miserable a uno. Cuando es un derecho.
¿En lo que usted estuvo allí cuánta gente despidieron por las mismas razones?
Hace dos años y medio nos despidió a 800 mujeres. Nosotros nos preguntamos, ¿será que Walter Porras siente fobia por las mujeres? Porque dejaba más varones y eso se contradice con lo que dice el Presidente: 50 por ciento varones y 50 por ciento mujeres. Esto (nuestra denuncia) lo sabe su Presidente, doña Rosario (Murillo, la primera dama).
¿Por qué no pasa nada entonces?
Me parece inaudito. Yo no soy sandinista, no soy de ningún partido, me gusta trabajar, respetar.
Me gusta integrarme a las labores sociales. Soy promotora de la Comisaría de la Mujer. Me he retirado un poquito porque no puedo andar diciéndole a las mujeres que les defiendan sus derechos cuando los míos… ¡estoy desilusionada! Ha sido duro para mí. He caído en estado depresivo.
¿Qué diferencia hay entre el estilo de mando de Porras y su antecesor?
A Róger Arteaga no le gustaba el alboroto. Cuando llegó a la DGI mandó un memorándum que decía que no iba a despedir a nadie.
Que toda persona que se portara bien, que fuese disciplinado, no lo iba a despedir. Lo cumplió.
Hubo respeto y estabilidad laboral. Pero este hombre (Walter Porras) es un patán, te grita como perro, así te llama (suena los dedos cuando recuerda el caso que le tocó vivir ) y si no volvés a ver, pues, te despide.
Yo le dije que no me llamara así. Porras corrió a una señora que tenía 40 años de estar en la DGI. Le dijo vos estás vieja, ya no servís y la despidió.
Pienso que esto (la denuncia a Porras) no hace eco en los políticos de aquí. Nosotros no tenemos confianza en ellos. Son traidores, traicionan el voto del pueblo.
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