14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Humberto Belli

El mejor regalo del mundo

El regalo está supuesto a ser una expresión de amor; algo que se entrega a otro para hacerle un bien o producirle alegría. El mejor regalo no es necesariamente el más caro ni el que produce la mayor alegría inicial, sino el que mejor promueve el bien duradero de quien lo recibe. Recuerdo cuando mi abuelo Francisco Pereira Baldizón me regaló en mi infancia un libro de Julio Verne; ni la televisión ni el nintendo competían entonces por la atención de los niños, así que me sumergí en mi primer libro y descubrí un universo fascinante. Fue un buen regalo pues me inició en el hábito de la lectura, algo que me acompañaría siempre y me daría grandes beneficios.

Pero el hábito de leer, aunque puede hacer mucho bien, está condicionado a la calidad de lo que se lea. Si queremos pensar en el mejor regalo posible, nada compite con la educación o con el regalo que educa. La educación, en su sentido pleno, es más que la mera transmisión de conocimientos; consiste en el cultivo de la capacidad reflexiva, en aprender a discernir la verdad del error, lo bueno de lo malo, en comprender la causa más profundas de las cosas. Implica también el cultivo de los valores y las virtudes. Dársela a los niños y a la juventud es regalarles algo imperecedero y decisivo para su felicidad, superior a cualquier herencia.

De ella puede decirse lo que refiere la Biblia respecto a la sabiduría: “La preferí a los cetros y los tronos; en comparación con ella, tuve en nada la riqueza. Ninguna piedra preciosa me pareció igual a ella, pues frente a ella todo el oro es como un puñado de arena, y la plata vale tanto como el barro. La amé más que la salud y la belleza; la preferí a la luz del día, porque su brillo no se apaga. Con ella me vinieron a la vez todos los bienes, pues me trajo incalculables riquezas”.

Son sabios los padres que prefieren privarse de una buena casa o carro con tal de pagar el mejor colegio para sus hijos; y lo son doblemente quienes asumen su rol de educadores, los que se empeñan en educarlos a través de la palabra, la disciplina bien llevada —mal papel hacen quienes no les limitan las horas de televisión o videojuegos— y, fundamentalmente, a través del ejemplo.

Nada puede satisfacer tanto a los padres como llegar a tener hijos capaces de pensar bien, de enjuiciar correctamente las cosas, y de ser asimismo morales, serviciales, respetuosos, responsables, estudiosos y trabajadores. Tenerlos supera cualquier trofeo y cualquier dinero.

Lo que vale para los padres es aplicable también, aunque con algunas variantes, a empresarios y gobernantes. Son sabios aquellos que priorizan la educación de sus empleados, comunidades o ciudadanos. El estado, como los padres, tiene varios deberes hacia la población: cuidar su seguridad y la paz, administrar justicia, facilitar el transporte, etc. Pero pocas tareas son tan importantes como velar para que llegue buena educación a todos, sobre todo a quienes no pueden costearla. Las naciones más prósperas —y los padres más inteligentes— tienen en común haber priorizado la educación.

En Nicaragua aún tenemos una de las peores educaciones del mundo. Mejorarla no será fácil pues demanda recursos y reformas. Pero es hora que todos, como nación, le otorguemos la prioridad que merece. Ciudadanos, empresarios, sociedad civil y gobierno, debemos juntar manos para hacer de la educación la obsesión nacional. Mejorarla sería el mejor regalo que podría brindársele a la niñez nicaragüense. El autor es sociólogo y fue ministro de educación 1990-1998.

Opinión mejor Mundo regalo archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí