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Carlos René Ramírez

Disolviendo la transparencia

El vidrio de una ventana puede ser transparente a menos que lo pongamos un obstáculo que lo impida. La transparencia en el proceder de un ser humano permite que las relaciones humanas sean efectivas y venturosas, pero como poseedores de la facultad de escoger y aplicar el bien y el mal, muchas veces neutralizamos lo bueno y nos inclinamos por cultivar las actitudes negativas hacia nuestro prójimo, procurando obtener beneficios propios.

Sin embargo el mal proceder siempre tiene resultados adversos para el que lo aplica. La transparencia en la vida política es una conducta tan necesaria que indudablemente acarrea bondades tanto para el que la maneje como para el que la recibe. Desgraciadamente vemos que los políticos de Nicaragua en su mayoría se empeñan en disolver la transparencia con el propósito de obtener ventajas políticas, lucro personal y escalamiento de un mejor nivel de vida preferentemente en el aspecto económico. El funcionario que tiene en sus manos el poder de legislar, de ejecutar y actuar en la gestión pública tiene la obligación de hacerlo para todo el mundo y no solamente para los que militan en el entorno oficialista.

Los funcionarios públicos deben ser individuos con una sincera moralidad, con ética y con respeto a todas la leyes y no estar constantemente al acecho de oportunidades para conseguir ganancias espurias que engorden sus activos cumpliendo con la intención al ingresar a la política. La falta de transparencia en el acontecer político en Nicaragua está muy arraigada en el sentimiento de muchos que aspiran a volverse ricos, como lo vemos en varios ejemplos de individuos que en 1979 no tenían ni en qué caer muertos y hoy exhiben sin pudor sus logros políticos-económicos. Y es más aberrante que sus grandes capitales los guardan en bancos extranjeros. El silencio del pueblo antes estos latrocinios nos convierten en cómplices ya que nos conformamos en la vida apacible que tenemos y cerramos los ojos antes los abiertos desmanes de la clase política.

La falta de transparencia se apoya en la conspiración del silencio de los funcionarios que no tienen criterios propios y sin pena pregonan con sus actividades, que son unos dóciles canales de transmisión de los dictados que reciben del grupo familiar que maneja a su gusto y antojo los destinos de nuestra pobre nación. La falta de transparencia fue evidente en las recientes elecciones presidenciales cuando temiendo perder el poder hicieron uso de todos los trucos para ejecutar un fraude anunciado con anticipación. Qué decir de los cuellos flexibles, especialmente, en el Consejo Supremo Electoral que sin un mínimo rubor se prestaron para violar la Constitución y otras leyes. Y los componentes de la Corte Suprema de Justicia que autorizaron ilícitamente la reelección, siempre violando la Constitución. La falta de transparencia es la puerta que incuba el deterioro de un gobierno democrático, anula el Estado de derecho, facilita hechos criminales como hacer uso ilegítimo de los recursos estatales, el caciquismo, el compadrazgo, el nepotismo, el tráfico de drogas, el lavado de dinero. Actualmente los dictadores latinoamericanos emulan a las grandes dictaduras que asolaron Europa, pero no atinan a pensar que tendrán el mismo fin de aquellas. El autor es especialista en cooperativismo

Opinión
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