El partido de derecha democrática Alianza Republicana Nacionalista (Arena) ganó las elecciones parlamentarias del domingo pasado en El Salvador, pero no obtuvo la mayoría de escaños en la Asamblea Legislativa.
De los 84 asientos en el poder legislativo de El Salvador, 33 los obtuvo Arena; 31 el FMLN (el partido de izquierda que gobierna actualmente el país por medio del presidente Mauricio Funes); 11 el partido Gana (disidente de Arena y aliado del FMLN en el Gobierno); y 7 el Partido de Concertación Nacional (PCN). Los dos escaños restantes los consiguieron los pequeños grupos llamados Cambio Democrático (CD) y Partido de la Esperanza (Pes).
Con 42 escaños el FMLN solo necesitará un voto más para seguir dominando la Asamblea Legislativa. Pero solo para la legislación ordinaria, pues en las elecciones del domingo pasado el FMLN perdió la mayoría parlamentaria calificada que había logrado gracias a que 16 diputados de Arena, partidarios del expresidente Antonio Saca, formaron un nuevo partido llamado Gran Alianza para la Unidad Nacional (Gana) y se aliaron con el partido oficialista para darle el control del poder legislativo.
En El Salvador se necesitan 43 diputados para tener la mayoría legislativa ordinaria. Y seguramente no será difícil para el FMLN conseguir el voto que necesitará para seguir ejerciendo la mayoría legislativa ordinaria, pues tiene a su disposición los “persuasivos” recursos del poder ejecutivo. Lo que no podrá el FMLN es mantener la mayoría calificada de 56 votos, indispensable para la aprobación de créditos externos y elegir funcionarios superiores del Estado como los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Ahora, para estas decisiones primordiales el FMLN tendrá que entenderse con Arena.
Pero esos son asuntos de política doméstica salvadoreña. Hacia el exterior y particularmente en relación con Nicaragua, lo más importante es apreciar que no hay ningún cuestionamiento de fondo a las elecciones salvadoreñas del domingo pasado, no hay denuncia de fraude o falta de transparencia que impida verificar el resultado de las votaciones, ni duda de la profesionalidad e imparcialidad de los árbitros electorales.
Cabe mencionar al respecto que tres de los cinco magistrados que integran el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de El Salvador fueron escogidos por la Asamblea Legislativa según propuestas de los partidos (los otros dos son propuestos por la Corte Suprema de Justicia). El propio presidente del TSE, Eugenio Chicas, es un antiguo miembro del Frente Farabundo Martí. Sin embargo el trabajo del TSE no ha sido impugnado, ni el conteo de los votos, ni los resultados de las elecciones, ni la honestidad política y profesional de los magistrados electorales.
Es que en materia electoral en El Salvador ocurre lo contrario de lo que para desgracia y vergüenza nacional ha sucedido en Nicaragua con las últimas elecciones municipales y nacionales, que han sido pervertidas por la ilegitimidad, la parcialidad de los árbitros y el fraude.
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