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Erick Ramírez

Las marionetas y sus mil sombreros

Tramposa, sectaria, traicionera, aberrante, repleta de emboscadas, antidemocrática, así es la Ley Electoral de Nicaragua que para darle más sazón al amasijo electoral es aplicada con rigor draconiano por un Consejo Supremo Electoral (CSE) que parece estar enclavado en las más oscuras cuevas de la Inquisición. Son además especialistas en fraudes y al igual que Somoza practican la vieja máxima de que “quien cuenta los votos, gana”. Solo los más ingenuos e ilusos, o traficantes o bufones electorales, pueden estar pidiendo a gritos que se participe en las próximas elecciones municipales con esta ley y estos jueces.

Pero además presionan porque se nombren a todos los funcionarios que ocupan puestos regalados a sabiendas que el orteguismo reelegirá a sus incondicionales cuidándose de tener mayoría de votos para evitarse inconvenientes políticos. Mientras tanto el sistema no cambia y si acaso habrá maquillajes para calmar a algunos avorazados. Pero además el orteguismo no tiene prisa por introducir cambio alguno y de aquí a los meses que faltan para elegir fraudulentamente a las autoridades municipales no es de esperar que las cosas cambien para nada.

Los ejemplos son abundantes. El oficialismo se ha abanicado con la fuga masiva de la cooperación internacional y se muestra totalmente indiferente a las continuas evidencias de que la ayuda seguirá cayendo en picada estrepitosamente. Ni siquiera el deterioro en la salud de su mentor Chávez parece hacerles cosquillas. Aquí es obvio de que se está practicando aquello de este dinero es mío y de nadie más y por lo tanto si el país se hunde la familia queda con las alforjas repletas de plata. ¿A dónde irán a gozar de tantos millones apilados por el rápido mecanismo de echárselos a la bolsa sin mayores trámites? Fácil.

Esta opción no está en la agenda del frentismo, de ahí que la única ruta visible para evitar riesgos es mantener las cosas como están: un control férreo de las instituciones y evitar al mínimo los riesgos políticos. ¿Cambios en la Ley Electoral? ¿Cambiar la correlación de decisión del CSE y otras instituciones? Tiene el orteguismo una pistola en la cabeza que lo obligue a hacer cambios? Las respuestas son absolutamente negativas. Nada explica entonces ese inusitado interés de participar en las elecciones conociendo de antemano que se perderán o ser cooperador necesario en organismos donde no se tendrá ninguna influencia salvo claro está de recibir un cheque de cinco mil dólares o más y un tren desbocado de sinecuras.

Además de seguir disfrutando del dinero a manos llenas el oficialismo consolida más su manipulación de las leyes reformándolas a su gusto y antojo para evitar alguna fisura y sin ningún rubor designa a los futuros candidatos “ganadores” que generalmente son aclamados por una cohorte de cepillos a sueldo. El cuadro como dicen ya está rayado y meterse a ese ruedo no puede llamarse sacrificio sino una interpretación colaboracionista de la canción Entrega total .

Por eso llama la atención de que de pronto surgen como plaga marionetas políticas de todo pelo color y tamaño que usando diferentes sobreros ideológicos se abren la camisa y mostrando sus pechos magros gritan a todo pulmón: “Disparen, que estamos dispuestos a morir por la democracia”. Esa devaluada oferta política encierra de todo: tránsfugas, saltimbanquis, aduladores profesionales, traidores, chismosos a sueldos y enamorados perdidos de las partidas presupuestarias. Por esto elevemos al cielo una plegaria y pidamos “de las marionetas y sus mil sombreros líbranos, Señor”. El autor es dirigente histórico socialcristiano.

Opinión
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