En el imaginario de la mitología griega de tiempos pretéritos aparece el caso de Pandora, mujer de belleza sin par que al casarse con el rey Epimeteo recibió de los dioses como regalo de bodas, entre otros, una caja hermética con la advertencia de que si la abría “sufriría un castigo de fatales consecuencias para la humanidad”. Pandora, adelantándose a lo que siglos después afirmaría Shakespeare: “Curiosidad, tu nombre es mujer”, abrió la caja y de ella salieron todos los males (usurpación, corrupción, pobreza) que aún hoy nos afligen a los nicaragüenses ansiosos de justicia, progreso y libertad. Hay que decir que, en el fondo de la Caja de Pandora, también se encontró algo que a veces parece faltarnos a los nicaragüenses: la esperanza.
He comparado la Caja de Pandora con el acontecer nacional de Nicaragua porque desde antes que se produjera el monstruoso fraude electoral del 6 de noviembre pasado, advertimos a nuestros compatriotas sobre el grave peligro que se cernía sobre Nicaragua en caso se consumara el robo descarado de las elecciones por el FSLN y sus cómplices del Consejo Supremo Electoral (CSE), que ya venía galopando a todo lo largo y ancho del país. La terquedad de los hechos nos está demostrando que teníamos razón y el incierto futuro que se avizora sobre Nicaragua nos lo vienen a confirmar.
Para nadie es un secreto que como consecuencia de ese nefasto fraude ya hay sangre derramada en la campiña nicaragüense; que algunos gobiernos democráticos de países europeos han tomado ya la decisión irrevocable de suspender o recortar la ayuda a nuestro país; que la poca ayuda que llega siempre va a parar al bolsillo de los burócratas y los incondicionales del FSLN fomentando así la corrupción que corroe los cimientos de la nación; que el gobierno orteguista, empecinado en perpetuarse en el poder, pretende mantener contra viento y marea el actual CSE acusado por moros y cristianos de haber perpetrado dos fraudes sucesivos y aprestándose descaradamente a realizar uno más en las próximas “elecciones municipales” para hundirse en las ciénagas putrefactas del descrédito total y definitivo.
Esto es lo que ha pasado o está pasando. Veamos ahora lo que se perfila en el porvenir: A) La casi segura negativa de gobierno de los Estados Unidos a otorgarle a Nicaragua los “waivers” en el próximo mes de julio, según declaraciones de la nueva embajadora señora Phyllis Powers, lo que impediría a la Administración de Barack Obama canalizar los fondos que necesitamos para sobrevivir. En un año electoral es casi imposible que el señor Obama, quien busca la reelección, acosado por los republicanos, pretenda hacerse de “la vista gorda” ante los desmanes del FSLN en Nicaragua. B) La pérdida de las elecciones del señor Hugo Chávez en Venezuela en octubre próximo, tal como lo ha advertido el candidato de la oposición señor Henrique Capriles, revisaría a fondo todas las ayudas que bajo la mampara del Alba da el actual gobierno venezolano a sus adláteres del socialismo del siglo XXI, incluyendo a Nicaragua.
Ante la perspectiva de este panorama sombrío, triste y lúgubre que se vislumbra para nuestros hermanos nicaragüenses y ante las trascendentales declaraciones del secretario de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), monseñor Silvio Báez, en las que enuncia prácticamente la debacle de la clase política opositora, es imperativo y de carácter impostergable que los nicaragüenses nos aprestemos a organizarnos en una nueva opción de cambio —sin corruptos ni corruptores— para crear esa esperanza de que estamos urgidos en pro de alcanzar la democracia, a la que siempre hemos aspirado, sin déspotas que la manipulen y sin partidos políticos corruptos que la prostituyan. Frente a la crisis que viene, el cambio nos conviene. Pensémoslo bien y actuemos en consecuencia.
El autor es Secretario General de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A
