Nicaragua camina hoy sin escuchar su futuro tronar en el cielo. Si no se reforma el actual estado dictatorial, la marea fascista arrollará en cada voto, en cada ley. Los diputados de oposición serán solo personajes burlescos. Sin democracia, los partidos desaparecerán uno a uno. Quedará un solo partido fascista en el poder. Uno y total dictador. Los camisetas fucsia gritarán de nuevo las consignas en las manifestaciones multitudinarias alrededor de grandes mantas con la cara del tirano.
Estados Unidos, que permite los programas de cooperación, la estabilidad macroeconómica y los proyectos de desarrollo, retirará la ayuda. La cooperación europea seguirá el mismo camino. Chávez morirá de cáncer pero su partido en Venezuela sigue. La deuda externa llegará a niveles no sostenibles. La devaluación e inflación no se harán esperar, el Gobierno invadirá de córdobas el sistema monetario para equilibrar las cuentas fiscales y el descalabro comercial por el retiro de capitales.
El sol seguirá saliendo, cada vez para menos gente. Las empresas privadas empezarán a cerrar. El desempleo será la realidad casi para todos. El pueblo emigrará en masa, como el aire que sopla para arriba del barco inundado por el mar. Al dictador no le importa el dolor del pueblo, mientras vive bien a costa del aprovechamiento indebido del petróleo venezolano. El irrespeto a la propiedad será diario y la razón por la que funciona el régimen fascista. Muchos miserables se entusiasman no solo por acceder a unas cuantas limosnas del CPC del partido orteguista, sino también porque tienen la esperanza de que podrán acechar propiedades ajenas. Muchos estarán esperando su oportunidad de tener casa, lote, finca, confiscada o producto de invasión de lotes privados. O ser la mujer de un piñatero. Muchos perderán sus negocios, sus casas y propiedades ante la caída económica y el robo orteguista.
Esta dictadura no caerá por el retiro de la cooperación, ni por la presión partidaria o de la sociedad civil. No caerá ni por una guerrilla mal financiada. En 15 años no se podrá organizar resistencia porque Estados Unidos no la financiará, y ni Honduras ni Costa Rica la abrigarán en su territorio. Pero luego el pueblo se irá organizando en resistencia, aliado con una junta de gobierno paralela en el exilio, reconocida por los republicanos de EE. UU. Los favores que Ortega habrá repartido a los generales y exguerrilleros son muchos. Habrá resistencia, pero no se quedará sin represión. Los derechos humanos de los opositores desaparecerán. Los presos políticos, la tortura, los que salen de la cárcel al hospital, los lisiados o muertos en las cárceles, los asesinatos, se contarán todos los días. LA PRENSA, bastión de libertad, será tomada y quemada otra vez.
Esa guerra civil será la peor de nuestra historia. Ensangrentará Nicaragua como nunca antes. Decenas de miles perderán sus vidas. El luto y la emigración serán el pan de cada día. Muchas familias volverán a separarse. Niños y esposas volverán a quedar huérfanos y viudas. Miles no volverán. La herencia trágica de generaciones de caudillos sin escrúpulos, consecuencia de un tirano lejos de Dios, ciego por ambición al dolor de su pueblo. El régimen caerá luego de 10 años de guerra y se reinstaurará una junta de gobierno. El pueblo quedará en pobreza extrema. Al final, los que hoy defienden y aplauden al tirano serán los mismos que aplaudan su caída, los que recojan del suelo los anillos de su bruja.
El autor es ingeniero.
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