Mucho se critica públicamente al Partido Liberal Independiente (PLI), porque se dice que practica una oposición errática, inconsistente y acomodaticia con el gobierno de Daniel Ortega. Y aseguran sus críticos que este PLI no se parece en nada al de sus fundadores y continuadores que eran políticos dignos y personas ejemplares.
Pero también los sandinistas disidentes critican que su antiguo partido, el FSLN, se alejó de los principios revolucionarios y éticos que proclamaron sus fundadores y antiguos militantes; y fue convertido en un aparato burocrático al servicio del matrimonio Ortega-Murillo, el cual ejerce el poder al margen de principios, solo por los privilegios y el beneficio que se deriva del poder mismo.
De acuerdo con esas acusaciones, la política que se practica ahora tanto en el gobierno como en la oposición, carece de ética y de principios, lo que buscan los políticos es detentar el poder para enriquecerse o para conseguir cuotas de participación en beneficio personal y partidista.
Pero siempre se ha dicho que todo pasado fue mejor. Así lo dejó escrito para siempre en sus Coplas inmortales el poeta clásico del prerrenacimiento español, Jorge Manrique. Y a partir de esa reflexión se podría decir también, que toda política pasada fue mejor.
En realidad, en el caso del PLI los nicaragüenses que ya son mayores pero conservan la memoria, saben que es cierto que sus fundadores eran personas ejemplares en todos los sentidos. Lo mismo se puede decir del Movimiento Liberal Constitucionalista (MLC), como se llamó originalmente el PLC, cuyos fundadores fueron liberales de principios y conducta política intachable, a pesar de que salieron del partido liberal somocista igual que los fundadores del PLI.
Del mismo modo hay que decir que partidos centristas como el social cristiano, así como los movimientos revolucionarios de tendencia marxista, socialista o sandinista, fueron organizados por personas que actuaban por principios y luchaban por alcanzar el poder para tratar de realizar sus ideales de redención social, ya fuese por medio de la reforma o la revolución.
Esa clase de políticos no existe ahora en el gobierno ni en la oposición y los partidos de la actualidad son erosionados por el oportunismo y la falta de principios. Lo cual es fácilmente comprensible considerando que hay una crisis global e integral. Sería ilógico en realidad que la política y los políticos disfrutaran de la normalidad cuando todo está en crisis: el medioambiente, la economía, las relaciones internacionales, la seguridad ciudadana, la cultura, incluso la religión e instituciones primordiales de la sociedad, como la familia.
Pero la esperanza de renovación nunca se pierde y en la sociedad siempre hay una reserva moral. Las críticas fundadas que se hacen a la vaciedad ética en el Gobierno y la oposición, la resistencia de la sociedad civil y los esfuerzos por encontrar nuevas formas sanas de hacer política, así lo demuestran. Nicaragua no puede vivir siempre en el fondo de la fosa. La parte sana del pueblo nicaragüense la tendrá que rescatar de cualquier manera.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A