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Marc-Thomas Bock

Hacia una ética globalizada

¿Recuerdan los tiempos antes de Facebook, Twitter o Google? O, peor aún, ¿sin iPhone, Blackberry, laptop o MP3 player? Eran épocas en las que teníamos que conformarnos con la TV, la radio y la red telefónica pública. Lo que hubo antes de eso fue la edad de piedra tecnológica, desde el punto de vista de nuestros hijos. ¿Recuerdan su primera computadora? ¿Y los televisores en blanco y negro que solo transmitían tres canales? ¿Los radios de transistores de bolsillo, con antena telescópica? Por no hablar del aparato de radio con el ojo verde que primero tenía que calentarse para poder escuchar lentamente el aumento del volumen de la voz del presentador de las noticias. Vivimos en un tiempo de comunicación rápida. De chismes de pueblo globalizados. Hay quienes satanizan la comunicación globalizada y le achacan la desaparición de formas culturales y de la profundidad de discusión pública. El acceso aparentemente ilimitado a información que solía ser secreta, como en el caso de WikiLeaks, los frecuentes comentarios sobres la ropa interior de Lady Gaga en las páginas iniciales de Yahoo!, los comentarios de nuestros hijos en la red sobre detalles privados de la vida familiar, que no podemos controlar, nos hacen sentir que la Internet nos ha vencido.

La información globalizada, pensamos, nos ha degradado a meros agentes impotentes de cara al poder de memoria anónimo de algunos servidores gigantes en el desierto de California. Hace cien años el sociólogo alemán Max Weber constató la “racionalización y el desencanto del mundo” y en 1924 el autor Stefan Zweig habló sobre la “monotonización de los continentes”.

Pero la transferencia rápida de información a nivel mundial, como casi todo, tiene al menos dos caras. ¿Estamos realmente encaminados hacia la nivelación comunicativa, las indiscreciones y la indignidad apoyadas en la web?

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Llegamos a una ética globalizada, surfeando en las miríadas de páginas web o haciendo uso de las redes sociales. Al momento de hacer accesibles a nuestros hijos y nietos los valores universalmente aceptados de este mundo, les estamos preparando de forma responsable el acceso a esta ética globalizada que es válida y entendible en todo el mundo.

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Por supuesto, hay mucho en Youtube de calidad discutible. Cantidades de publicidad, noticias e información sin sentido llenan las pantallas de nuestros smartphones. Pero la comunicación global es una revolución. Por eso se encuentra controlada y limitada en países políticamente monolíticos China y Cuba. Una revolución con muchos beneficios. Nunca la humanidad había tenido un acceso tan abierto a información tan plural. Las personas no podían discutir en segundos y a nivel mundial recetas de cocina, enfermedades de la piel, infracciones contra las leyes y normas éticas. La Internet se ha convertido en un catalizador de la formación de la voluntad política, como en el caso de la “arabelión”, la batalla actual de algunos pueblos árabes contra sus antiguos regentes, y en un testigo con imágenes de masacres y otros crímenes.

Sobre todo, la comunicación globalizada ofrece la posibilidad de la adquisición soberana de información; la oportunidad de una visión neutra. Podemos ver todo lo imaginable: fanáticos religiosos, ateos radicales, antisemitas, adversarios del islam, anticomunistas frenéticos, fríos estalinistas, vegetarianos, amantes de las armas, etc. Leemos tanto los programas de pequeños partidos de campesinos en Sri Lanka, como las instrucciones de una planta eólica. Encontramos información acerca de la importancia de Mahatma Gandhi, y sobre sus costumbres dietéticas. Junto al descubrimiento del Bosón de Higgs, está la noticia de que a Britney Spears le picó una abeja en el busto izquierdo.

No obstante, todo esto es solamente un reflejo de nuestra vida cotidiana: lo insignificante a la par de lo importante; lo necesario junto a lo desechable. El componente ético de nuestros pensamientos, esa ética civil que nos caracteriza, también se está globalizando. Debemos discernir qué informaciones globales consideramos correctas, qué ideas desprecian al ser humano, qué ideas lo encumbran… El decidir qué leer y discutir, dentro de este universo global de la diversidad de opiniones, está parcialmente determinado por los filtros de webmasters y disclaimers. Sin embargo, somos nosotros quienes decidimos si algo es malo o bueno; si una opinión perjudica al prójimo o le ayuda.

De esta forma llegamos automáticamente a una ética globalizada, surfeando en las miríadas de páginas web o haciendo uso de las redes sociales. Estamos globalizando nuestra ética, entrando en contacto con los seres humanos de otras generaciones, continentes y sexos, ampliando así nuestros horizontes. No obstante, no se podrá evitar que basemos esta ética globalizada y esta moral humana universalmente válida, en los aprendizajes y experiencias que han crecido durante miles de años. La matanza y el robo siempre seguirán siendo crímenes, y el altruismo una virtud humana. Tenemos la extraordinaria posibilidad de tener acceso ilimitado a la comunicación humana y sus potenciales globales de información. Al momento de hacer accesibles a nuestros hijos y nietos los valores universalmente aceptados de este mundo, les estamos preparando de forma responsable el acceso a esta ética globalizada que es válida y entendible en todo el mundo. El autor es director del Colegio Alemán Nicaragüense.

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