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Marc-Thomas Bock

El derecho de los jóvenes a una soberanía espiritual

Nunca es una persona más susceptible a la manipulación que en su juventud. Los padres, los profesores y los educadores responsables lo saben. Los adultos, con su experiencia, tienen la ventaja de estar conscientes de los peligros del apasionamiento juvenil.

Los padres de hoy en día suelen tener sentimientos encontrados en lo referente a la apetencia de sus hijos por la sabiduría, la verdad y el conocimiento del mundo. Por un lado, los enorgullece, pero por otro los angustia secretamente.

Los adultos saben sobradamente que la aspiración de sus hijos de obtener explicaciones honestas sobre los asuntos de la vida conlleva el peligro de menoscabar su posición de padres; es decir, su autoridad.

Los jóvenes tienen buen olfato para las falsedades. Descubren las contradicciones en la vida de sus padres o profesores; aprenden que los adultos son corruptibles y que frecuentemente se dejan chantajear por las trampas de la vida.

Los jóvenes desean, y tienen derecho a ello, un marco normativo firme. También desean honestidad. Cuanto más deficiente sea el cumplimiento de valores generales básicos por parte de padres, profesores o familiares, más débil será su posición frente a sus hijos.

Si los padres no dedican tiempo a discutir con sus hijos, ni los profesores con sus alumnos, los asuntos de la vida y si esquivan algunos temas incómodos, sean estos de política, religión, sexualidad, justicia, o la propia biografía, lo que lograrán será debilitar su posición ante los jóvenes.

Si no fortalecemos la soberanía del pensamiento de los jóvenes por medio de un diálogo abierto y si no procuramos que conozcan y vivan los valores fundamentales, estos correrán el peligro de quedar expuestos al adoctrinamiento exterior; a salvadores narcisistas y a demagogos de todo tipo.

No es inusual que los jóvenes lleguen a despreciar la autoridad y el amor paternos, y el interés de su centro educativo en su bienestar y su progreso. A veces son influenciados por aquellos que contravienen las normas morales pero presentan contraofertas atractivas. El siglo XX conoció una serie de estos “súper-padres”. Líderes como Hitler, jefes como Trujillo, papás como los Duvalier, duces como Mussolini y abuelitos como Stalin.

En contraposición con estas resplandecientes figuras, la autoridad tímida y poco conveniente da la casa paterna que lucía poco espectacular.

De esta forma se ofrecía a los jóvenes marcos de orientación que contenían valores perversos tanto para la vida pública como la privada. En el “Tercer Reich” de Hitler los profesores nazis animaban a sus estudiantes a denunciar a sus propios padres. Hitler quería jóvenes “duros como el acero y resistentes como el cuero”. Los quería petrificados en una masa obediente.

El dictador alemán nunca disimuló su represión y asesinato de millones de judíos y eslavos. Declarar crímenes como normas sociales válidas siempre ha sido el extremo del mal, pero también fuente de una gran seducción.

Partiendo de estas experiencias totalitarias el filósofo francés Jean Paul Sartre formuló sus máximas existencialistas. El precursor del movimiento estudiantil de 1968 afirmaba que “el bien proviene de las profundidades del corazón, pero la verdad se origina en los jóvenes neblinas de la conciencia”. Sartre pensaba que, aparte del compromiso con los valores, a los jóvenes hay que transmitirles el conocimiento de la falibilidad de los adultos. El hecho de que adultos fallen, y de que las opiniones de padres, madres o profesores sean cuestionables, debería de servir para fomentar de independencia del pensamiento en el desarrollo de los jóvenes.

Para charlar con un hijo, o con un alumno encomendado, sobre los aspectos tanto positivos como negativos de la vida que apenas empieza para ellos, uno debe armarse de honestidad y del valor de reconocer las fallas, las debilidades y los errores propios.

Si uno le transmite a un joven qué es lo que uno realmente estima, qué es lo verdaderamente importante en la vida propia, uno vigorizará la soberanía espiritual del muchacho y lo fortalecerá contra aquellos que tratan de encontrar sus debilidades para utilizarlos para sus fines.

El autor es Director del Colegio Alemán Nicaragüense

Opinión juventud Nicaragua soberanía espiritual archivo
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