Leonardo Fabio Cisneros*
La evaluación de nuestros niños a través de un papel no debería ser el último recurso. En el proceso enseñanza-aprendizaje el docente debería hacerse la pregunta ¿Qué enseño? ¿Qué aprenden? ¿Para qué enseño?
Recordemos que la evaluación es el instrumento. Recordemos maestros que evaluar no es medir un conocimiento en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Nuestros párvulos representan un mundo de conocimientos y experiencias y eso no se mide en un examen… no debe medirse en un papel.
Un maestro debe ir más allá. Debe tomar en cuenta el desarrollo del alumno, desde el momento en que da los buenos días o se despide al salir del aula.
La evaluación debe de ir de acuerdo: con la sociedad y sus cambios, pero también a las necesidades intelectuales de los alumnos. La evaluación debe estar sujeta, en ambos casos, a estimar el aprendizaje enfocado hacia un todo.
Evaluemos de acuerdo con la necesidad de encontrar soluciones a problemas que enfrenta la comunidad.
Si no es así, cada vez que a un alumno se le diga que entrará a un proceso de evaluación, se estará creando en él un temor hacia el aprendizaje.
Nuestros alumnos pueden creer que vamos a marcarlos según sus capacidades y esfuerzos del momento. Sin embargo, los docentes debemos tener en cuenta que para evaluar la enseñanza-aprendizaje de nuestros niños tiene que valorarse el proceso de todo el año. ¿Qué tanto ha avanzado cada alumno, de acuerdo con sus capacidades? ¿Cómo pone en práctica lo que ha aprendido?
Recordemos que la evaluación va más allá de nuestras funciones específicamente pedagógicas. Si bien la evaluación debe analizar la capacidad del alumno y los contenidos asimilados por él, debe además tomar en consideración la aplicación de estos en su vida (lo cual el alumno manifiesta de manera explícita o implícita).
El cuerpo docente (Mined) tendrá la tarea de crear en el currículo un sistema de evaluación de enseñanza-aprendizaje, pero a través de un medio más reflexivo.
Así maestros, recordemos que en los objetivos y contenidos y sobre todo en la metodología aplicada en el proceso de enseñanza-aprendizaje debe estar siempre presente la parte afectiva hacia todos y cada uno de nuestros alumnos y no podemos, nunca, restar importancia a las características individuales de nuestros niños y adolescentes.
*Profesor segundo grado escuela parroquial Asunción de María.
