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EPIDEMIA
¿Quién está matando a las mujeres de Nicaragua? Es una epidemia, si nos atenemos a las noticias y las estadísticas. No solo las mata, hay saña. Una niña de 16 años asesinada a machetazos por su excónyuge, ¡un hombre de 56 con quien ya tenía una niña de dos años! Otra mujer muerta por estrangulamiento y luego abierta a tajos en su vientre para comprobar un embarazo. Otra más degollada como cerdo, según el testimonio de su propia madre. Y hay más. Cada día nos encontramos estas novelas de terror. ¿Qué está pasando? ¿Están aumentando los asesinatos a mujeres o solo se están visibilizando más como se suele decir? ¿Quién responde por esta matancina?
UNAS NALGADAS
Hace algunos años hubo una polémica por la canción “Unas nalgadas” que cantaba el mexicano Alejandro Fernández a “una mujer traicionera”: “Unas nalgadas con pencas de nopal/una lección es lo que te mereces/me hiciste daño sí que me hiciste mal/sacaste el cobre y los negros intereses ” Cuando las feministas de su país le reclamaron que ese tipo de canciones promovía la violencia contra las mujeres, Fernández dijo que solo se trataba de una canción con “alegría, picardía y humor”. Y que “las nalgadas” eran una metáfora.
BOMBARDEO MACHISTA
Hombres y mujeres crecemos bombardeados por canciones que nos dicen que el hombre que se dice ser hombre limpia una traición con sangre. Sangre de la mujer, generalmente. Como a la pobre Martina que “porque una traición le jugó” “hincadita de rodillas nomás seis tiros le dio”. Pero no solo son las rancheras mexicanas. Desde Los Beatles hasta el último reguetonero de barrio insisten en ese sentido de propiedad. “Mía o de nadie”. Y no son solo las canciones, son los chistes, la escuela, la Iglesia, el hogar y con frecuencia nuestras propias madres que, siendo víctimas incluso de ese machismo que las maltrata, educan a sus hijos para repetirlo como si no hubiese otra forma de vivir más que esa.
MÁS ACÁ DE LA LEY
Lo que quiero decir con esto es que no son las leyes ni los castigos los que van a trastocar una realidad cultural instalada por siglos. Que la epidemia de mujeres asesinadas no terminará ni que se instale la pena de muerte para el agresor, mientras quien lo haga sienta que es su derecho hacerlo, porque por encima de cualquier ley, se lo ha estado exigiendo el mundo en que creció: “Mátalas, mátalas con una sobredosis de ternura ” El problema está en la mente, más que en la mano que empuña el machete.
CHÁVEZ
Querámoslo o no, la suerte de Nicaragua está ligada a la de Hugo Chávez. Y si no es correcto que Daniel Ortega haya hipotecado Nicaragua al petróleo venezolano, tampoco lo es que la oposición esté solo esperando que ocurran cosas en Venezuela para ver si se abren posibilidades de cambios acá en Nicaragua. Un país de verdad no se construye así. Sería ingenuo pensar que la muerte o salida de Chávez va a tomar por sorpresa a Ortega, un hombre que ha venido armando pieza por pieza, desde hace más de 20 años, el esquema de poder que actualmente impone a Nicaragua. Puede ser que con la desaparición de Chávez se termine esta fase populista que ha caracterizado su gobierno, pero no será esa forma de gobernar la única que tiene bajo la manga Daniel Ortega.
ACUSACIÓN
No puedo terminar esta columna sin comentar la acusación que hizo el vocero de la Corte Suprema de Justicia, Roberto Larios, a un medio de comunicación. “No dudamos que los narcos estén pagando este tipo de publicaciones”, dijo Larios sobre una nota publicada por el periodista Ismael López, del semanario Confidencial . Llama la atención la acusación por tres cosas: uno, la temeridad de la misma; dos, que el representante de la institución que juzga se comporte como fiscal, considerando narcos no solo a los acusados que aun no son sentenciados como tales, sino a aquellos que no repiten sus diatribas. Y tres, lo más grave, porque acusar de narco significa una escalada desde el poder contra quienes piensan distinto. Y de acusar gratuitamente desde el poder a castigar gratuitamente hay solo un paso. Le toca a la Corte ahora aclarar si la acusación de Larios es a título personal, y al mismo Larios demostrar con hechos la acusación que hizo, aparentemente, al peso de la lengua.
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