Como seres humanos nacemos con la capacidad y necesidad de relacionarnos con nuestros semejantes, nos sentimos con la voluntad de vivir en manadas, grupos, familias, porque así nos relacionamos, entendemos y aprendemos a desarrollarnos mejor con nosotros mismos y hacia nuestros semejantes. Retomémonos al inicio de las ciencias naturales, donde se expresa que los seres humanos somos personas sociales y estamos hechos para vivir en grupo.
Con el pasar tan rápido de los días, observamos de manera más evidente la individualidad que se crea en cada uno de nosotros. Este es un rasgo característico que se nos hereda en este periodo de postmodernidad en el que vivimos, donde la individualidad está muy sobrevalorada, por lo tanto, ese sentimiento que poseía el ser humano de socializar con sus iguales está decayendo, en la medida en que la tecnología avanza y nuestro trabajo evoluciona. La tecnología que es nuestra fuerza de trabajo nos está atando a ella.
En este sentido nos alienamos, y como bien expresó Serrano Caldera en su libro El doble rostro de la postmodernidad : “La acción humana puede ser consciente y dependiendo de sus objetivos puede ejercerse para salvar al hombre o para destruirlo. Para elevar su condición humana o para degradarla. La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se vuelve un objeto que asume una existencia externa, sino que existe independientemente fuera de él. Existen también momentos en que el sistema se sobrepone al hombre y lo domina. Este padece la dominación reprimido o alienado”.
Pocas veces tenemos tiempo para aburrirnos, estamos predispuestos a seguir los modelos de trabajo y diversión ya estandarizados tecnológicamente, pasamos largas horas compartiendo a través de las redes sociales. Si ocupáramos el tiempo libre que nos resta a lo largo del día, en cualquier otra actividad productiva, nuestro cerebro podría asimilar de mejor manera nuestros pensamientos y seríamos personas más creativas.
Adoptamos una actitud individualista, independiente y autosuficiente por sobre la mayoría de acciones externas, no sabemos aprovechar el tiempo en familia o en grupo, porque estamos hablando por teléfono, escribiéndonos y disfrutando más vía internet que en persona, nuestras familias, amigos y demás conocidos, están representados de manera intangible a través de un perfil o un avatar. Sonreímos, nos enojamos, nos entristecemos a través de una pantalla de computadora o desde nuestros teléfonos móviles.
Serrano Caldera expresó: “Pero la consecuencia más grave es la enajenación que sufre el hombre de sí mismo, de sus semejantes y de la vida”. La crítica hacia esa fe ciega que el hombre posee del progreso humano, a través del avance en el aspecto científico tecnológico, nos está haciendo retroceder en lugar de avanzar como sociedad.
Todos los excesos son malos, hay que darle continuidad al progreso tecnológico porque de esa manera avanzamos con nuestra fuerza de trabajo que también nos permite desarrollarnos más como seres humanos. Pero no debemos dejar que este nos domine, porque nos crea una nueva limitante, es decir que nos separa de nuestros semejantes. Evitemos dejar de felicitarnos y disfrutar más pasando largas horas frente a una computadora, obviamos muchos momentos que pueden ser los recuerdos más emocionantes y valiosos de nuestras vidas. Tratemos de vivir y disfrutar de nuestra existencia fuera de teclearla.
La autora es Estudiante de Trabajo Social y Gestión del Desarrollo
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